Aguascapitales y turbulentas
que no callan sus nervios al que presiente
su afinidad secreta de romperse
en cada instante en cada vuelta
sangrando el epitelio de las horas;
aguas que desmontaron sus brazos
para desmoronarse en la boca del enigma
y poseídas por una combustión clandestina
derraman sus profusos bienes
ante los puntuales ojos del testigo;
aguas resueltas y desolladas
que le dejan al público su último reclamo
su atávico ronquido de embestir los escollos
su difusa y remolcada efervescencia
de vertiente y esencial vocabulario;
aguas trémulas y precipitadas
que perdieron el juicio y la conciencia
y se inundaron de intranquilas torceduras
a fuerza de evadirse y de arrojarse
a la vetusta sed del precipicio;
aguas que fueron deportadas
y heredaron el divorcio y el grito
pero se prolongaron en la boda
y se enfurecieron y se desnudaron
antes de recibir el nupcial empujón;
aguas que no se salvarán del abandono
ni de la agitación ni del tajo
y a fuerza de impetuosas aventuras
se abren paso entre la sucesiva indolencia
de las piedras y los golpazos;
aguas que no se cicatrizan
por su tenaz inmigración entre las rocas
en donde dejan sus fulgurantes disputas
sus galopantes quejidos diluvianos
que se evaporan nerviosos en la intemperie absoluta;
aguas atávicas y rotas
que desconfían del tatuaje de las fotos
y se escapan de los andróginos retratos
donde la eternidad filtra su tinta
tan sólo para quedarse con nosotros;
aguas pasajeras y estentóreas
que le devuelven los aplausos al viajero
que se detiene a mirar el delictivo derrame
la demencia que resplandece y se desploma
en su desaforado y ágil caudal;
aguas gnómicas y letíficas
que se bebieron de un trago las palabras
cuyas goteras de peces lesionados
se atropellaron en la garganta del testigo
agazapado entre escombros de iluminación;
aguas indomables y elocuentes
que transforman la escritura del naufragio
en un ballet de anfibios glugluteos
por donde fluyen lívidos heliotropos
ahogados en el torneo de la fama;
aguas que prefirieron dar el salto duradero y nutricio
y echar las entrañas apasionadamente
en la ebriedad donde vagabundean los pájaros
que le arrancan al chorro ininterrumpido y ufano
los coágulos indefensos de gluglú.
(A Laura)