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Cuerpo divinamente humano (selección)

"... este experimentado poeta cubano toma sin miedo la rosa y enhiesta, como “mancebo de la luna” la hace signo y no teme en transitar el laberinto de las casas convocadas por cuerpos, pastoras, espejos".

Dibujo de Fabelo (ilustración), amantes desnudos
Ilustración del poemario "Cuerpo divinamente humano" de Leon de la Hoz (betania, 2021). | Imagen: Roberto Fabelo

León de la Hoz se ha construido un escenario, su escenario, que ahora brinda, pleno y erotizado, al lector; para que lo disfrute, lo goce, lo sufra. Le brinda la oportunidad por el lenguaje de escoger cualesquiera de sus estancias que, por cierto, pueden ser varias y variadas a la vez. No importan las sutilezas del pulido léxico que oscila de la exquisitez a lo directo “feo” y con olor “a carne sudada en la sombra”. Pues el amador ha roto toda contingencia y se ha convertido en hablante, vocero y divulgador de una vieja buena nueva y de paso quiere también convertir a su lector en cómplice, obliga a que éste no se escape ni siquiera en el lezámico momento en que supuestamente pueda estar a punto de alcanzar su definición mejor. León de la Hoz en estos poemas en prosa fuerza el compromiso, Eros comprometido y sin miedo en la convocatoria de la erotomanía. Desplazamiento de la prostituta inicial y el cuerpo tendido, “cuerpo bello y muerto” asediado y asociado por “la virilidad equilibrada, florecida y plenaria”, a la trascendencia distinta de la cópula. Arco en que todo cabe y puede tensarse en lo posible y en lo imposible. El programa se cumple y se completa y se complica. Ya lo había advertido Quevedo: “Alma es del mundo Amor; Amor es mente/ que vuelve en alta espléndida jornada/ del sol infatigable luz sagrada,/ y en varios cercos todo el coro ardiente;/ espíritu fecundo y vehemente/ con varonil virtud, siempre inflamada...” Y ahora este experimentado poeta cubano toma sin miedo la rosa y enhiesta, como “mancebo de la luna” –Caballero de la Rosa a los acordes de Richard Strauss– la hace signo y no teme en transitar el laberinto de las casas convocadas por cuerpos, pastoras, espejos.

César López: "Para el jubileo del cuerpo divinamente humano" (fragmento), prólogo a Cuerpo divinamente humano (2da edición. Ed. Betania, Madrid, 2021).

 

NO ESTÁ YA EL ORO DONDE TU PELO ESTABA

 

Los amantes escriben fatigosas cartas

separados por la distancia de las olas,

de desiertos y montañas inaccesibles.

Recuerdan una cita y una canción de otoño

bajo la sombra dorada del viejo almendro.

Crueles valladares, cada vez más altos,

tratan de eludir llorando en el horizonte.

Ahora cuando son sólo cuerpos imposibles

se sienten y buscan en puentes secretos

que inventaron compartiendo el hastío.

Imaginan los pequeños trámites, infelices,

cotidianos y rutinarios de la eternidad,

conque construyen puentes entre los dos.

Comprenden que el amor es el sacrificio

de defender una ilusión común ya perdida

en cierta tarde borrada por el viento.

No obstante ellos buscan en la memoria

el olor de aquella rosa que se abría

bajo el almendro como si fuera eterna.

Ella cierra los ojos y cree ser apresada

por el vigoroso abrazo de la primera vez,

y él siente el talle que cede a su fuerza.

Así se entregan al suave goce del tiempo,

al caro revelar el cuerpo de la nostalgia.

Y a pesar de ello ninguno sabrá responder

al enigma del amor cuando estén prisioneros

otra vez del tedio y los sentidos apagados,

y una luna de hierro emerja sobre la tarde.

Entonces el tiempo será el enemigo del deseo

de iniciar una vez más aquella cita sin regreso,

protegidos por la vieja fronda del almendro.

 

Portada del libro Cuerpo divinamente humano (Betania)
Portada del poemario Cuerpo divinamente humano (Ed. Betania, Madrid, 2021)

OH, SEÑOR, QUE NO HAYA TANTA BELLEZA

 

El poeta que a la mujer quería regalar un versículo

que igualara en belleza al cuerpo que ella le daba,

se ha quedado sin ojos y palabras capaces de conceder

el prodigio que únicamente el cuerpo puede exhibir.

Cada vez logrará sentir sobre sí el paso de lo eterno

cuando ella vaya hacia sus brazos atravesando el aire

como la hierba siente el venir lento de la primavera,

pero ni él ni nadie podrá traducir esa imagen suya.

Semejante a la bestia con la presa bajo su garra,

se siente dueño de la bella que lo sacia y da poder

para invocarla con adjetivos y nombres de flores,

pero en cada intento se le escapa entre los dedos.

El poeta mira al cielo buscando la gran respuesta

que le auxilie a esculpir el verso más espléndido

que rescate e inmortalice el esplendor de su amada.

Él sabe que si lograra transcribir el rostro esquivo

de la belleza, grabaría una muesca en lo eterno,

ese filo de hielo que rodea el agujero del tiempo

por el cual caerá un día la carne fugaz al matadero.

Sin embargo Dios no tiene ojos conque ver la belleza

del cuerpo que por un segundo supera a la muerte.

Sólo el amante, si no tuviera de ella una idea divina,

llegaría a hacernos comprender que cuanto importa

es el milagro de algo que pueda hacernos temblar:

el olor, el sabor, el color, la textura de la amada.

En eso pudiera estar la grandeza del amante.

El poeta insiste en dar nombre a lo nunca visto,

en comparar la ficción con lo pagano, sacro y eterno..

Encima de la hoja, blanca y limpia como un mantel,

cree depositar a la amada como una rosa desnuda.

Pero la belleza es un adorno insulso, quebradizo,

mientras su cuerpo de amante sienta al otro cuerpo,

y vea el brillo de la saliva en la curva del vientre,

dulce, invisible de la gloria más allá de la muerte.

 

 

INMÓVIL, ME AFICIONO AL LECHO SOLITARIO

 

El amante que arrastra los pasos se dirige a la ventana

donde el invierno blanquea los árboles del parque,

y pone sus ojos en las ramas. Parece solo con su memoria

cuando furtivas vuelven del pasado amigas, quizás muertas,

que nunca tuvo, ni le devolvieron el saludo ni la mirada.

Esta mañana al mirar por la ventana jóvenes doncellas

bailan una danza muerta al compás de la música navideña.

El recuerdo de esos labios rojos, silentes e intocados,

se detiene con un leve y excitante susurro en su oído,

y el sudor que sabe a almizcle de los cuerpos vírgenes

toma forma sobre su cuerpo aborrecido y menesteroso.

Con la mano tibia en la escarchada hoja de la ventana

va llamando a cada una con nombres de golosinas y frutas

que entran en su boca perpleja por un placer infantil.

Ebrio de vacío y razón de lo que nada tiene y no tuvo,

sus manos se dejan coger por las de ellas que lo llevan

a la oscuridad de una época que creyó banal y marchita,

y esas manos suyas que hoy no le pertenecen se aferran

hermosas, sin arrugas y anhelantes a las horas de vértigo.

El viejo amante ya no está solo y triste en la fría noche

del cuarto donde se vio morir abandonado por su memoria.

Él intuye entre aquellas criaturas con cuerpos de su deseo

que una de las sombras, la más sensitiva y bella, empieza

a reparar lo que se fue el tiempo, las cosas y los lugares

donde años atrás, muy lejos, ambos se cruzaron sin saludar.

Y cierra los ojos para ver que su propio cuerpo deshecho

se rehace como un bordado en las manos que imagina.

Cada deseo se repite en cuerpos que pasaron por sus ojos.

Se ve ante la ventana abierta frente al parque en primavera

mirando desde los brazos de la joven el río que se aleja,

y escucha deseoso las confidencias de la siempre esperada

que se estremece íntima y distante como una estrella.

 

 

LLAMA RODEADA DE LEONES

 

El amante, después de un fatigoso navegar hasta la casa,

ha llegado a su amada con la idea de sacarla del sueño

en las palabras y caricias con que la hacía su esclava,

en otro tiempo cuando el amor era conquistar su cuerpo.

Como aquella época en que abría un mapa sobre la piel,

su ansia, su impaciencia, sus manos laboriosas de marino

experto en vencer cuerpos en la noche de puertos extraños,

son de un dios en celo que vela por rehacer su criatura.

Piensa que nunca habrá sido mejor para quien lo espera

como una isla sin explorar en medio de las revueltas sábanas.

No siente que ella quita de su cuerpo sus manos de amante,

y mientras parece despertar se da al sueño de olvidarlo

entre brazos y piernas de hombres que nunca existieron.

El hombre, tan seguro del amor de la mujer, no ve, no huele

a los otros amantes que ella tiene creados de fragmentos

del naufragio de su vida aún sedienta de lealtad y goce.

De su piel dolorosos fantasmas van naciendo sin nacer

por cada poro sumergido de la húmeda rosa naútica

que en las tormentas lo guiaban al cuarto de sucumbir.

Poco a poco él va siendo uno más que busca su boca

entre innumerables bocas que hacen florecer la soledad.

Y mientras hace el amor abraza y arrulla sombras de fuego,

la penetra como loto que aparta el agua del estanque,

la hunde en sus besos tiernos y sabios de explorador

de océanos y cuerpos dorados en puertos de otras latitudes.

Mas la amada no ha salido del sueño que la mantuvo viva

cuando él estaba lejos tensando jarcias contra el viento.

Ella nota que su cuerpo pesa sobre la tierra como el pasto,

se siente mujer y nadie la hará volver a la otra vigilia.

León de la Hoz

León de la Hoz

(Santiago de Cuba, 1957). Ha publicado Coordenadas (La Habana, 1982); La cara en la moneda (La Habana, 1987); Los pies del invisible (La Habana, 1988); Preguntas a Dios (Madrid, 1994); La poesía de las dos orillas. Cuba (1959-

1993)
; (Antología), (Madrid, 1994, 2018); Cuerpo divinamente humano (Madrid, 1999), ilustrado por Roberto Fabelo; La semana más larga (Madrid, 2007, 2018); Los indignados españoles: del 15-M a Podemos (Madrid, 2015); Vidas de Gulliver (Madrid, 2012, 2016, 2017 y 2018), La mano del hijo pródigo (Madrid, 2019); Ejercicio de convivencia (Madrid, 2020). En Cuba, entre otros premios nacionales, obtuvo los que fueron los más importantes entonces, el “David” (1984) y “Julián del Casal” (1987), ambos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Dirigió la revista cultural La Gaceta de Cuba dentro de la isla y más tarde los inicios de Otrolunes en el exilio. También fue Secretario del Consejo Técnico Asesor del Ministerio de Cultura. Ha sido incluido en numerosas antologías, entre otras, Poesía cubana: La isla entera, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora (Madrid, 1995); Los ríos de la mañana, Norberto Codina (La Habana, 1995), Las palabras son islas. Panorama de la poesía cubana del siglo XX, Jorge Luis Arcos (La Habana, 1999); Antología de la Poesía Cubana, Vol. IV, Ángel Esteban y Álvaro Salvador (Madrid, 2002) y Poemas cubanos del siglo XX, Manuel Díaz Martínez (Madrid, 2002). Actualmente escribe su blog de opinión, El Blog de León (https//leondelahoz.com).

Comentarios:


Ismael Sambra (no verificado) | Mié, 10/02/2021 - 06:29

Felicitaciones a nuestro coterráneo León de la Hoz, quien me ha hecho el honor de escribir el prólogo de mi poemario Bajo lámparas festivas, finalista en el nacional Concurso “26 de Julio”, 1973, editado por editorial Betania en 2004. Gracias, gran poeta y ensayista. Me alegra mucho que sigas activo y publicando. 

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