ARCE
A F.
Arce, ha llegado el invierno
y tú te haces el dormido.
El dorado adolorido
yerto por tierra, materno:
tus hojas. El sacrificio
rojo, trance de la cruz.
Mientras, llegada la luz
primaveral, otro inicio.
Otro inicio, brote, gota,
desborde tras la derrota.
La corteza, dulce hiel.
Cada gota es una nota,
un latido. Arce, tu piel,
rostro muerto, viva miel.
(Montreal, 28 de enero del 2020.)
INMÓVIL ÁRBOL
Es otoño. El árbol marcha
hacia el invierno en su fila.
Toda la calle desfila
hacia la noche y la escarcha.
Inmóvil árbol parece
desobediente en su sino:
ser de la luz peregrino
aun si en silencio perece.
Todo su cuerpo desnuda
y en la piel su sed reserva.
Pronto a la muerte se irá.
Paso, y me roe la duda:
Quién desfila? Quién observa?
Quién se queda? Quién se va?
(Montreal, 20 de octubre del 2019.)
UN MUNDO
A un banal flamboyán.
Los aletones se encajan
de las raíces rugosas
como cuchillos que zanjan
la solidez de la losas.
Yergue trabado en sus nudos
su torso, su corpulencia,
y se rompe con violencia
su copa en gajos desnudos.
Suena punteado en su hoja
el concierto de la brisa,
y todo el árbol se eriza
cuando la lluvia lo moja.
Crece el musgo en la corteza
y el lagarto vagabundo
señorea en la certeza
de que el árbol es un mundo.
Un obelisco a la sed
de un crecimiento secreto,
teje la araña en su red
la expectativa de un reto.
Crece la vida a la sombra
de este universo callado
que nadie ve y nadie nombra.
Nadie dicta su cuidado.
(Morón, 8 de noviembre de 2018.)