CALLEJON SOLÍS
Cuando mi padre cantaba Veinte Años
yo desconocía de ciertos sabores
disponibles en la mesa.
los bares adonde madre solía acompañarlo
bajo las dos sombras de la noche.
Una grácil sonrisa sacude mi memoria,
vuelvo al patio de cercas de Campanillas
agua fresca del brocal
espacio donde la Güira
era la señal del colindante
la palma donde el vecindario
abanicaba el mediodía.
Hasta la hora que madre me encomienda que visite
a sus hermanas,
Voy a seguir quieta esperando a los ausentes
ellos evocarán lo que yo ignoro.
padre dirá entonces,
—niña ven a dormir—
te seguiré cantando.
LA INDULGENCIA DE LA ROCA
Piedra de agua
filtro irreverente que veo sudar
y no rendirse.
Traída tal vez de los Alpes apuanos.
por un ignorado florentino
que agasajó las dominios de Palmira.
Aún te sometes como las sirvientas
que llegan antes del alba.
PIEDRA DE RÍO
Escucho el sonido de la piedra
madre macerando la carne.
Me recuerdo niña junto al pozo artesano,
observando el chorro de agua
que con fuerza sacaba mi padre,
la tinaja en un rincón de la cocina
Ahora lamento el no tener la ventana
para leer en las tardes a Poe
y coleccionar zancudos.
Aquel homenaje a la navidad
donde el algodón simulaba
la anciana barba del mago.
Éramos como las aves
bajo vivarachos montes de almez.
MUJERES DE DOMINGO
Mujeres de domésticas labores
blasfeman los amaneceres,
con el percutir de sus apaños.
Renacidas con agua de lavanda
se sientan los domingos en las aceras
e intiman su apego al sinsentido
Pero nadie puede abandonar el tiempo que lo acecha
el extraño sentimiento de llorarse a si mismo.
Tal vez si repujaran sus sayuelas
con un heráldico sobrenombre,
descendieran jóvenes de un cielo inocente,
sin embargo los días hurgan ante la puerta
y la familia ya es una ausencia.