A continuación presentamos a los lectores de Árbol Invertido una pequeña muestra de poemas de la antología "Tres tristes cubanos y un gato feliz", publicada recientemente por la editorial Neo Club Ediciones, de Miami.
JOSÉ ALBERTO VELÁZQUEZ:
LA GUERRA DE LOS DIOSES
Carro del sol, llévame a casa.
Hay temible claridad, el cielo por ninguna parte.
Los hombres de los libros: malos.
Los hombres del arroz: puro veneno.
Los hombres de la cruz: peores.
Estoy cansado. Soy Áyax. Edipos me rodean. Mato.
Carro del sol, zigzaguea entre los amigos, ¡sigue!
Todo es hecatombe, acero, estupidez.
Caballos de las piernas astilladas, ¡ea!
Mi casa es breve, solo está en mis ojos.
Pero es de noche, soy patria, estoy cansado—
y no encuentro mis ojos por ninguna parte.
INFANCIA: EL CAMINO DEL TABACO.
Detrás de mí no había tradición alguna.
Yo era ansiedad secretada desde los alcoholes de mi padre
y las súbitas (siempre en ascenso) neurosis de mi madre.
Los españoles: esa banda de rasquiñosos-sifilíticos.
Los indios: débiles y delicados
hasta ahorcarse con sus propios cabellos, qué asco.
Autopista de tierra, torrentes de vacadas, pan, café, cigarros prematuros.
Detrás de mí no hay tradición alguna.
Libros, odio común, ideología —y al fin
ella que se baña en el patio
desnuda porque no la miran
o desnuda para que la miren.
Miro.
FRANK CASTELL:
DERRUMBES
A Puerto Padre y a mi amigo Leo
En mi ciudad la calle más pequeña se llama Cuba.
La veo y me pregunto qué fantasmas no están,
qué sueños se marcharon,
qué peces nos quedan.
Una ciudad de ocasos no necesita de hombres
que solo ven fronteras y panes ciegos.
Su corazón a punto de apagarse ya no es mi corazón,
ni su recuerdo es mi verdad.
La calle Cuba y sus metros de sufrir me esperan
y yo camino para ver mejor la sangre de su gente,
el rumbo de su gente,
la sombra de su gente.
Esta ciudad,
calle minúscula hacia mis ojos,
ignora mi desvelo por no quedar bajo las aguas.
Sobran razones para sentirme pequeño como esta calle
y descubrir la mancha creciente, sobre mí.
QUEDARSE
Las preguntas que se llevó el futuro ahora se incrustan en mí.
He visto partir las caravanas
y mis pies se quedan como espectros.
Miro la vida con ojos cada vez más opacos.
Fuera de foco es el mecanismo para soportar este descenso.
He visto partir las caravanas
y no me impresiona la columna de polvo,
ni los cantos de celebración.
Allá en la lejanía la fe hace que el mar se abra,
puedo sentir el rumbo a la semilla.
Hoy no existe un rostro que me sorprenda y abrace.
Las preguntas cercenan mi devoción.
El salto que anhelé en la infancia ahora no es más que el salto a la memoria.
A la estatua le nacieron espinas
y no razones para acomodar el enorme vacío de la libertad.
JOSÉ LUIS SERRANO:
HIDRA
¿Revolución es construir la estela
reflejada en los ojos del fantoche?
Luego de tanta luz —tanto derroche
de lucidez— la imagen se congela.
La eternidad está bajo tu suela.
Acelera despacio. Suelta el cloche
con levedad. Los hijos de la noche
desperdician el alma con cautela.
Trata de conservar intacto el chasis.
Detrás de aquella curva hay un oasis.
No permitas que el vuelo se te trunque.
Sometidos al bárbaro engranaje
de optar por la demencia o el ultraje,
“martillo” dicen unos y otros “yunque”.
Creador de hipervínculos, trasiega
tus cantidades hechizadas. Nombra
las cosas por su luz o por su sombra.
Tarde o temprano el anticristo llega.
Hay congresos. Hay juntas. Hay cenáculos.
Una corteza y otra y otra. Toscas
envolturas. Concéntricas matrioshkas.
Hidra que regenera sus tentáculos.
Entramos en la nasa, que no es
la NASA por sus siglas en inglés.
Debajo de la ceiba alguien trasnocha.
¿Clavar el tenedor en la molleja
del ave Roc? ¿Hurtar de la bandeja
los cálices repletos de melcocha?
Acaben de una vez los cabildeos,
las torpes dilaciones, las demandas
escritas en el hielo. ¿Propagandas
al ruiseñor? ¿Lecciones de solfeo
al ruiseñor? Prosaicos bombardeos
de información contra las partes blandas.
¿Qué pueden contra Dios estas parrandas,
estos prolapsos, estos burbujeos?
Quien calla otorga. Quien escribe miente.
El rey Arturo besa la serpiente.
JFK consulta a McNamara.
Los invitados llegan en el ferry
al festival de cine pobre. Jerry
y Tom entran borrachos a Gibara.
¿Esperar que algún buzo se sumerja
en el pútrido estanque? ¿Hundir los dedos
en la angustiosa gelatina? ¿Miedos
octosilábicos? ¿Abrir la verja
y cercenar la rama que diverja?
¿Ampliar el círculo? ¿Cerrar el ruedo?
¿Que una bomba nos salve? ¿Que un torpedo
con nuestro batiscafo al fin converja?
Lo profano disuelto en lo litúrgico.
Lo clínico al compás de lo quirúrgico.
Han fracasado todas las terapias.
Qué extremaunción ni imperialismo yanqui.
La carreta (los ejes) de Yupanqui.
El peso de un gorrión sobre las tapias.
Algo funciona mal. Si por lo menos
aconteciera una doncella. Un trago
de plenitud, un astrolabio en pago
de tantas obsidianas y bencenos.
Te han mandado a buscar para que cobres
la extraña recompensa. Los zapatos
dizque van a salirte más baratos
en esta tómbola para los pobres.
¿Vendrán las señoritas, con sus cofias
impecables, a remover bazofias
y, puntuales, clavar las jeringuillas?
¿Las señoritas de Avignon, eunuco?
En vano te encaminas al conuco
con tus bolsas de estériles semillas.
CARLOS ESQUIVEL:
PELEANDO A FAVOR
Empujando
un
país
como
se
empuja
un
carro
de
lechugas,
como
si fueran
lo
que
inevitablemente
son:
una
misma
cosa.
HIJO DE MARIANA
No me mandes madre a la guerra que no quiero
partir el espíritu yo quiero el conocimiento, la ruta
a los cíclopes, no me mandes a morir
contra Unamuno.
Que no escape la piel, si elige un bosque adentro,
una cadena al dominio superior.
La patria es la adolescencia, la Alejandría
de La Habana, el ejército de obreros
con años monacales que quieren perfume
de Aliatar, novelas rusas.
No me mandes a la manigua, madre,
que, a veces, morir por la patria
es morir.