Con una visión en movimiento de tu obra, ¿cuáles han sido tus formas poéticas distintivas?
Querida Aimée, no por estudios poéticos he llegado a esas formas, sino por intuición. Entonces, encuentro una raíz árabe, persa, metáforas que pueden recogerse en el Zohar, en la raíz de El Cantar de los Cantares o, de acuerdo con mi amigo Oswaldo Pradere, dentro de la obra de San Juan de la Cruz. Esto ha ido ocurriendo paulatinamente, en la medida que mi espíritu y cerebro han ido redescubriendo la majestad del sonido y la palabra para expresar lo sentido o visto a través del atemporal donde resido.
El movimiento dentro de mi obra ha sido y es consciencia expansiva de vida y experiencia desde el concepto de un continuo presente. La poesía en mí ocurre en atemporales de rítmicas. Cada vez comprendo en mayor grado que lo experimentado es, en realidad, calidad de infinito, mostrando su presencia a espirales que develan y configuran las facetas del potencial de lo desconocido interna y externamente en relación a lo humano y lo divino dentro de cada existencia en este planeta y fuera del planeta. Es memoria de ADN en espíritu que constantemente se transforma dentro de cada organismo viviente.
¿Te identificas con la estética del barroco? ¿Qué ha significado para ti el cosmos poético de Sor Juana Inés de la Cruz y Lezama Lima? ¿Cuáles son tus dioses tutelares?
La vida para mí es barroca, pues todo cuanto me rodea: colores, olores, texturas, sentires y pensares son expresado de modo barroco. Por ejemplo, nada más barroco que los tonos verdes y azules de mi lugar de origen. Vivo en otra isla barroca por excelencia y eso influye en el contexto de lo creativo. En mí, Juana fue mujer que vivió y convivió dentro de dos culturas sumamente ricas en expresiones. La indígena, de su amado México, y la española. Ella transitó la mítica de los mexicalis en toda su potencia y su raíz de profecía y magia, mas también atravesó la orfebrería de la lengua cervantina con propiedad y belleza. Lezama, amante de la palabra, igual que Juana, sueña y fabrica su marea de imágenes, rompe con los cánones del momento en que vive y potencia un replanteamiento de la creación, no a partir de generaciones, sino en entendimiento del poderío creativo que aúna el proceso de crear desde y entre las generaciones. En ambos encuentro una conexión que fluye sin esfuerzos. El ritmo de la poesía es un dios tutelar que me habla siempre. Es pasión y razón de mi proceso creativo.
Las escrituras míticas ocupan un lugar central en tu poesía. ¿Qué te ha motivado a recrear la mitología yoruba y a mitificar el cuerpo erótico?
Cada libro de poemas comienza dentro de mí con un ritmo distintivo y fluye temperamentalmente inagotable y, claro, sin esfuerzos. Es una partitura que se vuelve visión y luego cobra figura fuera de la retina y el cerebro, es un cuerpo de palabras vivo que respira y es por mí respirado. Considero la creación un cuerpo erótico. Dios o la energía divina inherente a cada célula es erotismo al máximo... Dios o la energía divina es amante en constante entrega de sí. Como la poesía, Dios es atemporal y en constante descubrimiento de sus facetas en creación. Oricha u Orisha es sonido de energía primal. Es el concepto de la diversidad del Dios en todos los aspectos visibles y etéricos del planeta, por cuanto la divinidad se manifiesta en el agua. En este caso Yemayá, en todos sus avatares, pues es ella el paso de la materia a su creación visible. Cada oricha representa no solo un aspecto múltiple de la divinidad, sino también su aspecto humano. Para que la humanidad se vea en este reflejo y pueda cambiar aquello que necesita ser dentro de sí. Para que el ser humano superior o, como lo llaman los judíos, el Adam Kadmon se manifieste y salga a la luz con todo su esplendor.
En un poema reciente te autocaracterizas como yo inagotable, a la vez, tu poesía es dialogante, el tú es también una figura principal. ¿Ese rejuego de identidad/alteridad pudiera considerarse central en tu visión poética?
Sí. Cuando estoy creando un poema ocurre que yo soy los seres o las cosas inherentes a la vivencia, por cuanto el yo o el tú es experiencia por mí vivenciada en carne propia y es consciencia de que la fragmentación entre los seres humanos no existe, todo está entrelazado, todo se relaciona. Por eso me reconozco inagotable en mí y en los otros. Y así, este rejuego de identidad/alteridad es parte fundamental de mi obra poética. Es como me manifiesto y reconozco a los otros, los que me leen o no.
Tu poética es abierta a vastos espacios e intimista, erótica y espiritualista, de los sentidos e intelectual, de la fijeza y el tránsito, ¿será que esas ambivalencias te acompañan?
Yo veo la vida y la siento y la vivo en estos vastos espacios, en todos sus potenciales visibles y etéricos... Porque es ahí donde lo conocido se hace desconocido y, entonces, el pulso del vivir es inenarrable, imprescindible, esplendoroso y único, en su espiral de infinitudes y presencias.
Como ser vivo estoy fija y dentro de esa naturaleza que hoy se conoce como Alina Galliano, no obstante, soy criatura en tránsito, pues estoy en constante descubrimiento de mis procesos como persona y poeta. Entonces, lo que quizás otros llamen ambivalencias, son para mí los péndulos de mi aprendizaje y desarrollo a través de mis vivencias y expansiones.
¿Cómo vives tu diáspora? ¿Las diversas culturas y lenguas, que en ti conviven, consiguen dialogar? ¿Te alimentas de tu cultura originaria?
Amo la diversidad de esa diáspora. Las sutilezas y el barroquismo que en ella se efectiva constantemente. Yo estoy en la sincronía de esas diversas lenguas y culturas que me pronuncian, me dialogan, me viven. Me alimento de mi cultura originaria. Nunca he querido perder esa riqueza, por esa razón escribo en español, aun cuando he vivido en este país de Estados Unidos muchos más años que en mi país de origen, Cuba.
De: Poesía insular de signo Infinito. Una lectura de poetas cubanas de la diáspora (Madrid: Betania, 2008)