A Jesús lo conocí en La Escuela Vocacional Lenin cuando era fan al rap, y creo que todavía lo es. Nunca me pasó por la mente que me iba a acompañar cinco años en la carrera de Periodismo, ni que tan rápido tendría publicado un libro y en proceso de escribir tres más.
Entrevistarlo no fue muy fácil, pues como trabaja en el diario Granma siempre anda buscando historias y viajando a provincias del interior para reunir fragmentos que le ayuden a hacer por un lado el mismo periodismo de siempre y por otro uno distinto, de vanguardia, un poco más dialogante con la gente y menos con los “cánones establecidos”. Y por supuesto, investigar para sus libros.
Cuando al fin llegué a él, todo transcurrió como siempre pasa. Café, cigarros y la escalera de su edificio en Centro Habana. “Dale, tira pa´cá, pero no sé qué quieres que te diga que tú no sepas ya”, me espetó con una risa infantil.
¿Qué cuentas en Los perros? ¿Cuánto hay de tu experiencia personal?
Los perros es la historia de todo lo que había en mi cabeza cuando andaba borracho o fumando por ahí. Eso, ficcionado; envuelto en una historia que, como casi todas las ficciones, es personal y a la vez no lo es.
¿Cómo fue el proceso que dio vida a Los perros?
Estaba en la cama con una libreta y con un bolígrafo escribiendo algo, o haciendo figuritas en las hojas, perdiendo el tiempo. Me acordé de aquello, del tiempo aquel del que te hablaba antes, de amigos y de noches incesantes tomando ron y fumando en los bancos o en el piso del Parque G, deprimidos, dormidos en los bancos, o dormidos en la yerba del parque, que es como pasamos esa etapa entre 16 y 18 años mis amigos de La Lenin y yo (¿te acuerdas de eso?), o tratando de conocer chiquillas que hicieran olvidar a otras chiquillas que se dejaban besar por dos tragos, una guitarra y por cualquier pedazo de una canción de Drexler.
En fin, estaba en la cama, se me ocurrió la historia de Los perros (que, obvio, fue cogiendo mejor forma por el camino, mientras la escribía) y la partí por capítulos. Hice una lista con los diez capítulos y puse más o menos lo que debía pasar en cada uno, y unos primeros títulos que se me mantuvieron casi todos… Y ya, a partir del croquis, empecé a hacer capítulos regados. El primero, fue el cinco.
El libro muestra una realidad sórdida, ambientes lúgubres y deprimentes. Una vez que está ubicado en Cuba, ¿crees que así es la realidad de muchas personas, sobre todo los jóvenes?
La realidad que es sórdida para uno no es necesariamente la realidad que es sórdida para otro, y otro y otro hasta que se arme un país. Lo mismo pasa con todas las tristezas. Ahí van dos o tres tristezas mías y también va la forma en que funcionábamos y funcionamos ellas y yo. Va la manera hermosa en la que uno, en medio del delirio, se sienta a ver cómo delira el otro y a imaginar que es el mismo delirio, o por lo menos uno semejante. Y va mi realidad de aquel momento que era la realidad de muchos jóvenes, del Parque, sobre todo, que se pasaban la vida quejándose sin saber bien de qué.
¿Qué te inspiró a hacer un libro así, tan desgarrador?
No sé. Hay quien hace fotos, o canciones, o juega dominó, y quien supera las cosas escribiéndolas…
Los perros es una suerte de crónica social de esta época que vivimos, un derrumbe de paradigmas… ¿Cuánto de periodismo hay en el libro?
Yo no quería que hubiera periodismo, pero lo hay, porque es inevitable. No sé si hay mucho o poco, pero hay.
¿Crees que el periodismo que se hace en Cuba hoy está divorciado de la literatura? ¿Qué espacios pudieran potenciar este tipo de periodismo, sobre todo en la prensa estatal?
Ahora hay menos divorcio que hace un año. Por lo menos, en los medios estatales. Y espero que, en un año, haya menos divorcio que hace dos.
Mi tesis, por ejemplo, fue demostrar (entre muchas comillas) que se podía hacer periodismo literario desde Granma, porque es verdad que en Granma no había mucho, y utilicé para eso la página de opinión de los viernes, que era el único espacio que tenía el periódico para esos géneros, y me gusta que ya tiene dos páginas (la de los miércoles), y creer que pronto habrá más. También, en Granma por lo menos (hablo por Granma porque es donde trabajo), se le ha empezado a dar más relevancia a las historias de vida, y a la manera de contar estas historias. Eso es hermoso. Es volver a los tiempos de Roger Ricardo escribiendo crónicas imbatibles desde Cuito Cuanavale, aunque ahora no haya Cuito Cuanavale. Y es ponerse a tono con las nuevas (no tan nuevas) maneras de hacer el periodismo, sin renunciar a la nota informativa y sin dejar de ser Granma, de cumplir los objetivos de Granma.
También me gusta que se está potenciando la parte visual, las infografías, que hay más espacio que antes para las fotos; que se está explotando el trabajo en la web, haciendo cortes de video. Que está dejando de ser un periódico y empezando a ser un multimedio… Ojalá siga así.
¿Qué piensas que le puede estar faltando al periodismo cubano hoy? ¿Cómo se podrían solucionar sus carencias?
Además de la gran parte económica, lo que le falta es bomba. Al progreso se llega trabajando.