Alucinaciones
Un ilustre representante del proletariado
me pregunta
si lo que se mece en sus pupilas
es un puente de plata.
Le advierto que en sus ojos
hay uno de madera
ahora humeante y en ruinas.
Son los pasajes de una guerra
de medio siglo
que nubla el entendimiento
que impide cruzar al otro lado del río
que nos hace ver montones de espejismos
entre los persistentes aullidos
de la dinamita.
Ejecución
Mis enemigos vuelven a imaginarme
tendido en el suelo
y sin un hálito de vida.
Cada mañana hacen un inventario
de los agujeros sobre un cuerpo
que se parece al mío.
Se extasían con el penetrante olor
de la pólvora que brota de las heridas
y cantan el himno de la victoria
en tono mayor
Ellos me matan sin remordimientos
lo hacen con el selector en ráfaga
y apuntando al pecho.
Es un ritual que suelo ver
desde los estribos de la indiferencia
y libre de sobresaltos.
Mientras aparece la identidad del occiso
continúo observando el júbilo de los asesinos
entre el intenso resplandor de la balas trazadoras
que me permiten una vista inmejorable
de una ejecución que aburre.
Cielo y tierra
Nos permitieron escoger el tamaño de las alas
nos indicaron las mejores rutas
para llegar a las terminales de la modernidad
y el sosiego.
Ni hablar del libre acceso a las provisiones
y el soberbio programa de entrenamientos.
El despegue fue sin percances
y la estabilidad en el aire una breve
y oscura experiencia.
Entre el sostenido murmullo de las cicatrices
y las amputaciones
se escuchan las nuevas ofertas de vuelos.
Una vez más la tentación se impone
y mis advertencias terminan
difuminándose en el bullicio
que asciende vertiginosamente
hacia una cordillera de nubes.
Yo…como siempre
esperando los descensos en espiral
para ofrecer los primeros auxilios
o estar de cuerpo presente
en las inhumaciones.
Para eso estamos aquí
nosotros
los sobrevivientes.