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Coronavirus en Cuba: convertir el revés en victoria

En la expansión del coronavirus, el gobierno ve la posibilidad de recuperar su principal fuente de ingresos: exportar médicos.

Pasajeros en guagua, con nasobucos.
Pasajeros con nasobucos en un ómnibus en La Habana. | Imagen: Jazmín de la Sierra

Si el asalto al Cuartel Moncada fue un revés desde el punto de vista militar, pero terminó siendo una victoria política para el hasta entonces poco conocido Fidel Castro (que escapó sin pisar la instalación militar, luego tuvo un juicio con todas las garantías y se benefició de una amnistía menos de dos años más tarde) tras la masacre llevada a cabo por los soldados del cuartel contra los asaltantes capturados, ¿por qué los buenos discípulos del difunto eterno líder de la Revolución Cubana, no serían capaces de convertir el coronavirus en una victoria, tanto política como económica?

Por buenos discípulos del eterno líder no me refiero al pueblo cubano, sino a la cúpula de la “continuidad”. No es que el gobierno cubano quisiera ver asomar la corona del virus, menos aún que les dieran con la pandemia por el medio de la coyuntura. Pero si la vida te da limones, haz limonada.

Eso hizo o intentó hacer el gobierno: exprimir, no limones, sino turistas asustados que huyeran de Europa para refugiarse en “… los rayos del Sol” que promovía la empresa estatal Havanatur. No les dio tiempo exprimir como se debe. La diabólica internet, las inoportunas redes sociales, que no permiten el control sobre la información de los buenos viejos tiempos (“…éramos los dueños de la noticia”, escribía el general Ulises Rosales del Toro en su cuenta de Twitter, en marzo de 2019), en las que cubanos de dentro y de fuera exigieron el cierre de las fronteras después que se registraron los primeros casos, todos importados, obligaron a trancar el dominó.

¿Pero quién dijo que todo estaba perdido? Aunque se desconoce cuántos turistas lograron entrar a la Perla del Caribe entre el 12 de marzo (fecha de publicación de la publicidad de Havanatur) hasta el momento en que las fronteras quedaron abiertas solo para residentes, el 23 de marzo, había 9413 turistas en casas particulares. El gobierno anunció que paulatinamente serían enviados a hoteles.

Todos esos huéspedes que en circunstancias normales habría absorbido el sector privado, han tenido que ir a los hoteles estatales, y almorzar y comer en los hoteles estatales donde solo tienen cubierto el desayuno, porque no pueden salir.

Pero sería ridículo pensar que arrebatarle al sector privado esta cantidad de turistas, ínfima en comparación con los que habrían entrado a Cuba sin el coronavirus (o justamente gracias a él, si el virus se hubiera quedado en Asia, Europa y América del Norte) es una victoria.

No, el coronavirus es una pandemia, que (hasta hoy) ya registra más de 756.000 casos y 36.000 muertos, en 194 países, y que no se sabe aún cuánto durará. No es solo Cuba quien ha visto paralizarse el turismo con el cierre de las fronteras. Este sector es uno de los más afectados en todo el mundo, por el brote de COVID-19. La Organización Mundial del Turismo (OMT) estima que, en 2020, las llegadas de turistas internacionales podrían disminuir entre un 1% y un 3%, en comparación con el aumento de entre un 3% y un 4% previstos a principios de enero. Se prevé que la región de Asia y el Pacífico sea la más afectada con una disminución entre el 9% y el 12%. Sobre el resto de las regiones, la organización considera prematuro hacer previsiones teniendo en cuenta la rapidez con que evoluciona la situación.

Los sistemas de salud en países como Italia y España están colapsados. El ritmo de los contagios supera la capacidad de los hospitales, de las unidades de cuidados intensivos y del personal sanitario. Solo en España, la cifra de sanitarios infectados supera los 9.444, lo que supone un 14% del total de contagios, con cuatro fallecidos hasta el momento.

¿Usted ve una situación terrible, un desastre? Nuestro gobierno ve una oportunidad. Una oportunidad de convertir el revés (de los otros) en victoria: ha enviado y continuará enviando médicos a todos los países que lo necesiten. El sábado 21 de marzo, llegaron cincuenta y dos cubanos profesionales de la salud a Italia, donde ya habían muerto 5.470 personas, para trabajar en Lombardía, la región con más fallecidos en ese país.

El gobierno cubano está dispuesto a enviar médicos a los países, incluso antes de que lo necesiten: la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, anunció la llegada de una brigada médica cubana para atender el coronavirus, el 16 de marzo, cuando aún el país no registraba casos confirmados ni sospechosos. A Angola envió una brigada de 250 médicos cuando solo se habían confirmado cuatro casos.

Mientras haya vida, hay esperanza. Y mientras haya coronavirus, Cuba, pequeña isla subdesarrollada y, sobre todo, bloqueada, extenderá su mano solidaria. ¿Se necesitan esos médicos en Cuba, donde ya hay 170 casos, de ellos cuatro fallecidos? ¿Corren peligro las vidas de esos profesionales? En Italia, hasta el 19 de marzo, El País apuntaba que más de 2.600 médicos, enfermeros y auxiliares se habían contagiado.

Pero, como solía decir el difunto eterno líder, Cuba no da lo que le sobra; comparte lo que tiene. En cuanto a nuestros médicos, los médicos cubanos son soldados… O sea, están acostumbrados al peligro. No hay miedo ante el llamado del deber.

Según un artículo del exministro cubano de Economía José Luís Rodríguez, publicado por Cubadebate el 22 de febrero de 2017: “El mercado de exportación de fuerza de trabajo calificada se ha mantenido en los últimos años como la base de los mayores ingresos en divisa del país, aportando un estimado de 11.543 millones de dólares como promedio anual entre 2011 y 2015”.

En Balance económico preliminar de 2018, publicado también en Cubadebate, el propio exministro reconoció que dichos ingresos disminuirían debido a la retirada del personal de salud ubicado en Brasil. En 2019, el gobierno cubano tuvo que retirar a su personal médico de Ecuador y de Bolivia. 

En la expansión del coronavirus, nuestro gobierno ve la posibilidad de recuperarse del golpe que recibió su principal fuente de ingresos, cuando tuvo que sacar a su personal de esos países.

El gobierno cubano ha sido acusado de someter a sus médicos a una especie de esclavitud moderna, por someterlos a condiciones de control estricto que incluyen la retención de sus pasaportes, y quedarse con hasta el 80% de sus salarios. Ese 20 o 25% que reciben finalmente representa mucho más de lo que ganan en Cuba, por lo que para muchos galenos las misiones representan la oportunidad de mejorar sus ingresos, cuando no de escapar a otros países.

Pero la venta de médicos con envoltorio solidario no es el único frente de batalla en el que el gobierno cubano intenta convertir el revés en contundente victoria. Este es el momento perfecto para hacer énfasis en el eterno tema del embargo norteamericano. Las actuales circunstancias, en que la pequeña isla tercermundista es azotada por una pandemia que está causando estragos en países desarrollados con economías mucho más robustas, resultan ideales para exigir el levantamiento del embargo. Esto no va a ocurrir. Para el gobierno es más real la aspiración de que se levanten las últimas sanciones impuestas por la administración de Donald Trump.

Lo consiga o no, lo importante es que el embargo, endurecido por las últimas restricciones, será el culpable del aumento de contagios en Cuba, de la falta de productos de aseo y, en muchos barrios, de agua, para mantener la higiene recomendada ante esta situación. A medida que aumente el número de contagios, el problema será más culpa del embargo y menos del gobierno por su demora en cerrar las fronteras y su persistencia en atraer turismo.

Si los cubanos no pueden recluirse en sus casas, por estar obligados a salir y hacer colas larguísimas en mercados poco abastecidos, para comprar algo de comida, será culpa del embargo, aunque el embargo no impide la adquisición de alimentos y medicinas por parte de nuestro gobierno, en los Estados Unidos.

Por un lado, el gobierno vende una imagen de solidaridad mientras revitaliza el negocio de las misiones, y por el otro se refugia en el papel de víctima del embargo. ¿Quién dice que no se puede sacar partido a la adversidad; que en tiempos de coronavirus no se puede, también, convertir el revés en victoria?

Yusimí Rodríguez López

Periodista Yusimí Rodríguez López

(La Habana, 1976). Narradora y traductora. Colaboradora también de los sitios Diario de Cuba y Havana Times. En 2015 publicó su primera colección de cuentos, The Cuban dream. Ganó el Premio Deslinde con La otra guerra de los mundos (Ed. Deslinde, Madrid, 2021). Cuentos suyos aparecen en antologías en Cuba y otros países.

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