CAFÉ TIBIO EN LA VIGILIA
Una línea de sueño divide la memoria
del café que inocente alucina cuando sube
en vapor hacia el rostro para su mansedumbre,
venablo que se ha ido hasta donde se va el aroma.
¿Quién escribe en los ojos de la anciana, el reflejo
de oler a lo sublime de un algo que gotea?
¿Cuál paranoia entraña una insomne cafetera
que del fuego codicia lo que le emerge a los nervios?
La madrugada esconde bautismos desde un sorbo
que a los labios se ofrece cual ráfaga en los juncos…
¿en tazas con café, quien no bebe sus retornos?
A las gargantas suben elogios, cafeína
y el ritual que soborna las huellas del efluvio
más allá del deleite que en la anciana conspira.
SUERTES
Para Maira
LA MANO DE LA ANCIANA PONE A VIVIR LOS LEÑOS
que uno a uno se confiesan en diagonal
ante la voluntad de una legión de fósforos. Contra la ceniza
degollados maderos aprenden a apuñalar el hambre del fogón.
Inocente de todo el fuego que una hora escancia.
La tarde quema sus voluntades con paciencia fluvial
en las ráfagas del humo que ahora sube
a buscar una paciencia más íntima en el cielo.
Mujer que bendices todo lo que arde como un ritual maorí:
¿oyes en el calor al abandono?
y un sahumerio de pasos
mientras los ojos fulgen de turbación a calma.
Antes que respiren,
las llamas que recolectas
lamen el estoicismo de los calderos- asmáticos ya-
de tanto salvar para la boca
todo lo que en su hervor alumbra.
El fulgor que espejea en el fondo de las cosas
vuela a un sitio más urbano que el fuego,
menos nocturno.
Dueños del reposo enemigo,
los maderos son alineados mesuradamente
por una criptografía común
que solo la anciana le confía a la yema de sus dedos:
al soplo que precipita
la lepra de las llamas.
No es frotado el silencio por piedras de sílex
ni en su dureza una señal de humo nos delata.
Imbolc o Brígit / aprendiz de todo lo que ha ardido
encuéntrate, oh anciana, entre la chispa donde podas
el ígneo descanso que el mediodía guarda.
INTIMIDAD DEL ENEMIGO
No es matar la llovizna, es que te duela
mientras cruzas el tren de un día hueco,
sabes que el sol nos bebe y es más seco
en temblor degollado/ en virgen vela.
No es tan sepia el silencio, es más bien claro
en las calles heridas por ponientes.
Si intentan suicidarse ciertos puentes
sacude en tus ventanas al amparo.
Encuentra alguna suerte en cielo o lumbre
que en los tallos del alma se preserva
sin un mástil allí en la muchedumbre.
La vida nos iguala a cuenco y cierva.
El asfalto y tu sombra en la costumbre
de ponerle horizontes a la yerba.
REESCRITURA DE LOS VERTEDEROS
La tarde ósea del escombro
no vuelve a matarnos la costumbre
de sembrar peces en la acera,
de acercar desempleados a que miren
lo que el abandono hace inmortal.
BONKEY*
Hasta la fronda de los sauces van estas tijeras,
naufragios —confesión— albas sin patio
a sospechar esquizofrenias de la poda o vigilia alguna,
donde anuncia la contemplación
ese ritual por el que la mirada respira el ocio de los pechos.
Bajo el puente bambúes que contorsionan
entre el enjambre del agua y esa fuga,
que abraza sus tedios en la roca fluvial.
También verás crecer el día con el capricho humeante.
La sombra le pertenece al que prodigia
brotes de claridad sobre los brazos
cuando la suerte transcurre desde la pureza
hasta el sitio menos sereno de las almas.
Paranavidad este bonkey
recordará en sus ramas a tus tardes,
esas tardes que diluyen en el rostro
pedazos de tristeza evaporada,
horas que en algún fruto palpitan.
Ahí continúa el árbol, su pagoda yla arcilla
junto al vacío suntuoso,
para que tal inocencianadie alivie
si no es con la dádiva
de poseer el aliento que su paisaje avienta.
No socorras ese instante en el que escoges
el eco nocturno de este tronco —por donde miras, sola—
los ganglios de la corteza o el misterio
de recibir sobre akadama la tristísima forma
de un cielo que te guarda entre los sauces.
*Estilo de bonsái que recrea paisajes naturales.