RUMBO A…
¿Lloverá?
Aquí no hay lavabos
Una amiga
De eso ni hablar
Según la saga todos se convierten en vampiros
Por supuesto a favor
¡Qué crueldad matar a un bisonte!
A varios
Lee
VelikoTarnovo
¿También los trenes llegan allí?
¡Es fantástica la velocidad!
De la guerra contó que los algarrobos quedaron pelados; las vainas de las habas, un verdadero lujo. En casa vivíamos nueve y cuatro dormían de pie; no había sitio para hospedar la sensiblería. Suerte escuchar las campanadas y no al párroco. De un limpio que daba gusto, los correligionarios de Caín arrasaban con el aforo. Una tía sufría ininterrumpidos altibajos, pero los manuales donde se lidiaba contra los espectros sirvieron para alimentar el infiernillo. ¿La tisis? Gozaba de perfecta salud… Y ahí se puso rojo como las banderillas del muelle, (fue entonces cuando le asesté el puñetazo en el omóplato) atragantándose con los calamares. El Señor -y apuntó con un dedo al estuco del cielo raso- no siempre tira del sedal y engancha.
ALL MASSAGE
¿Dónde me lleva esta noche?,
me preguntó Beatriz.
La conocí en los Cárpatos.
A Saturno, dije.
Acomódese, lucecilla.
Explíqueme:
¿californiano o tailandés?
Un dos
Un dos
Salto con pértiga.
¿Lo duda?
Poco faltó en coronarme
Campeón de Lid.
Así…
Y sepa
la conocí en los Cárpatos
o digamos
casi draculeanamente.
Venga.
¡Compute!
¡Compute!
La paciencia es mi salvoconducto.
¿Sabe usted de aritmética?
Cuántos tullidos habrá.
¡Ah, bálsamo del alpinista!
En primavera abren los cerezos
pero abren a una vida ramplona.
Un dos
Un dos
También se lo dije a Beatriz.
¡Adelante!
Suprima este cielo prosaico.
Explíqueme:
¿californiano o tailandés?
SYMPLOKÉ
¡El universo se está desintegrando! ¿Qué universo, Berta? El nuestro Pep, dijo y meneó su larga cabellera. Del cajón de la coqueta sacó un cepillo, ganchos de pelo, reparador de puntas, bastoncillos de algodón, sombras Helena Rubinstein, crema astringente con leche facial incorporada, aros desmaquillantes, barras de labios de larga duración, delineador y rizador de pestañas. ¡Alto ahí!, dijo Pep, quien en medio de su acicalamiento traducía Barón Corvo: blasfemo y aspirante a Papa, de Citati. Imposible. En un tracto de la Vía Láctea hay un hebreo genial, en el otro un genio de la semántica. ¡Symploké, Berta, symploké! Dos ilustrados de lo que llaman “totalidades”. Lo demás, microcosmos. Ojos que no pueden observar cómo huyen las marsopas tras el repliegue de un ancla. El importante viaje de la hormiga en la ramita.
SUFICIENTE
Coqueteando con las musas, entre el Steinway y el cielo raso de su cuartucho en Manhattan, así vivió y murió… ¡Qué contar! No es época de misticismos. El tedio suprimió la parábola del bosque, la caseta del bosque, y al guardabosque... Ceniceros repletos de colillas. Tónicas a medio tomar. Odesa repasando un libreto. Iván de pésimo humor por no traer paraguas. Gracias a Dios el entierro fue sin retrasos. Pongo mi cabeza en el picadero que la pelirroja de negro era una pianista húngara. Laszlo salvó las partituras de Paul. ¡Un milagro! Paradójico, ¿no? Al enterarme no hice más que recordar la definición poco realista de un realista sobre la Appassionata: Maravillosa y sobrehumana. ¡Qué contar! ¿Cómo? ¿Cuándo? Solo supimos el “dónde”.