Las manos tratan angustiadamente de ensartar el hilo… llevo tantos años intentándolo que he perdido la visión, la juventud y hasta la claridad de mi mente. Ya no como, ya no duermo, tampoco hago el amor… enfrascado en la misión de ensartar el hilo lo voy perdiendo todo.
Los otros me miran y callan, todos pueden con facilidad ensartar la aguja y seguir con su vida, pero yo no puedo… hoy ha sido un día terrible, lo he intentado miles de veces, las manos tiemblan, la cabeza gira… estoy al borde de la locura. Entonces, llega el tonto del pueblo y dice:
—No ves que el hueco está del otro lado.
La certeza me ha dejado inmóvil.
Volteo la aguja, esta vez veo muy clara la abertura, ¡cómo no me di cuenta antes, claro que voy a conseguirlo!, tenso los dedos y acerco el hilo…
Justo en ese instante el pequeño orificio se desplaza al extremo opuesto.