De los tres generales que perecieron en territorio avileño durante la primera guerra de independencia contra el colonialismo español, el menos conocido es Eduardo Mármol Ballagas,[1] quien fue fusilado en el puerto de Júcaro por órdenes del Conde de Valmaceda, el 19 de junio de 1871.
A pesar de este funesto desenlace, en su hoja de servicios se afirma que era traidor.[2] Sin embargo, en ninguna fuente primaria de las numerosas que pudimos consultar aparece información que sostenga tal calificación. Quizás el hecho de que tuviera una actitud controvertida, en algunos sucesos, pudo haber contribuido a esa aseveración. En el trabajo que presentamos nos hemos propuesto reconstruir, de manera muy resumida, por cuestiones de espacio, aspectos de su participación en la contienda. Para lograrlo hemos consultado diarios de campaña, partes de guerra, epistolarios.
Eduardo Mármol nació en Santiago de Cuba, en 1823. Era primo hermano del destacado patriota y militar Donato Mármol, uno de los líderes de la conspiración de 1868, en el oriente cubano. Tenía una posición económica holgada antes del inicio de la Guerra Grande porque era dueño de la hacienda ganadera Sabana Abajo, de 312 caballerías, ubicada en la jurisdicción guantanamera, a 10 kilómetros de Sabanilla. Comprada por él en 1855, esta propiedad fue campamento mambí durante las gestas independentistas “y desempeñó un papel geográfico-operativo significativo como puerta natural que comunicaba el valle Central con el valle guantanamero”.[3]
Conspirador
El movimiento conspirativo en la jurisdicción de Guantánamo fue liderado por José Francisco Rondón, José Antonio Mengana, Antonio Abad Garcés, Juan Grave de Peralta y otros, entre los cuales estaba Eduardo Mármol, quien servía de enlace a la junta con Donato Mármol, residente en Santiago de Cuba.
En la hacienda Sabana Abajo, a principios de noviembre, los dirigentes acordaron concentrar fuerzas en el Valle Central para comenzar las acciones militares. Pero las autoridades españolas, informadas de estos planes, detuvieron a algunos de los líderes, así quedó postergado el alzamiento, que se hizo efectivo el día 20 de ese mes. Para la fecha Eduardo Mármol no se encontraba en la región. Cuando conoció el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes marchó de inmediato hacia San Luis, donde se unió a la tropa de Donato.
En diciembre, Eduardo junto con Rondón reunió un contingente en Sabana Abajo con el fin de invadir el próspero valle guantanamero. Entre los subordinados se hallaba Antonio Maceo. Por aquellos días Mármol:
"Concibió el primer plan de invasión a Occidente, consistente en que un contingente compuesto por cuatro o cinco mil hombres de Guantánamo, Santiago de Cuba y Jiguaní, armados aunque fuera con armas rudimentarias y machetes, llegara hasta La Habana con Donato al frente. El plan quedó frustrado tras la derrota sufrida en El Salado" (8.1.1869)[4].
La hacienda, como venganza, sufrió los desmanes colonialistas. El 31 de diciembre de 1868 el coronel López Cámara, con una parte de su columna, llegó a la “magnífica propiedad del cabecilla don Eduardo Mármol, cuyo edificio incendió, taló el platanal, inutilizó las cercas del potrero, recogió los negros y chinos que se hallaban en aquella posesión, y devolvió cuatro de ellos que habían sido arrancados del ingenio Sabanilla”, relató Eleuterio Llofriu y Sagrera.[5]
Tacajó
Se ha dicho por la historiografía tradicional que a principios del mes de enero de 1869 Eduardo Mármol, junto a R. Milanés y Leopoldo Arteaga, lideró una conspiración para derrocar a Carlos Manuel de Céspedes y a Francisco Vicente Aguilera de sus posiciones en el mando de la joven revolución. Alegaban los sediciosos que ambos carecían de dotes militares para desempeñas sus cargos.
En el Caney del Sitio, el día nueve de ese mes, intentaron sumar a sus planes a Máximo Gómez y Félix Figueredo. La idea era nombrar a Donato Mármol como Dictador. Si era necesario, este jefe podía ser sustituido por los anteriores. Así se acordó en Giro, lugar en el que se hizo pública la proclamación.
Cuando Francisco Vicente Aguilera conoció los hechos informó a Carlos Manuel de Céspedes y los dos marcharon hacia Tacajó, donde Donato Mármol tenía su campamento. Varias horas duró la conversación entre el Hombre de la Demajagua y Donato. Finalmente, Céspedes fue reconocido como General en Jefe del Ejército Libertador.[6]
¿Esta es la verdad histórica? Es sabido que las valoraciones de José Martí sobre las personalidades que protagonizaron la Guerra Grande tienen un peso fulminante. Y Mármol no fue favorecido, pues en su Diario, el Apóstol cuando reflejó el relato que le narró Máximo Gómez acerca del motín de Tacajó, escribió: “Eduardo Mármol, culto y funesto, aconsejó a Donato a la dictadura”.[7] Sin embargo, como afirma el historiador José Abreu Cardet, el Generalísimo en otro documento señaló que a Donato quienes lo aconsejaron fueron Leopoldo Arteaga, Pío Rosado y Manuel de Jesús Peña. Coincidimos con las palabras de nuestro colega holguinero:
"Tal parece que estamos ante una especie de junta infernal. Los más objetivos en analizar a estos “diablitos” fueron lo españoles. Al ser hecho prisionero Eduardo Mármol, a mediados de 1871, fue fusilado como lo que era: un mambí y patriota. Lo ejecutaron con la misma alegría con que lo hacían con los héroes idealizados por la historiografía cubana posterior".[8]
Trayectoria de un combatiente
Por órdenes de Carlos Manuel de Céspedes, al mando de una columna de infantes, integrada por unos 700 hombres, Eduardo Mármol marchó hacia la jurisdicción de Holguín para combatir bajo las órdenes del general Julio Grave de Peralta, quien, apenas conoció esta noticia, le escribió la siguiente carta:
"Al C. Gral Eduardo Mármol- La Veguita- Maniabón Abril 6 de 1869. He recibió su comunicación manifestándome se encuentra apoderado de las trincheras de la Veguita, y como quiera de qe. me indica desea hablar conmigo, espero qe. sin perdida de tiempo se ponga en camino, dirigiéndose hacia este punto, de donde saldré a encontrarme con U. si mis ocupaciones me lo permiten; y de no le encontrarán los que como prácticos enviaré á su encuentro. Es urgentísimo el qe. nos avistemos, y como quiera de que los gefes que U. tiene no son conocedores del terreno, juzgo prudente qe. oficie al C. Coronel de mi División Alberto del Villar, para que de acuerdo con aquellos, proceda a las operaciones que sea necesarias durante su ausencia (...)"[9]
Con el general Grave de Peralta, participó en el mes de abril en algunos reconocimientos y persecución de una fuerte columna española, que rehuyó el combate. Por voz del alto oficial holguinero, conocemos que los hombres subordinados a Mármol eran indisciplinados, «completamente nulos en la mayoría de los casos, pues es gente desmoralizada, compuesta de negros de ingenios que no sirven pa. otra cosa q. para hacer trincheras, comer, dormir y robar»[10]. Con esta tropa solo pudo destruir un pequeño cuartel español.
El 11 de mayo en la Bahía de Nipe comenzó el desembarco de una expedición que trasladÓ el Perrit desde Nueva York. Además del valioso cargamento de pertrechos, el vapor trasladó un fuerte contingente de combatientes comandado POR el general norteamericano Thomas Jordan, experimentado combatiente de la Guerra de Secesión. Eduardo Mármol fue designado su traductor y formó parte de su estado mayor.
El fracaso de una acción combativa en La Cuaba y la pérdida de parte del cargamento traído en el Perrit fueron inculpados al general Julio Grave de Peralta por Thomas Jordan, quien lo destituyó del mando y sometió a un proceso judicial. Finalmente se demostró su inocencia. De acuerdo con sus biógrafos, José Abreu Cardet y Elia Sintes, el instigador de los hechos fue Eduardo Mármol.[11] Estos autores también informan que el general santiaguero repartió armas entre sus hombres sin contar con el asentimiento de Grave de Peralta.
De aquellos días, bajo las órdenes de Thomas Jordan, existe un testimonio que refleja el carácter de nuestro biografiado. El agua tomada por los expedicionarios, extraída del pozo que había en El Ramón, provocó una epidemia de cólera, porque lo españoles utilizaron la instalación como sepulcro. La tropa empezaba a ser diezmada. Como medida extrema los jefes ordenaron que los enfermos, durante la marcha, fueran dejados en el camino.
En el trayecto, al general Eduardo Mármol, le informaron que su hijo estaba contagiado: “Que se cumpla la orden”, respondió, mientras la columna seguía avanzando.
Con el General Cavada
A mediados de 1870, Mármol estaba en territorio del Camagüey y formaba parte del Estado Mayor del general Federico Cavada. Por un misiva de este, fechada el 8 de julio, dirigida a Emilio Cavada, conocemos que nuestro biografiado fue herido de gravedad el día 6 o 7 de ese mes,[12] en un combate ocurrido en Santa Briandas.[13]
En territorio camagüeyano se conspiraba entre las filas mambisas para derrocar a Carlos Manuel de Céspedes de la presidencia de la República de Cuba en Armas. Entre los enemigos políticos del Padre de la Patria se hallaban Ignacio Agramonte, Rafael Morales, Antonio Zambrana, por solo mencionar a algunos de los más reconocidos. ¿Qué relación tuvo Eduardo Mármol con estos hechos?
Hasta el momento no se ha probado documentalmente si fue uno de los conspiradores, aunque su mayor error consistió en conocer la sedición (tuvo una entrevista con Ignacio Agramonte) y no informarlo a su superior, el general Federico Cavada, leal defensor del orden constitucional y cespedista.
Al respecto señala la investigadora Mary Ruiz de Zárate: “Él ha sido el elemento que ha intentado atraer los conjurados, parece estar unido a ellos en determinado momento y luego se nos pierde, se retrae, se niega a participar en el complot (…)”[14]
Cuando Antonio Zambrana envía a Nueva York a Luis de Ayestarán para captar el apoyo de la Junta Revolucionaria a los planes de los oposicionistas a Céspedes, Cavada, entonces jefe de operaciones militares en la jurisdicción camagüeyana, destruye la estratagema, al develarla, mediante informes que lleva a esa ciudad el general canadiense Willian Ryan. El hecho de que Mármol estuviera al tanto de la misión de este comisionado, misión muy secreta, y que Cavada lo haya mantenido en su Estado Mayor sugieren que era leal a Céspedes.
Mary Ruiz de Zárate llega a suponer que Mármol fungía como doble agente. A continuación reproducimos una carta del general santiaguero dirigida a Hilario Cisneros:
Nazareno, (Camagüey) Julio 22/70
El general William C. Ryan será el portador de estas líneas, éste digno y valiente jefe pasa a los Estados Unidos a una misión de la más alta importancia según podrá explicártelo, te lo recomiendo, para que lo atiendas y le ayudes con todo empeño.
El general Ryan ha prestado aquí muy grandes servicios y Cuba espera mucho de él.
Aquí estamos sosteniendo una guerra de gigantes (por falta de pertrechos) pero hará constancia para vencer todos los obstáculos o perecer hasta el último en defensa de la libertad.
Yo pensé acompañar a Ryan, pero hace 19 días que recibí dos balazos en un combate glorioso que dimos en Santa Briandas y me encuentro aun sumamente delicado.
No soy más extenso pues el brazo con que te escribo lo tengo atravesado de un balazo (…)[15].
En el paredón
La convalecencia duró demasiado. Cayó en manos de las tropas del general Ramón Fajardo, gobernador militar de Camagüey, quien había salido al frente de una fuerte columna el día de 18 de junio de 1871 rumbo a Júcaro con el objetivo de inaugurar el primer tramo del Ferrocarril que uniría al puerto avileño con Morón.[16]
En el poblado se reunió con el Capitán General de la Isla, Conde de Valmaceda. El madantario estaba allí para inspeccionar los trabajos constructivos de La Trocha. En esta época, el embarcadero contaba con un incipiente caserío, un barracón para los presidiarios, un bohío para los ingenieros y un almacén. Fue el último lugar que vieron los ojos de Mármol.
Atracados se hallaban los barcos Cienfuegos, Rápido, Damují, Antonio, María Carlota, Conchita y las cañoneras Cuba Española y Telégrafo, que escoltaron a Valmaseda.[17] El 19 de junio una descarga segó la vida de Mármol.
La noticia se divulgó en el reaccionario Diario de la Marina. En su edición del martes 27 de junio aprovechaba para echar sobre el caído sus dardos venenosos y exagerados:
"Ha sido pasado por las armas en Júcaro Eduardo del Mármol, uno de los individuos de esta familia que tantos crímenes ha cometido desde el principio de la Revolución. Se llevó de la jurisdicción de Guantánamo más de cuarenta mil negros. Siempre se señaló por sus instintos incendiarios y destructores".[18]
Si el general de brigada del Ejército Libertador hubiera sido traidor, el periódico servil del régimen colonialista no estamparía tales epítetos, ni tampoco la máxima figura del Gobierno hispano decidiría su ejecución sumaria.
Aunque, al instaurarse la República, una de las calles de la ciudad de Ciego de Ávila fue bautizada con su nombre, en los medios académicos continuaron y continúan endilgándole la condición de apóstata. Sirva, pues, esta aproximación a su biografía, como halo de luz, para que la verdad ponga fin a las especulaciones sin fundamento.
[1] Los otros fueron Honorato del Castillo y Ángel del Castillo Agramonte.
[2] Colectivo de autores: Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba, Tomo I, Biografías, Editorial Verde Olivo, p. 237.
[3] José Sánchez Guerra y Wilfredo Campos Cremé: Los ecos de La Demajagua en el alto oriente cubano, Ed. Oriente, 1996, p. 18.
[4] Colectivo de autores: Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba, Tomo I, Biografías, p. 237.
[5] Eleuterio Llofriu y Sagrera: Historia de la insurrección y guerra de la isla de Cuba, Imprenta de la Galería Literaria, Madrid, 1870, T. I, p. 158.
[6] Francisco Ibarra Martínez: Cronología de la Guerra de los Diez Años, Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1976, pp., 43 y 44.
[7] Diario de Martí, citado por José Abreu Cardet en Las fronteras de la guerra, mujeres, soldados y regionalismo en el 68, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2007, p. 152.
[8] Ídem.
[9] José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez: Julio Grave de Peralta. Documentos de la Guerra de Cuba, Editorial de Ciencia Sociales, La Habana, 1988, p. 124.
[10] Carta a Eligio Izaguirre, Secretario de la Guerra, 19 de abril de 1869, en José Abreu Cardet y Elia Sintes Gómez: Ob. cit; p. 140.
[11] Ídem, p. 34.
[12] Mary Ruiz de Zárate: El general Candela. Biografía de una guerrilla, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 196.
[13] Mary Ruiz de Zárate: Ob. cit; p. 198.
[14] Ídem, p. 197.
[15] Mary Ruiz de Zárate: Ob. cit; p. 198.
[16] El Pueblo, 26 de junio de 1922, p. 1.
[17] Antonio Pirala: Anales de la guerra de Cuba, Tomo II, pp. 193 y 194.
[18] Mary Ruiz de Zárate: Ob. cit., p. 202.