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Libros | Nadie se va del todo. Un libro sobre la diáspora musical cubana

A pesar del drama de la emigración, los músicos cubanos han sabido dialogar con otras culturas y enriquecer la propia.

Portada de "Nadie se va del todo. Músicos de Cuba y del mundo"

En ferias del libro en Cuba, a lo largo del país, se ha presentado un libro que nos revela, a los residentes en la isla, una parte de la geografía espiritual de nuestra patria que ha estado velada por mucho tiempo, un amplio territorio musical que se ha intentado estigmatizar o incluso desaparecer de nuestra historia reciente. Es un volumen muy especial sobre la diáspora musical cubana. Quizás muchos investigadores hubieran podido escribir un libro similar, pero el autor de Nadie se va del todo. Músicos de Cuba y del mundo (Ed. La Luz, 2017) es Joaquín Borges-Triana, un periodista melómano, dueño de una buena mezcla de conocimiento académico y «conocimiento de vida» que le ha servido para expresarse con toda autoridad sobre el tema en cuestión.

El propio título del libro es tentador. La diáspora musical cubana existe, aunque no se mencione de ese modo en los medios oficiales. Cuántas veces ha sucedido que, nada más haberse exiliado, un músico pasa a la categoría de «prohibido», tanto en la radio como en la televisión. Otros, que «no se han ido del todo», pero que han osado expresar alguna crítica no autorizada (a la sociedad cubana o a su gobierno), más bien están «marcados», o sea que los realizadores del espacio decidirán si se hacen notar demasiado o no en su trabajo. Y casi siempre deciden no buscarse problemas haciendo que «por su propia voluntad» el músico «marcado» también entre al grupo de «los prohibidos».

Pero el libro de Joaquín es libre y objetivo. No está escrito con el ánimo sectario que reparte elogios de acuerdo a las posiciones políticas de los artistas. Este libro está escrito desde el amor y el interés por la música cubana, sea interpretada en Barcelona, en Miami o en Reikiavik. Y por eso es revelador, porque con la información que aparece en Nadie se va… se despierta la curiosidad por los músicos que (prácticamente desconocidos entre quienes viven en la isla), han intentado continuar (o han iniciado) su carrera en el extranjero. Son los músicos «transterrados», como los llama Joaquín, y su labor, durante las dos últimas décadas del siglo XX y los primeros diecisiete años del actual, llena las casi trescientas páginas de este libro.

La lectura de Nadie se va… ayuda a esclarecer las diversas rutas que ha recorrido la música cubana y el modo en que la apropiación de una cultura cosmopolita ha influido en las nuevas producciones. De igual modo, es posible conocer el modo en que la industria musical también ha abierto las puertas a muchos músicos cubanos y lo complicado que puede ser un nuevo modo de trabajo con exigencias y horarios no comunes en la Isla.

Al adentrarse en este libro muchos escucharán por primera vez el nombre de músicos con larga carrera fuera de la isla, que a pesar de haber estado mucho tiempo lejos han logrado mantener su identidad cultural, aderezada con influencias de otras naciones y comunidades. Se sorprenderá el lector y melómano al descubrir que, en ocasiones, cuando se está lejos de Cuba más fuerte se vuelve la impronta de lo cubano, tal vez como una manera natural de mantener el vínculo con la patria en medio de la confusión y el drama de la emigración.

En este ambicioso volumen caben todos: salseros y jazzistas, cantantes líricos, rockeros y raperos, entre otros. Joaquín Borges-Triana nos muestra el modo en que, en sus recorridos por diferentes circuitos musicales del mundo, los cubanos han dejado entrar en sus producciones otros ritmos, algunos añejos, otros contemporáneos… lo que demuestra la interacción cultural que puede generar la diáspora, y que beneficia tanto al inmigrante como a la sociedad que lo recibe. En este libro Borges-Triana demuestra cómo el intercambio generado por estos músicos, alimenta y renueva la cultura cubana independientemente del sitio donde esta se muestre. La música ha ayudado a que Cuba no se cierre al mundo, y esto, tal como lo demuestra el autor, es algo que ha ocurrido desde siempre. Ahora es una cuestión más visible, pero a los músicos cubanos siempre les ha gustado experimentar, viajar, explorar, dialogar…

Caben todos y cabe todo, Nadie se va… contiene una parte valiosísima de la música y de la vida de hombres y mujeres perseverantes que tratan de desarrollar su trabajo y su pasión, en un medio a veces hostil, no solo por tratarse de inmigrantes, sino por ser músicos, muchas veces virtuosos, que insisten en no irse por lo puramente comercial.  Entre estas páginas no podían faltar artistas como Celia Cruz, Willy Chirino, Arturo Sandoval, Gema Corredera, Pavel Urquiza, Mike Porcel, Lucrecia, Descemer Bueno, Boris Larramendi, Las Krudas y muchos otros que han aportado o siguen aportando a la cultura musical cubana, y a esa categoría tan compleja que trasciende posicionamientos metafísicos llamada "lo cubano".

 

 

Aparte de los datos puramente musicales Nadie se va… nos muestra la aventura que significa ser músico cubano en el extranjero. Para eso el autor se sirvió de su intercambio personal con varios amigos que le aportaron de primera mano datos sobre la vida cotidiana de los artistas, sus impresiones frente a un estilo de trabajo diferente al cubano, la cohesión de los grupos y las perspectivas de quien trabaja a solas ante las diferentes situaciones que se deben encarar. Al interesarse por la obra musical tanto como por el ser humano que la ejecuta, se trasciende la pura investigación para lograr, más que un libro, una conversación donde nos identificamos con las ilusiones, y también frustraciones, de otras personas que están tratando de salir adelante con lo que mejor saben hacer.

Es importante señalar que el espíritu crítico de Borges-Triana no se nubla solo porque esté hablando sobre músicos cubanos. Cuando hay que elogiar, elogia; cuando hay que amonestar, también lo hace. Es así como Pitbull no sale bien parado, «su obra no posee pretensión artística ninguna y solo es portavoz de una remarcada intención comercial». No todo puede ser diamante, sin embargo queda un buen sabor de boca al conocer sobre tantos músicos que han brillado gracias a su genio artístico. Es imposible mencionarlos a todos, pero no hace falta, porque al final del libro nos encontramos con una «Discografía esencial recomendada» (quinientos discos en total) que puede servir para tener una idea de lo diversa y valiosa que es la producción de la diáspora musical cubana. Esto, luego de diez capítulos de teoría, música, anécdotas, letras de canciones, historia y crítica de la mejor, donde, eso sí, abundan los aplausos que el autor argumenta acertadamente.

Este es un libro que debe estar en las bibliotecas de las escuelas de música y de las universidades de Cuba, pero hay un lugar donde sería sensacional que estuviera, y es en las librerías de los aeropuertos de la Isla, no solo por lo significativo del título como tal, sino por el fragmento de historia de la música cubana que contiene, más allá de estereotipos y de lo que comúnmente en materia de música se vende y promociona en estos sitios.

Nadie se va del todo… no termina en su última página, ni en el último disco de esa lista que, seguramente, a su autor le costó resumir. Este es un libro en constante evolución, pues los cubanos no paran ni de hacer música ni de buscar otros horizontes. Estos dos últimos años han estado llenos de noticias, grabaciones, presentaciones y talentos emergentes, al final, el tiempo dirá quienes conseguirán pasar la gran prueba, pero documentar todo cuanto se pueda sobre la diáspora musical cubana es una labor imprescindible para apoyar nuestra música, para reencontrarnos y reconocernos en el otro, sin que importe la distancia.

Ana Rivero

Ana Rivero en revista Árbol Invertido.

(La Habana, Cuba). Licenciada en Periodismo (Universidad de La Habana). Profesora, periodista y crítica de arte. Ambientalista y feminista. Reside en la provincia Mayabeque, Cuba

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