Alen Lauzán "[...] es el prototipo del dibujante heterogéneo: ilustra revistas y libros, pinta al óleo, dibuja cómics para adultos y para niños... Y en cada dibujo parece construir un nuevo estilo: figuración a veces, pero también abstracto, surrealista, trágico y cómico, y con una capacidad tremenda para estremecer a los observadores de su obra".
Con estas palabras se describe en Revista Poética Almacén a Alen Lauzán, nacido en 1974 en Hoyo Colorao, un pintoresco rincón del municipio de Bauta, y residente en Chile desde el 2000. Odiado profundamente por quienes lo consideran “un gusano miserable a sueldo del imperialismo”, estimado por quienes por años han disfrutado sus caricaturas y dibujos, hoy nos adentramos en la vida de este prolífico creador que tiene como divisa tres frases que se concatenan:
“El humor es un anestésico necesario para el dolor de la verdad” (Virgilio Piñera).
“Sospecho de toda verdad que no venga acompañada de una carcajada” (Friedrich Nietzsche).
“A los ojos de aquel que todo lo sabe y todo lo puede, lo cómico no existe” (Charles Baudelaire).
¿Cuándo y cómo descubres que te sientes atraído por el mundo del dibujo y de las artes plásticas en general?
Cuándo, no lo recuerdo, creo que siempre. La primera culpable fue mi madre, ella dibujaba bien para ser técnica en comunicaciones. Ornamentaba los murales y letreros del centro telefónico donde trabajaba. Siempre tenía en casa plumillas y tinta. Aún tiene una hermosa letra, y se le daba muy bien lo que hoy se conoce como Lettering. Supe que lo que ella quería estudiar era Artes Plásticas, pero al finalizar la Campaña de Alfabetización, de la que ella fue parte, le asignaron eso: Telecomunicaciones. “El país necesita técnicos, no artistas” cuenta mi madre que fue más o menos lo que le dijeron, pero no dejó de dibujar.
Por otra parte, mi familia paterna es de San Antonio de los Baños, una villa particularmente cultural, cuna de maestros del humor gráfico como Eduardo Abela, René de la Nuez... Mi abuelo fue el historiador del pueblo desde 1933 hasta su muerte en 1998. Siempre me llevó a exposiciones y el Museo del Humor era cita obligada cuando le visitaba. Él me presentó a Ángel Boligán, a Francisco Villamil y a Rubén Suárez Quidiello, grandes artistas del pueblo.
También, y no por último menos importante, influyó en mí asistir ―desde los ocho hasta los dieciocho años― a la Casa de la Cultura de Bauta, donde tuve profesores con unas ganas de enseñar tremendas y amigos con los que compartíamos el bicho del dibujo y la pintura. Todos los que compartieron conmigo esa etapa en los ochenta, de una u otra forma, continúan ejerciendo el dibujo, la artesanía o la decoración.
¿Qué estudios cursaste y qué fue lo más importante que aprendiste en las aulas?
Soy casi autodidacta. Como te contaba, mis estudios fueron esos diez años en la Casa de la Cultura. Ahí aprendí a moldear el barro, a trabajar el yeso, a hacer retratos, así como el manejo del color, la pintura al aire libre, el dibujo… Excelentes profesores. Pero también consumía muchas revistas de cómics y periódicos humorísticos ochenteros. Compraba cuanto libro de pintura había en las librerías y era aficionado a la filatelia, sobre todo de arte. Aún conservo esos álbumes de sellos.
¿Cómo llegas a Juventud Rebelde en 1995? ¿Cómo valoras tu paso por este diario, para muchos el más liberal y moderno de la prensa oficialista cubana? ¿Cuáles son tus mejores recuerdos? ¿Cuáles los peores?
Pasé el preuniversitario en el campo, en Ceiba 5 (IPUEC Simón Bolívar), cerca de Vereda Nueva, en Caimito del Guayabal, hoy provincia Artemisa. Ahí seguí dibujando, ilustré un boletín impreso en mimeógrafo. Era entretenido editarlo, diseñarlo y dibujarlo. Me di cuenta de que era lo que quería estudiar. También me llamaba la atención la arquitectura, pero supe que había que ser bueno en Matemáticas, y no insistí.
Se suponía que saliendo del “pre” debía ir al Servicio Militar Obligatorio (SMO), pero un amigo de mi cuadra me pasó el dato de que si me mudaba antes de que llegara la citación no podían reclutarme, y tendrían que esperar a que me citaran a la otra dirección. Me mudé a Matanzas, donde mi abuela materna. Así pasé un año (dos llamados) “mudándome” hasta que no pude “meter más el cuento”. Igual me convino, porque cuando entré redujeron el tiempo del Servicio Militar a dos años, que antes eran tres.
Estando en el SMO ya colaboraba con algunos medios, entre ellos el extinto El Habanero, que se encontraba en el combinado poligráfico y aprovechaba siempre para pasar por la redacción del “dedeté”, en Juventud Rebelde (JR), a saludar a Tomy (el único dibujante que quedaba) y dejarle dibujos. Terminando el Servicio, en pleno Período Especial, Tomy me ofrece ir a trabajar con él.
Le tengo mucho cariño a esos años, en JR aprendí mucho con los colegas de diseño y sobre todo con Tomy que murió en 2010. Pero también hice muy buenos amigos hasta hoy. Peores recuerdos, ninguno, de hecho, los que pudieran ser “peores” fueron los mejores. Ahí vi la censura (por tonterías) que se hacía normal, natural; o por ejemplo, como JR publicaba por un lado: “El Primer Secretario del PCC, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y líder de la Revolución, el compañero Fidel bla, bla, bla… y en Opciones (periódico editado por JR para el turismo) se refería simplemente a “el Presidente cubano Fidel Castro”. Cosas así.
Lo peor vino después de irme de Cuba y conocer la otra parte de muchas historias que ilustré en JR.
También fuiste colaborador en otras publicaciones como Palante, Revolución y Cultura, o El Caimán Barbudo. ¿Puedes explicar en qué consistían estas colaboraciones y con qué frecuencia las realizaste?
En Palante colaboraba desde 1992 estando en el Servicio. Cuando salía de “pase” llevaba allí mis dibujos y ahí conocí a los dibujantes que desde niño identificaba por sus obras. Para Revolución y Cultura colaboré ilustrando cuentos, el primero era de Enrisco, y en El Caimán Barbudo fue gracias a Tomy cuando, al yo entrar en “dedeté” y dejarme encaminado, él se fue a diseñar El Caimán... y de vez en cuando me pedía dibujos.
¿Cómo surge la idea de una firma tan original y mezcla de alfabetos?
Mi firma ha evolucionado o cambiado, según lo ha hecho el dibujo. Cuando uno empieza a publicar una de las cosas que más le preocupa es la firma. Sin darme cuenta dejó de preocuparme ese tema. Hasta hace unos ocho años firmaba LAUZÁN, así de corrido. Un día no tenía espacio en una ilustración y dividí el apellido en sus dos sílabas, una arriba de la otra. Desde entonces firmé así, es una especie de cuño, hay quien no lo entiende, pero hasta ahora me resulta cómodo y lo más importante, dejó de ser importante ya que muchas veces olvido firmar mis dibujos.
En el 2000 vas a Chile y te radicas allí. ¿Qué razones te impulsan a tomar esta decisión? ¿Cómo fueron tus primeros tiempos por allá?
En 1996, llevando un año en JR, tuve la oportunidad de viajar a Martinica y Guadalupe (islas de las Antillas Menores) a trabajar por un mes con un pequeño grupo de CirCuba. Yo tenía que hacer caricaturas al público en bares y centros comerciales donde se presentarían. Cuando volví, llamé a la directora de JR para informarle y, sorprendida, me dice: “¡¿No te quedaste?!”. Yo, más sorprendido aún, pregunté si era eso lo que debía hacer. Así que, al ver que en un mes traje a casa el equivalente a seis meses de salario de mis dos padres ingenieros, me entró la curiosidad por ir a probar suerte en lo que me gustaba. No fue hasta el 2000 (con veinticinco años) que lo decido, lo cual estuvo bien, porque en esos últimos cuatro años aprendí muchísimo en JR. Se digitalizó el proceso de diseño e impresión del diario y tuve que meterme en ese mundillo digital, totalmente nuevo para mí.
Llegué a Chile muy bien recomendado: un amigo dibujante argentino le cuenta de mi arribo a un colega chileno y él me metió en el circuito de los diarios y revistas, me presentó en varias oficinas de diseño, que de a poco fueron pidiéndome colaboraciones. Por cierto, tuve que hacerme dos carpetas de presentación porque, aunque el colega chileno era de “izquierda”, él entendía que debía colaborar con quien sea y así poder vivir del dibujo. Tenía una carpeta para medios periodísticos y oficinas de diseño de “izquierda”, y otra para los de “derecha”.
Te estableces primero en Santiago, pero luego te vas a Talca donde resides actualmente. ¿Nos puedes contar las razones de esta mudada?
A Talca me trasladé después de catorce años viviendo en Santiago de Chile. Recuerda que soy de Bauta, en mi adolescencia odiaba el ambiente pueblerino, el saber que ahí todo se sabía me desesperaba. Pasé los últimos cuatro años en Cuba viviendo en el Vedado, y con el tiempo extrañaba Bauta. Además, ¡qué hambre en esa Habana de los noventa! Al final, siempre volvía al pueblo a buscar yuca, malanga, guayaba... y a los amigos. Creo que nunca me gustó Santiago de Chile, pero ahí llegué y me acostumbré. Pasó que visité Talca invitado por su Universidad a dar una charla y me enamoré de Sara. Un año después de esa visita me mudé y desde entonces digo que vivo en “Bautalca”.
En el 2003 comienzas a trabajar como ilustrador y diseñador en The Clinic. ¿Cómo llegas allí? ¿Cómo enfrentas la tarea de diseñar? ¿Lo habías hecho antes? Cuéntanos sobre tu experiencia con esta publicación para la que trabajaste hasta el 2010.
The Clinic es lo que siempre había querido hacer en Cuba. Lo veía en los quioscos y, aunque ya llevaba tres años en Chile, igual no entendía mucho los titulares, las tallas y los chistes; no sabía nada de política y sus protagonistas, pues hasta ese minuto ilustraba mucha literatura. Un día, recomendado por una conocida, presenté mi carpeta de dibujos de “izquierda” al director y empecé a colaborar. En ese entonces la tirada era quincenal y al volverse semanal y con más páginas, quedé como plantilla ilustrando y como uno de los dos diseñadores.
A diseñar aprendí con Tomy, cuando se fue era yo quien diseñaba la última página de JR que era lo que quedaba del “dedeté”. También diseñé los tres o cuatro números del “dedeté” con dieciséis páginas que, junto a Ares, Garrincha y Jape en un intento por volver a sacarlo como suplemento aparte de JR, hicimos entre 1997 y 1999, si mal no recuerdo. Salía con una frecuencia muy rara, cada cuarenta y cinco días. “Suplemento humorístico cuarenticincoanal” de JR, así le decíamos. Pero llegó la campaña por el regreso del tal Elián y se acabó lo que se daba, creo que eso también influyó en irme.
Siempre digo que The Clinic fue mi universidad, conocí a muy buenos diseñadores, editores humorísticos y periodistas durante esos años, algunos son hoy mis mejores amigas y amigos en Chile. Además, me ayudó a meterme de lleno en la realidad chilena y sus protagonistas, desde la política hasta la farándula. Conocí la libertad de expresión desde el humor y sus consecuencias, por supuesto. Llegaron hasta amenazas de bombas a la oficina, lo que no pasó de falsas alarmas.
Decir El Mercurio es referirnos al “decano de la prensa latinoamericana”. ¿Cómo te vinculas a esta publicación con tus dibujos en su Revista de Libros?
Por Guillo, el caricaturista chileno que me presentó Langer, el dibujante argentino. Gracias a él pude publicar, desde que llegué, en algunas publicaciones, entre ellas El Mercurio. Colaboré con su Revista de Libros varios años, hasta que se dieron cuenta de que también lo hacía para The Clinic y no me pidieron más dibujos porque este último “webiaba” (jodía) al “decano latinoamericano”. Me quedé con The Clinic porque “webiaba” a todos (los de derecha e izquierda) y porque se acercaba más a lo que más me gustaba: el humor gráfico.
El que tus obras hayan aparecido en otras publicaciones chilenas como La Tercera puede interpretarse como sinónimo de aceptación por parte del público, pero también de adaptación del creador al nuevo contexto. ¿Hay cambios en tu manera de trabajar para un público diferente al cubano o crees que los códigos que manejabas son universales?
Puede ser lo de la aceptación del público y eso es lo que uno quiere creerse, pero también influye que al editor le guste tu trabajo y también el “pituto” (la palanca). En La Tercera publiqué gracias a uno de sus diseñadores que conocí cuando trabajamos juntos en otra publicación. Sin embargo, yo había ido allí años antes, cuando llegué a Chile, y no había tenido suerte, quizás no estaba “maduro”, o simplemente no tenía el “pituto”.
Creo que aunque cubanos y chilenos tenemos más o menos los mismos códigos humorísticos, no los planteamos ni recepcionamos de la misma forma. Tanto es así, que cuando soy chilenamente irónico, los cubanos lo toman muy a pecho; lo mismo pasa cuando soy cubanamente directo con los chilenos. Creo que he aprendido de ambas formas de hacer humor, por muy locales que sean mis dibujos sobre ambos países, siempre serán universales mientras se tenga la suficiente información sobre ambos.
Has reflejado la realidad chilena con muchísimos trabajos humorísticos que tocan desde el fútbol hasta la emigración, y quiero detenerme justamente en estos dos aspectos. ¿Cómo osa un cubano reflejar, nada menos que al Colo-Colo, el equipo que ha sabido ser campeón, y hacer humor con una derrota de La Rojita ante Bolivia? ¿Cuál fue la respuesta ante esa caricatura en cuyo título se lee “Día de la Patria” y debajo se ve la ciudad en la que se oferta ají de gallina, feijoada y otros platos típicos de países latinoamericanos que muestran el alto flujo de inmigrantes en Chile?
Empecé a dibujar sobre fútbol cuando, para el Mundial de Brasil en 2014, el diario Publimetro Chile sacó el suplemento El Gráfico (versión chilena de la revista de deportes argentina) y tenía que dibujar sobre el tema diariamente. Cuando el director me propone la idea no sabía ni hostia del fútbol chileno, pero siempre me gustó el fútbol y hasta lo jugué mucho tiempo en mi adolescencia. Al principio, me pareció un desafío inmenso, pero con la ayuda de los editores y diseñadores pude ir soltándome y, al final, eran ellos los que me pedían qué hacer con este o aquel tema. Fue un gran ejercicio que duró tres años y entre medias pasé uno haciendo un dibujo diario para Yahoo! Noticias (Latinoamérica) junto a Garrincha y Langer. Una locura que añoro.
Trabajando para El Gráfico, ya empapado del fútbol chileno, sus chismes y personajes, me proponen hacer un cómic sobre la historia de Colo-Colo. Una novela gráfica que demoró cinco años en terminarse, salió en diciembre de 2018.
Me gusta el humor deportivo, pero hay que estar muy conectado con lo que acontece y si no tengo dónde publicarlo mejor ni meterme en ello. Pero cuando juega Chile algún partido importante siempre trato de hacer algo para darles “cuero”, sobre todo cuando pierden.
Muchos chilenos están cansados de tanto inmigrante que ha llegado en los últimos tres años, yo veo la parte positiva: la jama. Me encanta la comida peruana, brasileña, ecuatoriana… El tema de la inmigración es delicado, pero también sabroso.
Entre los cubanos eres muy conocido por tus colaboraciones con Diario de Cuba. ¿Cómo te vinculas a esta publicación? ¿Tus caricaturas allí responden a peticiones concretas o te dejan libertad para crear?
Me vinculo a Diario de Cuba (DDC) gracias a sus fundadores que antes pertenecían a Cubaencuentro, y ahí colaboraba con las portadas de Guamá y sus suplementos. Después que frené un poco el blog de Guamá, decidí dibujar más sobre la actualidad cubana y ahí hablamos sobre cómo trabajar periódicamente. En DDC tengo total libertad temática y de creación. Alguna vez me piden tratar algo específico, pero siempre desde mi autonomía creativa. Gracias a DDC puedo mantenerme constantemente entusiasmado con la realidad de Cuba.
Ha sido muy polémica la utilización de figuras y hechos históricos que reinterpretas (la Protesta de Baraguá en la que tanto cubanos como españoles tienen teléfonos móviles en sus manos; la caída de Martí en Dos Ríos montado en avestruz; el propio Martí montando un bicitaxi, etc.) ¿Por qué apelar a estos referentes? ¿Entiendes el rechazo que pueden despertar tus dibujos entre los cubanos de la Isla y del exilio?
¿Sabes qué? No, no me interesa entender ciertos rechazos con ídolos icónicos que también me pertenecen, forman parte de mi vida creativa. Si un pintor vive en la iglesia pintará mucho a Jesús: naciendo, predicando, sanando, cargando la cruz, descendiendo de ella y así… Yo dibujo a Martí, a Maceo, al Ché, a Fidel, etc… porque me los metieron hasta la médula. Es una especie de sanación “diversionista” y/o venganza ideológica. Además, fueron de carne y hueso, con sus defectos y virtudes, son íconos exquisitamente caricaturizables que, desde sus respectivos momentos históricos, me sirven para entender y representar la Cuba de hoy.
Tu trabajo ha aparecido en El Nuevo Herald, de Miami, Kayhan Caricature, de Irán, Cubaencuentro o Tmeo, de España. ¿Cómo eliges las obras que envías a cada publicación?
Trato de enviar de todo y que escojan, pero casi siempre me piden este o aquel dibujo o bien algo hecho especialmente para cada publicación.
Hay dos obras tuyas en las que hablas de temas universales apelando al famoso Cubo de Rubik. En una de ellas es nuestro planeta el que se refleja en las diversas caras; en el otro, los símbolos de las tres grandes religiones monoteístas: Judaísmo, Cristianismo e Islamismo. ¿Has pensado en una serie en la que, con el referente del Cubo de Rubik, hables de otros temas globales?
Ambos son dibujos de cuando llegué a Chile, impresionado con la diversidad de nacionalidades y religiones que encontré acá y de cómo convivían entre sí. Mi primer techo en Santiago de Chile fue un departamento que compartíamos un chef peruano católico, un técnico en computación ecuatoriano judío, otro chef tailandés budista y yo, dibujante cubano ateo. El único día en que nos juntábamos era el domingo para cocinar, siempre me tocó hacer frijoles negros, les encantaban. Ninguno entendía cómo a mis veinticinco años no creía en nada, en cambio, yo era todo curiosidad sobre las religiones. Un día hice “moros y cristianos” y creyeron que ya estaba empezando a creer en algo. Y no, no he pensado en esa serie, ya que el Cubo de Rubik es uno de los temas vetados en una lista que tengo de temas y objetos con los que evito ilustrar, es que se ha usado mucho, incluso por mí.
Dentro del humor gráfico que realizas se destacan tus caricaturas. ¿Cómo trabaja un humorista este, digamos, género dentro del humor gráfico? ¿Eres de los que rehúsan resaltar defectos físicos o todo lo contrario?
Me gustan más los defectos morales. Aunque no les llamaría defectos, más bien efectos inmorales. Y, claro, si alguien tiene las orejas grandes, será parte importante de la caricatura, pero ojalá ese orejón sea también políticamente sordo a las diferentes formas de pensar.
Aparquemos por un rato el tema del humor en los medios porque, si bien es cierto que es esta tu faceta más conocida entre los cubanos, también lo es que has sido, entre otras muchas cosas, ilustrador de libros. Comencemos por Montaña Bazofia y tu colaboración con Daniel Castro y Lorena Penjean en este volumen de la Editorial Hueders. Cuéntanos al respecto.
Creo que es imposible divorciar a Montaña Bazofia del humor, ya que es el cómic más humorístico que he hecho. Pasa que los personajes son parte de una serie televisiva chilena de títeres llamada 31 minutos, llena de absurdos y humor que llevamos a formato cómic. Se publicó otro, Mburu, con la misma carga delirante en su historia. Estos libros los hice justo cuando salgo de The Clinic, nunca había dibujado historietas tan largas, con guiones de los que escribían una serie de la que no me perdí un capítulo. Los disfruté mucho y aprendí muchísimo más.
Especialmente hermosas me parecieron las ilustraciones para La Cuncuna De Fierro, texto que habla del Ramal Talca-Constitución. ¿Cuán complicado fue realizar este trabajo?
Ese fue un libro que hice junto a mi esposa, Sara (diseñadora gráfica) y un amigo, Yasser Villazán (también cubano y con quien hacemos Guamá), que escribió los textos. Nada complicado, pues el recorrido que hace el Ramal, desde Talca (ciudad donde vivo actualmente, a 300 kilómetros al sur de Santiago), es muy ilustrativo. Especialmente inspirador, es lo más rural y típico de la zona central de Chile.
Para la Editorial Estero trabajaste en la ilustración de la Colección Animaule (2017), con textos basados en la tradición oral chilena como El Treile Mudo, La Gallina Justiciera, Cachitos de Oro o El Chancho Pillo. ¿Habías ilustrado antes textos para niños de tan corta edad? Un amigo me contó que los dibujos de la portada de uno de sus libros de literatura infantil y juvenil le tomaron seis meses de trabajo al ilustrador. ¿También te resultó tan difícil a ti? Cuéntanos del proceso de creación de estas hermosas ilustraciones.
Estero es una mini editorial que tenemos con Sara. Animaule es una serie basada en cuentos de la tradición oral de la región del Maule, donde vivimos. Hemos recopilado varios de esos mitos y leyendas campesinas y las ilustramos. Imprimimos y encuadernamos nosotros, totalmente a mano. No me cuesta ilustrar siempre y cuando me inspire el texto o el tema a dibujar. Creo que cada día simplifico más mi dibujo y me centro más en el mensaje. Seguramente hay ilustradores que se toman más tiempo, en mi caso trabajo de una vez. No puedo parar hasta terminar porque mañana estaré haciendo otra cosa y se me corta el hilo. Me cuesta más continuar que empezar.
Cuba sí. Cubanos también: Memorias del “deshielo” Cuba-USA. ¿Nos hablas de este libro publicado por Hypermedia?
Es una recopilación de dibujos que hice durante los dos últimos años de gobierno del presidente Obama, pasando por la muerte de “QuienTúSabes”, hasta que gana Trump las elecciones. Todos publicados en Diario de Cuba. Lo más interesante, quizás, es que están ordenados cronológicamente. Es una especie de documental para recordar, desde la sátira, lo que pasa ahora y viene mañana. Creo que hoy dibujo (cambiando los personajes) las mismas situaciones que están presentes en los más de 200 dibujos que contiene ese libro. Humorísticamente, Cuba es una historia sin fin.
Llevas un blog y durante años parodiaste al oficialista diario Granma con tu periódico Guamá, al que te has referido a lo largo de la entrevista. ¿Qué te han aportado estas publicaciones?
Es uno los proyectos que más me ha gustado realizar, me busqué muchos enemigos, pero muchísimos más amigos y me permitió conectarme con la Cuba que no quiero, la del totalitarismo a la cara y el abuso campante. Vacilamos a todas las publicaciones oficialistas. Guamá nació en 2008, hasta 2014 diariamente poníamos algo, pero Cuba cansa. Además, andaba en otros proyectos que consumían mucho tiempo. Hemos vuelto, pero con otro ritmo y cuando realmente un tema merece una portada. Me atrevo a afirmar que Guamá creó las primeras jodederas gráficas políticamente incorrectas que ahora llaman “memes” (incluso antes de que se les llamara así) sobre el mal gobierno cubano. Es complejo lo que me pasa con Guamá: amor, añoranza, odio, repugnancia… Lo mismo que me pasa con Cuba.
“Desparpajo, demoledor, brutalmente honesto…” son calificativos que han querido definirte. ¿Serías capaz de hacerlo tú mismo?
Siento que todo lo que he hecho y hago no es más que intentar ser sincero conmigo mismo. Puede que diga: “Mmm… esto hoy lo haría así”, pero jamás arrepentirme de haberlo hecho. Cero autocensura, funciono de la siguiente forma: “es a otro yo al que se le ocurren las cosas que dibujo y no le puedo decir que no”. Una especie de Charlie en Irene, yo y mi otro yo. La otra cara es el espectador que los interpreta según convenga y te achaca significados que ni yo ni mi otro yo imaginamos.
En el XXX Salón Nacional de Caricatura Personal Juan David 2018, el segundo y tercer lugar se declararon desiertos y una de las dos menciones fue a manos del ganador del primer lugar. ¿Significa que hay una crisis en el humorismo gráfico cubano? ¿Qué piensas en general de nuestros humoristas gráficos, teniendo en cuenta que has estado ligado a ellos como editor del suplemento humorístico de Juventud Rebelde “dedeté”? ¿Qué crees de ese humor que defiende la “continuidad” del proceso revolucionario y se muestra acrítico ante los grandes problemas del país?
Por lo que cuentas, pareciera que había más jurados que participantes. Claramente es señal de que no se está haciendo mucha caricatura, o bien no se está participando, o peor, se está haciendo mala caricatura personal. Quizás son los premios que se entregan o una mezcla de todas las cosas anteriores y, como bien dices, existe una crisis. Pero fíjate que desde que tengo memoria siempre se habló de crisis en el humor gráfico. ¡Debe ser algo coyuntural!
Pienso que hay excelentes humoristas gráficos, pero evidentemente viven en una burbuja (la misma que habité yo) que no quieren, no pueden vulnerar. Ya sea por costumbre o por conveniencia. Jamás el humor ni los humoristas gráficos han estado en crisis, son los medios para los que trabajan los que los mantienen así; en el antiimperialismo ramplón y el silencio ante lo que realmente podrían satirizar. Seguramente a más de uno le gusta lo que hacen para los medios oficialistas y se sienten orgullosos y lo respeto, pero lo que no es normal es que no existan otros canales para mostrar lo que otros sienten sin censura ideológica. ¡Es que allá lo anormal es tan normal! En general creo en la libertad creativa de cada cual, aunque no quieran mirar más allá de la burbuja.
He visto varios humoristas gráficos muy jóvenes con ganas de hacer algo diferente, y ahora con internet y las redes sociales debe ser interesante lo que se está experimentando. Supongo que sea más fácil decidir en estos tiempos si romper o no la burbuja.
Más que con palabras, esta entrevista solo puede terminar con dibujos, ilustraciones, “muñequitos”, por eso te propongo un par de retos para decir “hasta luego”. El primero: una autocaricatura. Y el segundo: un dibujo inédito y original que creas que recoge las intenciones de tu entrevistador.