La poeta cubana Alina Galliano falleció el 7 de diciembre de 2017 en la ciudad de Nueva York, donde residía desde 1968. Su relevancia resulta indiscutible dentro de las letras cubanas, entre otras peculiaridades, por textos que revelan el drama del exilio y una identidad fragmentada. “El viaje simbólico abierto a significaciones sin fin, tan expresivo de la conciencia diaspórica, se deja leer en vínculo profundo con el yo inagotable de la poética de Alina Galliano”, ha afirmado Aimée G. Bolaños.
Gracias precisamente a la iniciativa de Aimée, junto con María José Mures, publicamos en Árbol Invertido este dossier en su homenaje.
Alina Galliano nació en Manzanillo (actual provincia de Granma) en 1950. Se crio en el poblado de Campechuela. Salió de Cuba con 16 años hacia España. En 1979 se distinguió como primera finalista en la primera bienal de Barcelona, y al año siguiente apareció en Colombia su poemario Entre el párpado y la mejilla. Casi una década después publicó en España su segundo libro: Hasta el presente (Poesía casi completa). Con La geometría de lo incandescente (en fija residencia) ganó el premio Letras de Oro (1990-1991). Publicó más de veinte títulos.
Formó parte de Radio Cox New York y de Magapalabras en YouTube, desde donde leía la obra de otros poetas y la propia. En una entrevista ofrecida a la revista Otro Lunes, en 2012, manifestó acerca de la poesía: "Es un gesto creativo de amor integral, por cuanto puedo hablar desde ella en amoroso tacto y mixtura, ya sea al escribir sobre la mitología de una nación o sobre el amor que, generoso, siempre me encuentra en cuerpo y alma a presente y sin condiciones para poder continuar transformándome en un mejor ser humano sobre este planeta".
En carta dirigida a Aimée G. Bolaños, y que ésta incluyó en Las palabras viajeras (Ed. Betania, 2010), confesaba: “Yo nací entre los mimos de una casa señorial que habitaba de lleno los sonidos del mar. Yo nací un ser feliz y entre cocuyos me sentaba a contar junto a mi abuela las fases de la luna, el invisible olor de las estrellas y a sentir sin remilgos, la soltura de que me abrazaran de modo sostenido y entre besos. Mi amor por la vida y todos los seres se desprende del hecho de que tres veces he observado la muerte pasar por mi lado, sin miedo a ella y me di cuenta de que Teresa de Ávila y mi abuela Nena tenían mucha razón al haber dicho, pasa por los lugares como si nunca pudieras regresar y enseña tu corazón, siembra la alegría, dile a los seres con los cuales tienes oportunidad de compartir que son un precioso regalo, que su hermosura es irrepetible y que no han pasado por tu lado sin que tú no los vieras y los agradecieras. El vivir solo se borra o monotoniza cuando tú dejas de crecer y valorar el encaje de su cambiante eternidad”. Y concluía: “Sabes, tengo muchas ganas de irme a ver, a quererme con el mar, quiero sentir cómo su vida me rodea, llenarme la boca con sus olas, navegar cuerpo a cuerpo con su espuma y ponerme en la cabeza una corona de algas marinas. Hace tanto tiempo que no siento entre los dedos de los pies el calor y suavidad de las arenas y mis pasos sienten la orfandad que eso contiene. Entonces me vuelvo a las orillas de mi Pueblo, Campechuela, y hundo mis pies en su mineral y negra arena y busco caracoles o pequeñitas caguaras de color rosa, tesoros que recrean mi visión y la tesitura de mis manos”.
Según Diario de Cuba, las cenizas de Alina Galliano fueron “depositadas en un nicho en el Trinity Church Cemetery en Manhattan, Nueva York”. (Redacción de Árbol Invertido)
DE: LITOGRAFÍAS A PARTIR DEL AIRE
Estoy en libertad,
ahora comienzo a saborear ese arte del viento
cuando acaricia las piedras y las transforma
al crear sobre sus superficies la memoria del viaje,
lo versátil de vivir sin fronteras,
de saber que nadie lleva consigo sus pertenencias
y que la vida es una pasión de amor incontenible.
DE: HASTA EL PRESENTE. POESÍA CASI COMPLETA
XVIII
Este viejo dolor,
como un amigo,
viene despacio
a darme compañía,
se fuma junto a mí
su cigarrillo,
me pide un poco de café,
comenta,
este mar de recuerdos
donde eres
un juego coloquial
a mi cabeza
tejiendo en mí
su puente a la distancia:
memorias en mi rostro
o en mi labio
huellas de ti
de tu existir cruzando
en delicado hacer
sobre mi vida,
que respira tu imagen
por el párpado
y hay momentos
que surges de mis manos,
un hilo de luz
a sostenerme el violento
vacío de los abrazos;
ese silencio
donde el hueso canta
su abierta soledad
con los sillones
lo mismo que un aroma
y se reparte
en sutil elocuencia
por el cuarto;
porque ya eres
alquimia de papel
sobre una mesa de noche,
fijo perfil que ausente
me saluda
y sin saber comparte
mi cansancio;
pero todo, mujer,
tiene un destino,
más que raíz es ala,
movimiento,
en tenaz ecuación
hacia la atmósfera:
allí tu corazón tiene su idioma,
su vernáculo golpe,
que sin decir ni alzar la voz
siempre te llama.
DE: EN EL VIENTRE DEL TRÓPICO
II
Por semanas enteras he tratado de sostener
entre saliva y lengua
las posibilidades de un caimito,
pero los dientes
carecen de memorias,
viven en disidencia
con el trópico,
son incapaces de atravesar
los meridianos del sabor, su furia,
que trajinando el paladar
conversa un proyecto de pulpa
en coito perfecto
con mis muelas.
Entonces desde aquí
soy la otra boca,
interminable mutación
que puede lo mismo
que un manglar bordear la Isla,
definiendo los paralelos del olor,
marcando
la zona donde el hambre come espejos.
IV
Con una taza de café es posible
asesinar sin crimen las palabras,
habitar una isla en cualquier parte,
devorar la existencia con un gesto tan simple
que Dios podría borrarse por completo
o despertar su propia limitación
guardando un minuto de espanto.
Con una taza de café es posible
atravesar todo el silencio a un cuerpo,
existir tanta vida sin tragedia
o ser el ojo de la manta raya
descubriendo la imprevisible costa
del instinto.
Con una taza de café es posible
tocar el borde de la calentura,
la solitaria fiebre de su hábito
o mirarnos de frente con la ausencia.
XIV
La insolación de ganas fue tan grande
que ni con palo de maguey pudimos
prevenir la brujería que rondaba
la casa de los muertos y los caminos.
Hasta la yagruma tuvo
sueño de raíz de violeta,
adormidera le dieron
al guardián de la manigua
para que se quedara sin habla
y soñara sueños largos.
Por eso ni el Monte tuvo tiempo
de secretear su jayajabia,
de preparar la protección con jugo
de rómpelo todo
y por eso pudo entrar así, con Bagá:
con talismán de ladrones,
talismán de jugadores de los buenos,
de esos que nunca pierden cuando juegan,
talismán de gente
que expone la vida sin pestañear,
gente que sabe asentar el filo
a la navaja que no es suya.
Por eso llegó así, enarbolando la fiesta,
emborrachando todo entendimiento.
Cara de adelfa, le gritaban el paso,
cara de adelfa
porque como la adelfa
sin dejar entrever
escondía la ponzoña
en la belleza del color
y nadie adivinó que venía,
emparentado con majá, por nacimiento.
Naná Burukú en reverso
y devorando la salud, en vez de darla,
oyú arayé: comiéndose al mundo
con la brujería de sus ojos
y nosotros cansados del desparpajo,
cansados de la abundancia
de ser dos veces siendo,
le dimos una isla como ebó,
envuelta en hojas de trópico,
una niña-bonita, país-ebó,
envuelta en hojas de malanga.
Esa fue nuestra primera ofrenda,
después se lo dimos todo,
le dimos la conciencia, el antojo,
la avaricia, la sabrosura de vivir,
la elegancia de ser no una isla,
sino un archipiélago de ellas.
Por eso tuvimos que irnos
con la música a otra parte,
aprendiendo todo el horror,
toda la bonitura, toda la distancia
que pueden caber en noventa millas de deseos.
Como un paisaje en medio del asombro,
así nos fuimos, así comenzó el abandono,
la marea sin fin, la pesadilla
de azabache y nácar;
como si fuésemos el inaudito espejo
de lo antes tenido,
atónito paréntesis, haciendo
de cada latitud un préstamo
donde reproducir el buche de café,
los batidos de guanábana,
los juegos de dominó
y una historia tan bella que hasta ahora
nadie ha sido capaz de desmentirla.
DE: LA GEOMETRÍA DE LO INCANDESCENTE (EN FIJA RESIDENCIA)
XIX
Utilizas tus pieles
para amarme,
fiel al tacto de todo
eres presencia,
espejismo de huesos
sobre el hueso.
En los giros de ti
los sin iguales
vértigos de tus formas
complementas,
este ávido rito
donde vivo.
Tu nombre cambia
levedad al sonido,
puedo llamarte
y cada monosílabo
tiene un distinto modo
al sostenerte.
Los paisajes
se visten de perfiles:
los tuyos,
los que guardas casi siempre
para un continuo
sorprender la imagen;
no consigo escapar
a tus pupilas,
todos los rostros
tienen tus miradas,
partículas de ti
que simplifican
los secretos rincones
de mi espalda,
para encuentros de mí,
con tus posibles.
Los espejos contienen
tu estructura:
me peino frente a ellos,
te convoco,
azogue de mis uñas
y ese modo, que tienes,
de inundarme día tras día.
XXII
Qué implacable resultas:
tus distancias
saben hacerse verbo
entre mis dedos,
atraviesan
en digital olor
cada detalle.
Para entrar en tus zonas,
para ser dimensión
de los lugares
donde habitan
tus más frías pasiones,
tengo que caminar
lo inesperado,
el cero diagonal
que reproduzca
una posible
intimidad contigo;
es allí donde sabes
sujetarme
en un abierto gesto
con tus ojos,
espesando el silencio,
llamándote a la entrega,
transformando minutos,
circunstancias,
haciéndome de ti:
tu laberinto.
XV
En ti reside
todo itinerario:
todas las horas
tienen cosas tuyas,
huellas de ti
cruzando todos los relojes,
definiendo mis pasos,
marcando en las aceras
tus presencias.
Mi olvido se transforma
simplemente,
en un acto de fe,
es la manera más segura
que tengo,
de caminar sin tregua
hacia tu encuentro
vaciando la memoria:
sin más antecedente
que este latido
programando el cuello;
donde siempre resultas
diferente,
donde ninguna otra
circunstancia, podría
repetirte o sostenerte, porque eres:
la geometría de lo incandescente,
el punto en la espiral
de lo inaudito.
DE: OTRO FUEGO A LITURGIA
Inevitable sílaba
XI
Ocúpame, temporal, al barroco de la oreja
manta-raya de lengua déjame atravesar tus formas
redescubriendo latitudes al arrecife de tu córnea,
y júntame de lleno en apetencia marfil contra marfil,
abriendo a enamorada línea tus pezones,
desintegrando el control que reside en tus tobillos
hasta sentir como sortija la presión de tus piernas,
a punto de explosión tensar la aorta.
Invítate conmigo a lo distinto de acariciar navajas
a un punto de deseo que electrizante cruce
la ingobernable esquina de mi cuerpo,
su gusto de conquistar necesidad de alturas,
torbellinos.
Médula al crisantemo,
ayúdate a vivir como se debe:
en estación de cráneo, a filo de huracán,
pasión donde es posible penetrar el secreto,
la inevitable dimensión, su derramada oscuridad,
sitio del gozo alimentando voces, desafiando panteras,
reproduciendo lo bizantino de una cala-lirio
a vértigo de asombro entre los dedos;
cuadratura geográfica donde el besar como instrumento,
puede,
duplicarse sur sobre todo norte a permanencia,
porque adentrar de golpe la existencia es simplemente
saborear o reducir el espacio a intensidad de amor
detrás del labio,
o en el hueco del cuello a su diverso,
a su implacable empalme, donde la dureza,
canta o destila su péndulo de éxtasis
tres pulgadas debajo del ombligo,
sin condición,
porque gesto en silencio de otra voz me nombras
la única,
la más brillante y fuerte de tus sílabas.
DE: OTRO FUEGO A LITURGIA
Entre el marfil y el agua
IV
Desconecté el conozco donde estaba mi vida
y todos mis pasados,
los que me definían
columpios, calles, gentes,
modos de pensamientos,
astucias de paisajes entreteniendo números,
partículas de puentes como alucinaciones
para soñar sin sueño de realidades múltiples,
carentes de espirales,
han roto sus silencios.
Eliminé recintos de espacio a mis razones,
me he quedado sin cómplices anestesiando el Ojo,
sin válvula de escape.
El mundo que pensaba tenido,
pierde formas
su origen fue fisura que yo daba por cierta,
confecciones inútiles que en mí no permitían
caminar la experiencia sin condición de árbitro,
sabiduría del dejo a su versión más libre
ejercitando a un no quedarse,
la maravilla del amor,
su fuerza,
sin retener el brote de los alternativos
que va desenvolviendo,
trastocando en su magia las otras espirales
donde lo perfumado reconoce que un brote de cerezas
puede sin dudas,apasionadamente,
concentrarse a experiencia,
percibiéndose órbita que a decisión,
es antílope.
VIIISu presencia camina despacio por el cráneo
estrenando las fuentes sonoras donde el tímpano
puede sentir de lleno el temblor de sus vértebras
o acumular el diálogo que surge en sus silencios
vistiendo o desvistiendo de otra manera el mundo.
Así, atraviesa el centro del corazón,
facilitando el ritmo donde los litorales
adquieren predicciones,
fragancias a diluvio
de electrizante sílabas con uno de sus dedos.
Su oído esconde orillas que no se han descubierto
alquimias de lo líquido,
exquisitez en vivo,
marinería en vértigo,
caracoles, caballos,
femeninas destrezas donde su magia sabe
configurar la línea de cualquier horizonte
al ladear simplemente el arco de su oreja,
proponiendo a los cielos las otras matemáticas
que no requieren de árbitros,
porque ella es la conciencia
donde deliberadamente se fabrica el ahora.
XIISus ojos son arqueros que sin descanso lanzan
el torrencial mensaje de su perfume al pecho
para que al fin me mire demandando poder;
igual que una pantera exige del mismísimo cielo,
en garra de derecho la marca de su hambre
para rasgar en pleno movimiento su presa,
irrumpiendo en un grito,
desplegando en salvaje predominio de sangre su alegría.
Poder a contra lomo,
me sujeta, se sienta,
sobre mi pensamiento,
rompe el cerco a mi frente
y allí me galvaniza a libertad y fuego.
Magistral,
con la seda de su abierta entrepierna,
me acaricia los flancos,
feroz ciencia de un arte
con que exigir al corazón la ruta del portento,
la otra expresión que pulveriza todo lo que ha sido:
apellidos o nombres,
costumbres en línea horizontal,
límites que no podrían adentrarse en el pulso de lo indeterminado
para explorar a gusto otras posibles formas de caminar en vivo,
replanteando al cerebro su propia reconquista.
Sentirle al laberinto de su oreja,
la miniatura del sonido,
implica desatarle a los tonos más antiguos
siete insaciables notas
a siete imperativos entre garganta y lengua
para poder cantarle la música aún no escrita,
robándole a la vulva de los nardos,
el pasional secreto de su rugido a percusión y en vértigo.
DE: OTRO FUEGO A LITURGIALitografías a partir del aire
I
Escribo para decirte que he comenzado el viajecon esta acción se rompe todo lo ya previsto,
así que he regalado mis recuerdos, las prisas de mis pies,
las puertas que he cruzado,
los marcos de ventanas donde colgué mis ojos
retomando paisajes de rostros y estructuras,
robándole perfiles a todas las ciudades
que nunca se sintieron de ti favorecidas
al escuchar tus cantos trepar los edificios a modo de escalera
para irrumpir de pronto y trastocar atmósferas.
Ahora reconozco que no hay lugar ni puerto
que pueda contenerme,
eso lo hiciste tú desde el primer instante:
ese día me miraste y los futuros míos
se unieron a la línea más firme de tu mano,
el aire en mis pulmones cobró linaje y vida,
le pusiste a mi boca un ritmo de naranjos a floración perenne,
llenaste mi garganta con los sonidos tuyos,
que marca tan auténtica pusiste en mi laringe
¡qué manera Amor Mío de regalarme fuentes de palabras y alturas!,
¡qué extraordinaria entrega de garras y visiones atravesó mi frente!,
de qué modo podría, haber descrito entonces, lo que contigo venía,
si ni siquiera estaban preparadas las copas de los árboles, las aceras,
los trenes, los andamios, los desiertos, los ríos, las piedras,
los pinares que existían conmigo
dentro del más secreto sonido de mi nombre.
Yo no sabía la implicación que encierra un para siempre al pecho
no tenía el más mínimo concepto de que el número de la vida es eterno,
de que se multiplica en su espiral de rosa a un sabor de impensables,
creando con el roce de tus respiraciones
o un rebelde mechón de tus cabellos,
la dinastía del furor,
lo que diseña en arco la medida de mundos
que nacen de tus hombros apasionadamente.
XVIII
Cuando volví a visitar la mezquita de Córdoba,
antes de entrar en ella
lavé mis manos y mi cara en la fuente de los naranjos
como señal de respeto y en recuerdo de aquellos días
cuando el poeta en mí comenzaba sus rezos frente al alba
mucho antes de que el Príncipe de los creyentes
pregonase su: "La ilaha illa Allah". No hay otro dios sino Dios
tiempos en los que yo pensaba que mis oídos
jamás escucharían el sonido de aquello
en lo que todo está contenido,
ni mis pupilas podrían sostener la maravilla de sus formas
y mi corazón buscaba el misterio de las palabras
en la textura de los higos,
en la frescura del agua que bajaba de la montaña
y era almacenada en grandes aljibes
bajo la sombra de robustos árboles
para cantar la canción
que no se había compuesto todavía
porque tenía que ser extraída
del infinito pozo de su misericordia,
de ese lugar donde el amor brota incesante
para que al mundo no le falten amantes
que reflejen la generosa joya de su sabiduría.
Cómo hubiera entonces haber podido imaginarme
que Dios iba a contemplarme a través de tu rostro,
que Dios me iba a sonreír desde tu boca,
que Dios en tu cuerpo sería para mí tintero,
papel fino, regalo de mi escribanía
donde ir reuniendo mis palabras,
para dejarlas como jazmineros en los patios de las casas,
palabras que las gentes pudieran repetir y repartir;
por eso aquel día que visité de nuevo la mezquita
fui yo quien dije: "La ilaha illa Allah"
y Dios volvió a mirarme con tu ojos.
DE: LOS DÍAS QUE AHORA TENGOEl más reciente de mis viajes, ese que en apariencias, no fuera previsto
y de acuerdo a las reglas no me fue deseado, ni siquiera exitoso
ocurrió en mes de Enero, bajo una lluvia fina, aquí mismo en Manhattan,
fue un viaje entre la curva del asfalto y mis huesos, sin testigos, ni gritos,
yo la primera de ellas, fuera de mí, sin movimiento alguno,
recogiendo la imagen dentro de tantos ojos
que no sabían mi nombre, ni el timbre de mi voz
y preguntando por parientes o amigos o amantes,
sitios donde pedir auxilios, seguridades, tránsitos,
borrón y cuentas nuevas,
curvando los relojes,
encuentros con mi otra,
esa que no quería fluir,
desintegrando inaceptables:
así que di mis señas,
me llamé al contra espejo de lo que nunca había visto,
comencé mi camino de atravesar los miedos,
de ver cómo las caras se iban deshaciendo
despejando las estepas del corazón, dejándolas vacías,
propicias para el viento,
para el silencio de las tormentas o las cosas que vuelan
porque vuelan
porque no tiene caso mirar lo que se extiende desde un punto tan fijo
a decirnos un sí cuando no queda nada
entre los bordes de una taza de café y las sillas
donde las sílabas del amor continuamente tendrían que abrirse
a un horario de presentes que nunca se repite,
porque allí, se sabe decir hola y adiós despertando los dientes
a un radical espacio de amor desconocido..