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¿A quién culpamos por el aumento del nivel del mar?

Casas rústicas  a orillas del mar. Foto: Francis Sánchez
Imagen: Francis Sánchez

Erróneamente se ha querido culpar a la actividad humana, fundamentalmente de las naciones desarrolladas, de la casi totalidad de los problemas climáticos existentes en la actualidad con sus desastrosas consecuencias, como son, el aumento del nivel del mar, salinización de los suelos y el manto freático, destrucción de ecosistemas costeros, inundaciones y sequías, por solo mencionar a los que afectan, o podrán hacerlo en el futuro, directamente a la población cubana, debido a los efectos causados por el manejo inadecuado y la irresponsable aplicación de los logros de la ciencia y la técnica, principalmente por la emisión, tanto a la atmósfera como a la Tierra y sus aguas, de todo tipo de elementos contaminantes que las afectan sensiblemente.

En contraposición con lo planteado en el párrafo anterior, se conoce que ya desde la Conquista de Cuba se sabía del efecto de los fenómenos naturales sobre la población aborigen. Tal es el caso narrado por un cacique del poblado de Manzanilla, en Guamuhaya, en el centro-sur del país, a Diego Velázquez, que a su vez lo informó al Rey, que en ese pueblo y los demás de la provincia india "había mucha hambre, a cabsa que no abia llovido el año pasado..." (Diego Velázquez, 1514:71) (Se ha respetado la ortografía del texto original)

Por otra parte, Batista y Calvera (2012:18) indican que sitios arqueológicos señalados en tierra firme en 1847 por el arqueólogo español Miguel Rodríguez Ferrer, “hoy se encuentran bajo las aguas pantanosas del sur de Camagüey” debido a la subida del nivel de las aguas marinas desde hace mas de 100 años, conjuntamente con fenómenos isostáticos en la región.

Mas aún, entrando a describir los fenómenos naturales ocurridos en la zona más oriental de Cuba, vemos que en 1771, según documento existente en el Legajo 1080 “Papeles de Cuba. Sección Undécima. Cartas escritas por varios individuos de la Jurisdicción de Cuba, años 1770-1771. Archivo de Indias, España”, el Teniente Gobernador de Holguín, Bartolomé de Morales le comunicó a Antonio María Bucarely, Capitán General de la Isla, que había una epidemia que ha causado 54 muertos y 200 enfermos, además de mucha mortandad en el ganado, debido a que “... no llueve en esta jurisdicción formalmente en tres años...”, según me relató A. Peña Obregón. La referida investigadora también indicó que en el año 1883 (Fondo 1700-1757, Archivo del Museo Provincial La Periquera, Holguín) hay una comunicación que se refiere a una Circular del Arzobispo para que hagan rogativas para que llueva y el Señor "nos mande la suficiente agua para que emanen manantiales". Expresa también esa Circular que las autoridades deben asistir a la Rogativa. Peña Obregón informó, además, que nuestro Apóstol José Martí, el 13 de mayo de 1895, escribió en su Diario: “Holguín, tierra seca que se bebe la lluvia”, y que en 1896 hubo una inundación pocas veces vista en todo el valle del Cauto.

En el interés por defender posiciones, en el asunto en cuestión no se ha querido tomar seriamente en cuenta que la mayoría de esos problemas, a lo largo de la historia, se han debido fundamentalmente a factores naturales más o menos cíclicos -como bien conocen geólogos, paleontólogos, oceanólogos, mareólogos, meteorólogos y arqueólogos- y que cuando el hombre participa en ese daño es responsabilidad no solo de los que habitan en países poderosos, sino también de aquellos que residen en naciones “en vías de desarrollo” también denominadas “de economía emergente”. Los países subdesarrollados son partícipes de los mencionados daños en menor cuantía.

II

Durante la totalidad del período pleistocénico el nivel del mar tuvo un amplio rango de oscilación de alrededor de 200 metros en relación con el nivel actual de ese cuerpo de agua (Fairbridge, 1961). Por otra parte, Pregill y Olson (1981) plantean que durante la glaciación Wisconsin —la última en el continente americano, hace 18 000 años— dicho nivel de las aguas marinas llegó, en un proceso inverso, a estar 120 metros por debajo del actual, para después ir subiendo de manera gradual (alrededor de un metro cada cien años) hasta alcanzar a fines del Pleistoceno un nivel que estuvo por encima del que hoy presenta.

Además, refieren que en el límite norte del Mediterráneo Americano, específicamente en Las Bahamas, hace 65 000 años (Pleistoceno Superior) -en un momento en que el hombre todavía no poblaba la América- el nivel del mar estaba a 8-10 metros por encima del actual, con variaciones de temperatura de las aguas superficiales del orden de los 8 grados centígrados durante ese Pleistoceno Superior y principios del Holoceno (7000 A.P.), elevación marina refrendada por Carew y Mylroie (1995), citados por Peros, (2002), que indican que en el Caribe norteño en esa etapa el nivel del mar estaba de 6 a 8 metros por encima de el del presente.

Planteados ya aspectos vinculados con el medio, resulta conveniente ahora destacar otros referidos al hombre que lo habitó. La mayoría de los científicos están de acuerdo (Tabio, 1988) en que los antecesores más remotos del indio americano pasaron al Nuevo Mundo atravesando el Estrecho de Bering en diversas épocas que comenzaron a partir del 50 000 A.P., según los cálculos más audaces. En realidad, sabemos poco acerca de esos primeros amerindios hasta llegar al inicio de la Etapa Lítica Tardía, desarrollada en un período estimado entre el 15 000 y el 6000 A.P., fecha esta última que los incluye ya dentro del optimun climaticum, a inicios del Holoceno, durante el cual el mar se mantuvo 3 metros por encima del nivel actual a lo largo de 1200 años, desde el 6000 A.P. hasta el 4800 A.P., lo cual rebate el planteamiento de E. Concepción Pérez (2014) de que el “...aumento del nivel del mar, unos 17 cm. durante el siglo XX, es una cifra muy superior a la de los siglos precedentes”.

En el primero de los casos mencionados se hace evidente que no hubo participación humana en la tremenda subida de las aguas durante el Pleistoceno Superior, cifra que alcanzó los ya referidos 8-10 metros por encima del nivel medio del mar establecido para hoy día. En el otro caso la actividad del hombre, debido a su escaso desarrollo productivo en esos momentos, poco debe haber incidido en el impulso de estos fenómenos eustáticos.

Durante el resto del Holoceno no cesaron las oscilaciones del nivel del mar —alrededor de una decena de movimientos—, aunque fueron de menor magnitud y en la línea descendente estabilizada, hasta llegar al período que se extiende desde el 1000 A.P. al presente, en el cual, según Tabío (1988), continuó descendiendo en la forma estable ya mencionada, aunque a partir del 500 A.P. solamente se experimentaron ligeras fluctuaciones descendentes y ascendentes del nivel del mar, que han oscilado entre 0,5 metros y el nivel actual, nunca por encima de él.

Ante esta situación se hace evidente una paradoja inconcebible hasta ahora: con ninguno o con escasos pobladores sobre la tierra y con poco desarrollo de sus fuerzas productivas, hubo un aumento del nivel del mar muy superior al que se presenta actualmente en un mundo superpoblado, con un alto desarrollo tecnológico y una polución pasmosa. Tal parece que existiera una relación directa entre el aumento y desarrollo de la producción, y la disminución y retardo del ascenso del nivel del mar.

Después de casi haberse estabilizado el descenso al llegar al actual nivel medio del mar, es posible que ahora se renueve un proceso natural, cíclico, que conduzca a la elevación de ese nivel. Según el cuarto informe emitido por los integrantes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambios Climáticos (IPCC, reunidos en París, Francia, del 29 de enero al 1 de febrero de 2007) se considera muy alto el supuesto crecimiento secular que alcanzara el nivel de las aguas, principalmente durante el último decenio del siglo XXI, elevación que oscilara, según ellos, entre las mínimas cifras de 18 cm. y 59 cm. Realmente, si sucediera, sería desastroso para la humanidad, pero casi normal para el objeto del tema que tratamos: la Naturaleza (R. Calvera Serrano, com. Pers). Aún con las evidencias reconocidas que se presentan de la escasa participación del hombre en los cambios eustáticos, los especialistas del IPCC las ignoran y ya en su más reciente informe, el quinto, lucen desesperados: pronostican incluso un escenario peor, no solo para la región, sino para todo el planeta, y confirman, con un 95 por ciento de certeza el peso predominante de las actividades humanas (Collazo, 2014).

Debido a que Cuba es una isla, los organismos relacionados con la protección del medio ambiente, la producción, la atención a la población y otros, deben conocer con carácter provisorio la cantidad del ascenso del nivel medio del mar como consecuencia principalmente de los cambios cíclicos naturales, al menos en dos etapas de este siglo XXI, una en su término medio y otra al final del mismo.

Por esa razón Peláez (2011) expresa que “reconocidos expertos del Instituto de Meteorología, el de Oceanología y el de Geología y Paleontología (pertenecientes al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, CITMA), integran esfuerzos para responder a ese interés y, de acuerdo con los modelos climáticos aplicados, el nivel medio del mar en el archipiélago cubano se elevaría en 27 y 85 centímetros en los años 2050 y 2100, respectivamente.

La mayor de las dos cifras mencionadas por el IPCC (y también la señalada por especialistas del CITMA) queda por debajo de la establecida como promedio para el ascenso del mar en el espacio de tiempo que se extendió desde 18 000 A.P. hasta el 6000 A.P. (1 metro por siglo). De ahí en adelante, en las diferentes etapas que han transcurrido hasta el 1000 A.P., se presenta un grupo de oscilaciones marinas que van desde un metro hasta los 40 cm. sobre el nivel actual del mar, y reiteramos que desde el 1000 A.P. hasta el presente (1980) no hubo ascensos marinos. En realidad, en el siglo XXI la subida del nivel del mar prevista por el IPCC y el CITMA se equipara con la mínima conocida hasta estos días, que se inició en alguna etapa de alrededor de 1 000 A.P. hasta el momento actual.

Comentarios finales:

La actividad humana no ha incidido significativamente en el inicio o aceleración de la elevación del nivel del mar, que se intensificará ligeramente, de modo natural, en el siglo XXI.

Si se considera al hombre como el agente responsable de los ligeros e hipotéticos ascensos que ocurrirán en el nivel del mar en el siglo XXI, ¿cuál fue el agente que actuó en los ascensos ampliamente superiores ocurridos de 65 000 A.P. a 1000 A.P.?

Lamentablemente, los ecosistemas costeros se alterarán o destruirán completamente, como siempre ha sucedido en los reiterados ascensos marinos a través del tiempo. Resurgirán en los nuevos límites costeros, de los que también desaparecerán ante la siguiente regresión marina, que los colocará en la nueva línea de la costa, para continuar infinitamente dándole la vuelta a la noria. Las poblaciones ribereñas sufrirán terriblemente las consecuencias de la relativamente pequeña elevación natural de los mares y, al parecer, en estos momentos no existen medios para protegerlas.

 

Referencias:

Velázquez, D. (1514), “Relación o extracto de una carta que escribió Don Diego Velázquez el primero de abril de 1514 al Rey”. En Pichardo, Hortensia, Documentos para la historia de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971, tomo 1, pp. 63-75.

Batista, L. J. Calvera (2012), El agua como traza ¿cambio climático o variabilidad climática? En: Energia y tú. Revista Científico-Popular de CUBASOLAR, No. 57 (enero-marzo, 2012), La Habana.

Fairbridge, R.W. (1974), “Holocene”. En: Enciclopedia Britannica.

Pregill, J.K. y S.L. Olson (1981), “Zoogeography of West Indian vertebrals in relation to Pleistocene climatic cycles, Ann”. En Revista de Ecología y Sistemática, 12:75-98.

Carew, J.L. and J.E. Milroie (1995), "Deposital Model and Stratigraphy for the Late Quaternary Geology of the Bahamian Islands". En Terrestrial and Shallow Marine Geology of the Bahamas and Bermuda Geological Society of American Special Paper 300. Boulder, the Geological Society of America, Curran, H.A and White, B. (eds).

Peros, M. Ch. (2002) Late Holocene Environment and Archaeology on the North Coast of Central Cuba (inédito) Ph. D. Departament of Geography, University of Toronto, Canadá.

Tabío, E., Introducción a la arqueología de Las Antillas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1988.

Concepción Pérez, E. (2014), "Del calor y otros demonios". En periódico Granma, La Habana, año 50, no. 210, 3 de septiembre, p. 5.

Collazo, V (2014), "América Latina, por la integración de un acuerdo climático". En periódico Granma, La Habana, ano 50, n0. 288, p. 5, 3 de diciembre.

Pelaez, O. (2011), "¿Cuánto subirá el nivel del mar en nuestro archipiélago?" En periódico Granma, La Habana, año 47, no 146, 17 de junio, p. 16.

Jorge Antonio Calvera Rosés

El arqueólogo Jorge Calvera. Foto en revista Árbol Invertido

(Baracoa, 1938). Lic. en Historia por la Universidad de La Habana (1968). Máster en Ciencias Arqueológicas por la Universidad de La Habana (1987). Doctor en Ciencias Históricas (Ph.D), por la Universidad de La Habana (1992). Investigador Titular y Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Director y asesor de los trabajos arqueológicos en el Área de Los Buchillones. Ha dirigido excavaciones en numerosos sitios arqueológicos indocubanos de Ciego de Ávila, Camaguey y otras regiones de Cuba. Ha escrito y publicado decenas de artículos científicos que recogen una buena parte de los resultados de sus investigaciones arqueológicas realizadas a lo largo de varias décadas. Entre sus publicaciones se destacan: Arqueología de Cuba y de otras áreas antillanas (Ed. Academia, La Habana, 1991); Estudios arqueológicos (Ed. Academia, La Habana, 1994); Enduring Records: Enviromental and Cultural Heritage of Wetland (Oxbow Books, Oxford, England, 2001); Curanderismo y Medicina Natural. La fórmula centenaria de los canarios emigrantes a Cuba (Ed. Benchomo, Islas Canarias, 2003). Trabajos suyos pueden encontrarse en la revista cultural Videncia, de Ciego de Ávila, en la revista El Caribe Arqueológico, así como en diversas publicaciones científicas en EE.UU. y Gran Bretaña. Es miembro de la Sociedad Espeleológica de Cuba, de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), de la Comisión Permanente de Arte Rupestre y de la Comisión Provincial de Monumentos de Ciego de Ávila. Su encomiable labor ha sido reconocida con el “Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba” (1989, 1998 y 2005); la Orden Carlos J. Finlay (2003) y el “Premio Nacional de Expocuba” (2006). En el 2008 le fue entregada la “Réplica del machete del Coronel Simón Reyes Hernández, El Águila de la Trocha”. Fue laureado con el “Premio Dr. Enrique Sosa de Investigación Cultural por la Obra de la Vida” (2010).

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