¿José Martí nunca rió de cara al porvenir? Posar para el camarógrafo era muy distinto entonces. Y andaba de luto siempre, por Cuba. Este poema que publico, es mi rogativa delante de una de las últimas fotos que él se hizo, en el exilio, tan cetrino como siempre, con el cuidado de dejar a su espalda un fondo de cañas como las de su patria.
¿Pero, Martí nunca se reía? ¿Qué tal si él estuviera riendo en esas fotos de santo? ¿Eso no lo cambiaría todo? ¿Lo que mejor podría hacernos, ahora mismo, su figura sagrada, no sería regalarnos el milagro de una gran carcajada liberadora? Reírse de nosotros, de él, de todo y todos, quizás en primer lugar de quienes le han puesto un pedestal en el lugar de la patria, donde él solo veía un ara de sacrificio.
¡Cuánto no tendría que pulverizar el rayo de la carcajada de Martí, para que desaparezca esa rigidez miserable que significan los que odian, censuran, destierran y parecen hasta dispuestos a matar en su nombre!
PLEGARIA A UNA FOTO DE MARTÍ ENTRE LAS CAÑAS
Vaga tu risa limpia por los cañaverales
con un sabor a fuego cribado en las raíces,
tu carcajada inmóvil crece en lo que no dices
y el hollín provinciano encabrita las sales
de mis labios cansados de asirse a tus breñales.
Si dejas de mirarme así, con esa herida
como el filo tan verde de la hoja, no es mi vida
este ojo de una cámara ni soy más los pequeños
botones de tu traje, saltando, esos dos sueños
de la luz que se ríe negra y blanca, zurcida.
Sígueme conversando sobre el jugo tan fino
de las cañas quemadas, cómo el cielo es seglar
y cómo es la blasfema circunstancia del mar,
háblame bien, bien alto: ¿cuál otro corcel vino
después, mucho más blanco, y te alzó a tu destino?
No te muevas, Martí, o vas a desdecirme.
Nunca se apague el cruel verdor donde palpita
la seda negra de este silencio que en ti grita
profundas carcajadas, o empiezas a morirme.