LOS PERROS Y YO
cuatro jinetes dicen y andan las centurias
por mis huesos,
tierras de olvido donde nada queda
(hastiado de tiempo reniego de él:
moriré antes que hables)
tanta palabra degenerada
y tanto verso sin color
cortan los sueños
se van por el mar y al olvido regresan:
lloran dólares verdes,
el rostro infinito del escéptico
el daño inconmesurable del que no cree en sí mismo
la tierra fatal de mi galaxia
jardinero de alambres y tósigos oscuros
destrozaré día tras día el de mi muerte
arrastrándome si es preciso
llorando los postigos en las ventanas de aluminio
que no es cristal sino pájaro solitario:
siete muertes sólo para vivir la mía
fuego que danza en el cristal
camino y dicen que por los aires
ojalá que las aguas!
(sólo la que vuele será estatua y no piedra)
no hay venganza ni nunca la hubo:
sólo los perros y yo
sólo la maldita mejilla que nos queda
LOS SOBREVIVIENTES
la escasez primordial de la esencia es el hambre perpetua
del que siempre tuvo hambre: nadie nos tiende la luz sino
el tiempo: sólo la muerte de cada día nos fue concedida
nos salvará el nervio? la pupila antes que se apague?
los bolsillos repletos de guijarros, el alma de gavetas? quién
dirá mi nombre? en qué pecho latirá otro igual al mío que fue?
los que hablan por los que callan piensan "quizás sea partir
un beso eternizado" o es el sexo la ebriedad, desganadamente
el preludio amoroso (tan viejos somos como la tierra reciclada)
quizás fetiches tontos la ceiba, la nieve, los límites perfectos
de la política y la cartografía. Pero y el amor? no el perfume
sino el recuerdo de su aroma, la piel que ya no se palpa
los que sobrevivimos allí donde la piedra sentimos
el amor como un naufragio y nos ahoga la sílaba tendida entre
el susurrante busto a las luces y umbredades de un cuerpo íntimo
y cuál es la casa, en fin, si no su palabra suave y su voz
la tibieza añorada desde el costado y el dolor de un suspiro
la acuosa herida de Cristo por donde navega el verso descalzo?
MAGDALENA EN CRUZ
quién tocará la puerta por el lado bueno
donde sólo hay madera y heliotropos que cantan
dolor y ala
alivio del viento que encuentra al fin su ceiba
morir sobre la yerba abrasada:
a campo desnudo tu nombre y tu cuerpo
niña mía adentro
mientras abres las alas de tu seno cálido
lluvia desesperada en el mes de siempre:
en el césped de tu cama
atravesé tus ojos en busca de Dios
a tu olor de vientos lejanos
soy tan viejo como el mar y la ola.
He sembrado de piedras tus caminos
y ya no llego
a la hora en que desciendan los bordes sobre mí:
vuelan las palomas y los niños que ignoran el vuelo
y su espiral trayectoria
hasta el sexo oscuro y húmedo de la noche
y quién mirará de frente y dónde habrá un jardín:
si tu voz se va con el agua quién me abrirá el cielo y sus puertas
rosa de las blancas espinas
las dos colinas de amor en tu pecho
el violín callado de la pena
XV (LA CASA)
Entonces los muros no estaban cubiertos
de imágenes criminales
Propercio (II,5,26)
al borde del techo cuelga el sol
y la lluvia lava los huesos
tras la ventana la edad
de la confusión y el error
tras la ventana, digo
la torpeza de los dedos
la persecución de los años
la alquimia milagrera de las espumas
el reiterado riesgo del reflejo
en el laberinto de espejos
de la pared vacía
el crucifijo sin cuerpo
los artificios que duermen y encantan
desnudo en la memoria
el perfil inacabado
la silenciosa sábana
la duda como puerta
y el polvo salado de los besos
la casa, que aprisiona el círculo
y el límite geométrico
alberga la humedad del viento
el perfume olvidado de la ternura
que se hunde
en los signos de la piedra
el espanto de los jardines
y la humildad inagotable del agua que fluye
XXVII (TEATRO DE DIFUNTOS)
abierto está al fondo de todo
el teatro que vende la superficie húmeda
del verano
ave César, los que van a llorar
el bolsillo lleno de naipes iguales
(el reloj es un paréntesis)
y mi propio ángel que muere
son umbral que cruzo en vilo
hasta la zona del sueño y lo prohibido.
Algo sucede siempre, quién sabe dónde
el escenario y su juego
o el estar fluyendo en el desconcierto
del beso
creatura de volúmenes exactos, precisos
—cosas pequeñas,
objetos nimios— flota
el rebaño triste.
Pongo mi nombre como quien pone
una cruz
en la pared y su precio
y volveré por la tierra:
me entraré como una raíz
(cerremos las tumbas
no vayan a regresar los muertos)
hasta el cartel que dice
Se prohíbe creer en el arcoíris
cuando llueve