Adónde, águila mental,
alzas vuelo presurosa?
Al ascender, espaciosa,
cuál es tu espacio total?
Hacia qué oriente natal
o cielo sin angostura?
Chispa de desplegadura
es tu corazón: ascenso
que quiere tocar lo inmenso
con ademanes de hondura.
R. Manzano Díaz (El racimo y la estrella)
1
Rayo que tiende su trueno
como la música, hiriente,
y rompe en el inocente
corazón de un hombre bueno.
Rayo que sube del cieno
hasta el ojo principal,
y pudre –qué hambre de mal–
el corazón que me esconde…
Yo quiero huir, pero adónde,
adónde, águila mental?
2
¿Bajo qué tronco fecundo,
bajo qué sagrado leño,
duerme tu abrigo –mi sueño–
su letargo de otro mundo?
(Yo sé de un sueño profundo,
que en lenta noche reposa.)
¿Y dónde soñarte –hermosa,
en la oscuridad del ansia–
si, cuando acudo a tu estancia,
alzas vuelo presurosa?
3
Yo sé, también, el dilema:
aquí, la luz todavía
no ha largado hacia otro día
el dios de su nívea flema.
El cielo y la pobre yema
arden, en la misma rosa:
sombra vegetal que goza
su crecimiento ya nunca,
y duele –en el aire, trunca–
al ascender, espaciosa.
4
Hombre de todos los días:
ciega, omnívora criatura;
aprende la arquitectura
de cuyo fin desconfías.
¿No mueve tus energías
una razón mineral?
La brújula original
advierte, cada minuto,
entre la estrella y el fruto
cuál es tu espacio total.
5
Abriendo, par, el camino
con las aspas de mi frente,
¿qué dios me acerca el oriente,
rectifica el desatino?
Pues tengo un solo destino:
atravesar el umbral;
y hay una estrella oriental,
sola, en mis ojos latiendo:
desde cuál noche partiendo
hacia qué oriente natal…
6
¿Y vendrá un ángel sin voz
a convocarme, desnudo,
para asistir a otro mudo
ángel caído de dios?
Y si, cayendo los dos,
nos separa la fractura...
¿habrá una nube madura
para suavizar la brecha?
¿Será, en fin, nube derecha
o cielo sin angostura?
7
Sombra en el vuelo tendida,
temblor que la noche nombra:
es aquel susto mi sombra,
como una bestia dormida.
Mas la inefable embestida
que teje el tiempo, me apura:
y, entonces, me doy altura,
pues mi corazón comparte
con el águila que parte,
chispa de desplegadura.
8
Canta, buscando aquel verde,
tan demorado lugar:
acude, libre, a cantar
sobre el ala que se pierde.
Y esquiva el árbol que muerde
con odio púrpura, intenso.
Sabe que, desde el comienzo
–siempre a ras de un espejismo–
pájaro sobre el abismo
es tu corazón: ascenso.
9
Tú, como altísima rama
abierta al sol que la toca
y pone, en su muda boca,
aliento de roja llama.
Como músculo que inflama
un río de esperma, denso.
Como garra que, en suspenso,
arranca la carne herida:
Tú eres la vida, la vida
que quiere tocar lo inmenso.
10
Sálvame, águila mental,
en el suceder salvaje
que nos adelanta el viaje
hacia el disparo final.
Burla esa cumbre, el brocal
y el sismo de la pavura…
Alza tu rauda figura,
mide cuán alto está el cielo
y haz, en mi sangre, tu vuelo
con ademanes de hondura!