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La poesía cubana actual escrita por mujer: rebeldía a través del etnos y la orientación sexual

Novia en un coche antiguo. Foto: Francis Sánchez
Imagen: Francis Sánchez

[Fragmento]

Se ha dicho que históricamente las creadoras cubanas han rechazado en muchas ocasiones la militancia con respecto a determinadas problemáticas de género. Esta actitud anula de forma prejuiciada la validez de estos presupuestos y se suma al temor de una discriminación que según algunas consideran iría en detrimento de la condición de artistas más allá de su sexo. De ahí que con frecuencia se acuda a expresiones llanas tales como: «la creación no tiene sexo, la poesía es una sola, la que es buena». Pero, el feminismo, bien equilibrado es un movimiento de ideas, prácticas y valores de las mujeres, contiene no solo una visión propia de la vida, a partir de la cual repensar las problemáticas de la mujer-sujeto, sino una propuesta analítica y valorativa específica acerca de la reproducción de las relaciones psicosociales.

Después de 1959 en nuestro país se fue consolidando un feminismo didactista, sobre todo en la narrativa y es en algunas de estas obras donde comienza a evidenciarse, aunque fenoménicamente un «cierto modo» de adentrarse en los problemas de lo femenino cubano actual. Al mismo tiempo se produce una resistencia masculina donde, al decir de Zaida Capote Cruz en La nación íntima, se mostró que poco o nada se ontologaba a la mujer escritora, mientras tradicionalmente la misma se había encargado de expresarse de manera prácticamente autobiográfica. Tanto Capote como la ya desaparecida Susana Montero revelaron a través de sus investigaciones cómo las mujeres prefieren hablar lateralmente, en ellas siempre hay una historia oblicua, una existencia que no se dice o que se balbucea, sus memorias escritas tratan de las formas de actuar, sentir, pensar y vivir la cotidianeidad.

Es como si la lucha por la autodeterminación de las mujeres se ocultara una y otra vez. Se hacía necesario recoger, seleccionar, ontologizar textos, para dar contenido a la memoria crítica del feminismo, que es ya de por sí una tarea emancipatoria, de eso se encargaron en buena medida estas estudiosas, así como otras escritoras: Mirta Yáñez, Luisa Campuzano, Marilyn Bobes, Nara Araújo, entre otras herederas a su vez de Aurelia Castillo, Camila Henríquez Ureña, Dulce María Borrero, Mirta Aguirre, Vicentina Antuña.1

La evolución del feminismo desde El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir, con Hélene Cixous y «La sonrisa de Medusa», los textos de Irigaray y Julia Kristeva, para mencionar solo algunas, ha demostrado que la mujer debe escribirse, más bien, reescribirse para encontrar una identidad que esté definida por lo que ella es y no a partir de lo que el pensamiento masculino establece que ella debe ser. Por tradición la mujer no habla,  es dicha en el nolugar donde no existe porque no tiene voz. Escribiendo se rompe el silencio, se rebasa la marginalidad y la represión a las que han sido sometidas en mayor o menor grado. La escritura femenina se ha convertido en el instrumento de liberación y redefinición de la relación entre ambos sexos y de la identidad de cada uno.

El panorama sobre la obra de la mujer poeta en Cuba y su  enfoque feminista que ofrezco en este ensayo, tiene determinados límites relacionados solo con asuntos cronológicos. Quise comenzar por aquellas poetas que nacieron después del triunfo de la revolución y dejo atrás al menos por ahora, y no sin desánimo, la sabiduría de Fina García Marruz que tanto iluminaron mis investigaciones sobre la identidad «interior»,  profunda, periférica; a la emotivísimaCarilda porque yo también lo soy,  paradigmas como Lina de Feria, Reina María Rodríguez, las propias «fundadoras» Mirta Yáñez y Marilyn Bobes, también a la quizás prácticamente desconocida Ruth Behar, quién alumbró de manera insospechada mi camino profesional con sus clases singularísimas sobre antropología reflexiva.

Pero quiero centrarme en aquellas autoras que por motivos vivenciales están más próximas a mis intereses, las que nacidas entre los 60 y 70 comienzan a desarrollar una obra más o menos a partir de los 90. Es precisamente en esa fecha cuando comienza  en el «primer mundo» (Estados Unidos, sobre todo) a hablarse de una «tercera ola» feminista. El third wave feminism, post-feminism, néo-feminism, etc,2 comienza a poner en crisis los tradicionales y necesarios —los que no acaban— objetivos esenciales del feminismo, al menos en su soporte de discurso académico. Comienza, como se diría en buen cubano, el relajo de los post: postmodernismo, postestructuralismo, postcolonialismo, las teoría queer, entran en juego parámetros que los teóricos definen como: la «ética de la heterogeneidad» y una «ideología del individualismo», esto sucede porque «nuevas voces» comienzan a imponerse: negras, lesbianas, las complicadas tercermundistas (nosotras) con su universo transculturado, mestizo, con sus inmigrantes, sus autóctonas. Es decir la realidad de las féminas de todo el mundo comienza a convertirse en verdadero «problema» para los discursos académicos iniciáticos. Esta desconstrucción trae consigo no solo la crisis terminológica y el discurso, sino que se pierda de vista el objetivo común de la lucha de la mujer victimizada por la tradicional violencia, la pobreza, el sexismo y la discriminación patrocéntrica. Pero tuvo a su favor —momento tal vez aún transitorio en la contemporaneidad— una búsqueda minuciosa e inevitable en las diferencias, la pluralidad. Aspectos como la orientación sexual, las etnias, la posición económica, la sociocultura se visibilizan.

Aunque algunos pensamientos colonizados refieren nuestro «atraso para la llegada de “teorías” primermundistas», Cuba no  está exenta del proceso, al cual entra con la mayor naturalidad no solo por tener ya una tradición de feministas «criollas», sino por su condición transcultural compleja. De modo que hoy la mayoría de las mujeres, mientras defienden paradójicamente los intereses femeniles,  rechazan llamarse a sí misma «feministas». Están conscientes de que el término  «se ha vuelto tóxico» y el discurso académico no asume los retos de la realidad, pero  mientras abundan argumentaciones aburridamente predecibles, el conservadurismo patriarcal no ha estado cruzado de brazos3 y el frente académico ha cedido terreno. Pero, acaso debido a determinados agotamientos teóricos ¿ha dejado de existir el machismo, la misoginia? ¿ha perdido vigencia la necesidades emancipatorias de la mujer? La historia de la defensa feminista en Cuba a través de la literatura muestran un camino apasionante, de una riqueza expresiva y una heterogeneidad de discursos; no está exento de modas, infortunios y extremismos, pero el saldo no solo es positivo, sino reconfortante.

En el período crítico cubano de los noventa, llamado «especial» se pudo corroborar un tiempo de búsqueda de soluciones alternativas para la vida cotidiana, la necesidad de sobrevida hizo que se «flexibilizaran» ciertos paradigmas que obligaban a tentar los límites, a cambiar códigos éticos y convivir con toda una heterogeneidad de individuos, incluso estigmatizados. Se reproducen actitudes machistas: persisten individuos que han perdido cierto «decoro», que han perdido una parte de su humanidad en el conflicto. Uno de los discursos poéticos de mayor  agresividad contra la tradición machista se escribió en dicho período y está representada fundamentalmente en la voz de AymaraAimerych (La Habana, 1976) y sus textos clave: In útero (2000) y El cabaret de la existencia (2004). La Aimerych radicada hoy en Estados Unidos asume una posición militante ante la cruda realidad y así lo podemos apreciar en los versos: «poso en contra mía y a favor / de la violencia como estética» […]; «ahora lo cursi es patrimonio» [p. 141], «viólame, amigo, y lloremos por la patria o el amor» [p. 140], nos dice en medio de un grande y explícito sentimiento de «ira» donde no hay cabida para la tradicional mujer-ángel, para la debilidad y todo cuanto la cultura patriarcal ha sustanciado como «lo femenino»: la ausencia, el silencio, la inmanencia, la vulnerabilidad, el infantilismo…, de manera que nos acercamos sutilmente a la mujer-monstruo en su doble complicidad arquetípica. La poeta siente culpabilidad de su condición genérica y lo lleva hasta un estado límite de renuncias al mundo de lo natural femíneo en «otra será la madre de mi hijo». [p. 138]4 Esta línea feminista «dura»  de autoidentificación con el reverso angelical impuesto por el canon y de fijación obsesiva con el motivo del cuerpo será reconsiderado por la camagüeyana Polina Martínez Shvietsova (1976), también por Jamila Medina Ríos (Holguín, 1981) y en alguna medida por la aún incipiente voz de Gelsys María García (Camagüey, 1988). Dice la Shvietsova:

Solo veo el destino de los cuervos amantes de mi piel

hombres que eyaculan ríos de sangre

yofrecen un sucio y herrumbroso puñal

que sarcásticos entierran en mi carne».

Pero es sin duda Jamila Medina, quien con mayores energías y graciaintelectuales emprende el desafío. Culterana y no, precisa en su sintaxis,parece sentirse  dueña del complejo arsenal simbólico de la gran tradiciónvictimizada: («Ifigenia/Políxena/Casandra») y la emoción se oculta tras laviolencia verbal, la fragmentación esquizós, los múltiples referentes,escatologías:

Es suficiente.

Cómo rasparse la lengua y no decir

Una mujer dúctil y frágil (musa y sirena

ninfa y ninfómana)débil y grácil como una cinta un alfiletero

un almohadón de pelo un lazo

se durmió pequeña ola

te está esperando en un sedoso claro tras la selva:

con su suave colonia

de termitas

(un falo erecto en su boca ¡la hostia!:

Sus labios brillan como sangre de paloma).5

Si alguna vez, algunos podrían imaginar que el discurso patrocéntrico podríatambalearse ante el empoderamiento de la mujer, hay que leerse a Jam —asísuele nombrarse— y dejarse convencer. Desde una epatante performatividad,con un snobismo virtual y sumergida en el post-todo, retoma la tradición femenilmuy transgresora:

Desde 1963/ con la medalla del anticonceptivo

desde 1971 / cuando firmé con las 343 guarras

para sacar a la calle (con sus gafas de lujo)mi abortico doméstico

yo me siento liberada / yo me siento ciudadana

yo me paro en las noches en las guaguas vacías

para darle el asiento al conductor.6

Como una representación de otros modelos de mujer se encuentra asímismo la visión homoerótica, sacada a la luz de una manera desprejuiciada. Esel caso de Marilín Roque (Mae)desafiando con serenidad el tradicionalsilenciamiento de este tipo de actitud: «No soy la leyenda sino la mujer [...] Soyuna mujer de Lesbos / sonriendo a la leyenda que me esconde».Laausteridad autoidentificatoria de Mae parece contraponerse a la sinuosidadcinematográfica  de Isayli Pérez:

Yo no quiero decir que estoy por Ella perversamente loca

mientras la miro exhala mi boquilla un humo lento

[...]

Ambas sabemos que vamos mañana a despertar gloriosas:

desnudaElla

y yo fumando a su lado mis eternos cigarros verdes

en un daguerrotipo de 1900.

En ambas el desafío de la libertad como un intento preciso de matar,como dijera Virginia Wolf, el ideal estético con el que hemos sido matadas,para tenernos sometidas bajo el poder de un discurso alienante.

En la poesía cubana contemporánea realizada por mujeres existe unagran heterogeneidad temática y conceptual, aunque podemos apreciar unaserie de características que parecen ser comunes al discurso femeninouniversal, algunas de las cuales podríamos mencionar:

- Privilegio de la primera persona, búsqueda de la autoidentidad yautoconocimiento a través de la voz femenina: «Estoy cansada de seruna mujer débil, / realmente cansada» / […] «soy una mujer solitaria queescribe / sentada en un banco». (Elvira Castillo Reyes,poemario Tránsito).

- Creación de un discurso autobiográfico: «Así crecí, / al margen de los huecos y descampados/ que también conforman el alma. /Fui todo lo necesario / para que mispadres / volvieran a mirar al cielo / y dijeran gracias». (MarieneLufriú, Todos los semáforos en rojo).

- Uso de la ironía, desconfianza del discurso dominante: «Sobre el murobajo el horizonte / como un nenúfar desprendido y nácar / más queasentarte, existes / más que existir, trasciendes: / orden de Dios /sonido de olifante / batir de gonfalón /lis de plata». (Isayli Pérez, Unatela sobre el bosque).

- Expresión de la alteridad, discurso ambiguo: «La princesa y yo vamosde la mano / cantando una canción de cuna. / ella envejecida y sin estarde vuelta  / yo una niña de regreso en los asuntos (…) Las dosnecesitamos tener vidas / del mismísimo ancho de la muerte…»(Leonor Marichal Toledo, Ante el espejo.)

- Pensamiento autorreflexivo para la creación de nuevos modelos demujer: «No tengo el sueño dulce / ni la mirada buena / No soy / ni»(Teresa Fornaris, Raya X).

- Descentralización y relativismo: «Enceguecida por el brillo de algunasmonedas / dentro del tambor que es el país estoy  / deseandopeligrosos mangos verdes. / Mirando árboles que no son míos /soñando ácidos mangos verdes estoy, / pensando qué pasará si… / oen cambio qué pasará si no…» (Laura Ruiz Montes, Los frutos ácidos).

- Tendencia hacia lo utópico, la fantasía y lo ecológico como vía paraevadir los prototipos: «No niego que desde entonces / he tenidopesadillas / con hombres / mitad pez mitad equino  mitad macho cabrío /mitad cualquier otra mutación / que hiciera menos atroz al hombre en sí.(Sonia Díaz Corrales, «Mensaje y contramensaje»,Amnios 2).

- La discordancia entre las pretensiones intelectuales y las emocionales:«Una mujer / ya no puede explicarse / el porqué del camino, la fuga, lacicatriz, / los espejos donde no encuentra los viejos rostros, / y rompe conla esperanza de verlos reaparecer / con los antiguos ojos y la sonrisalimpia. / sentada antes sus años, / una mujer cruza las piernas / y optapor el silencio»(Kenia Leyva Hidalgo, «Imagen de mujer y tiempo», Yo nopodría jurar).

-La reaparición del motivo de autoconocimiento junto al intento deelaboración de un discurso propio: «Yo no quería ser reina / yo no queríala sensación de hartura. / en el ojo que mira la mascarada / yo me quisequedar detrás de la retina / no quería mirar escenarios de atrezzo / noquería lugar los lugares comunes.  (Teresa Melo,Las altas horas).

- La abundancia de los fórmulas de cortesía  o justificaciones: «Ya hablé delas ciudades, / puedo imaginar la edad en algunas casas, pero bien pocohe visto / yo solo sé que me voy de los pupitres / y ya no puedo dar conla verdad exacta. / aquellas bibliotecas tal vez nunca existieron, / quizásno fui la alumna necesaria, pero qué mal maestro, qué duro tropezón connuestros años breves.  Y yo, que aún creía / porque ya estaba lejos /juraba que sí había elegido las palabras.»(Maylén Domínguez, «Seis añosmaldiciendo», Los días sobre el polvo).

- Nueva visión erótica/representación del cuerpo femenino. «Mis senoscomo puñales /crecen lentamente. /Crecen y voy llevándolos con dolor /bajo mi blusa. ¿Podré alimentar a mi hija?¿Podré tocarla sin herirla conestos senos de filosas puntas» «Yo abrazo con mi cuerpo el enormesecreto, / sepulto esa canción que viene de lo antiguo. / Ábrase tucuerpo para mí. / Que yo sea / esa hoja que cae en el musgo / ante laspuertas tapiadas.» (LiudmilaQuincoses, El libro de la espera).

La opresión de género se expresa mediante una superposición deinjusticiasenraizadas en el tejido social a través de símbolos, significados,representaciones, interpretaciones y formas comunicativas. Una lectura dellibrode Caridad AtencioLa sucesión(Letras Cubanas, La Habana, 2004), por ejemplo, nos revela este tipo deviolencia transmitida de generación en generación. Su «estigma de la infancia»se encuentra en símbolos falocéntricos como «el gran sable esmaltado» de supadre «donde podía ver mi rostro» [p. 13] y anteriormente en el bastón de suabuelo: «Abuelo y su bastón dando en la mesa» [p. 45]. El discurso de laAtencio también de compleja raíz afrodescendiente se revela como unaresistencia sutilmente desgarrada que trata de complacerse con una «pazardua» hacia el interior de sí misma porque: «Me debo, me puedo doblegar,pero no lo hago…» [p. 72], si al final, y aquí nos expresa la inutilidad de intentarobviar el patrocentrismo, a pesar de su des-identificación con los más íntimosideales femeninos: «Repites los más siniestros errores de tu padre sin casidarte cuenta» [p. 56]. Esta interpretación del texto sugiere que no solo eltérmino, sino el concepto de patriarcado debe ser mantenido, pues visibilizamejor el problema del poder que está en la base del sistema de sexo-géneromientras que por otro lado expresa una problemática específica en clavehistórico-antropológica.

Algunas autoras cubanas se han encargado de mostrar como un tematradicionalmente considerado femenino, la maternidad, por ejemplo, puede servalorado en su justeza sociocultural empoderándose así la mujer por su aptitudy actitudes para asumir ese rol. Nara Mansur en su poemario Manualidades (Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2011), a través de un efectivo diálogo madre-hija se encarga de manera muy original de filosofar sobre el tema archiconocido de una mujer que se queda sin trabajopues debe dedicar tiempo a su condición de madre: «Un niño pequeño nosuele ofrecerte muchos comentarios elogiosos, dice el manual. Y también: unaoficina llena de gente ofrece más privacidad que estar a solas en tu casa con tupequeña hija». [p. 20] La autora se adentra de manera sensible en ese mundotierno, profundamenteespiritual y necesario de la maternidad y de lascontradicciones que los «manuales» (códigos patrocéntricos) provoca en lamujer en esa doble condición de asumir la vida íntima y pública:

Qué le cuenta mamá a su tiempo

de espera y sigilo, de tristeza y angustia

por no ser más quien era.

Por suerte para mamá, claro. Pero ¿qué hace mamá

entonces?

Ella merece tiempo para creer que quiere hacer algo. [p. 22]

[Fragmento de ponencia presentada al Congreso 2016 de Latin American Studies Association(LASA), New York, New York, del 27 al 30 de mayo]

 

1 Según Araújo la aparición de la crítica feminista en Cuba se retrotrae a la década del ochenta con la aparición del ensayo de Luisa Campuzano, sobre la mujer en la  narrativa de la revolución y el estudio de Susana Montero, sobre la narrativa femenina cubana (1923-1958).  A partir de ese momento se producen, encuentros, debates,  con México,  naciones caribeñas, pero solo «la participación de Cuba en la Segunda Conferencia Internacional de Escritoras Caribeñas (1990)» se convierte en «buen augurio del incremento de su acción en ese ámbito»  «La escritura femenina y la crítica feminista en el Caribe: otro espacio de la identidad».  Apéndice a Estatuas de sal. Cuentistas cubanas contemporáneas,  Ediciones Unión, 2008 (2da edición) pp. 371-382.

2 Consultar «Del feminismo (de la tercera ola) y el Postmoderno». Denisa-Adriana Oprea. Moi. DenkenPenséeThought…, E-zine de Pensamiento Cultural Europeo, V. 1 N. 1-25, Feb. 2011-abr. 2012. Selección y Traducción: Desiderio Navarro, pp. 405431.

3 «”Yo no soy feminista, pero…”. Cómo “feminismo” se convirtió en la palabraimpronunciable». Toril Moi. DenkenPenséeThought…, E-zine de Pensamiento CulturalEuropeo, V. 1 N. 1-25, Feb. 2011-abr. 2012. Selección y Traducción: DesiderioNavarro, p. 135-145.

4 A pesar de la perspectiva cuasi adoctrinantes de su sujeto lírico, la Aymerichsorprendentemente se ha declarado «machista» y «tradicional». Tomado de Cubanas a capítulo, Mirta Yáñez, Ed. Letras Cubanas, 2012, p. 74.

5 «(1943-1975) Arrondissements o el valle de las muñecas pelirrojas». Primaveras cortadas, Proyecto Literal, México, 2012, p. 27.

6 «Un cuerpo propio», Anémona, Sed de belleza, Santa Clara, 2013, p. 54.

Silvia Padrón Jomet

Escritora Silvia Padrón Jomet en revista Árbol Invertido

(Ranchuelo, Villa Clara, Cuba, 1968). Escritora, investigadora. Licenciada en Letras (1991), Diplomada en Antropología (2002) y Sociología (2010), Máster en Estudios Lingüístico Editoriales Hispánicos (2008). Ha publicado varios libros de ensayo, testimonio y títulos lexicográficos. Obra suya se incluye en la compilación Pensamiento cubano ante la condición humana (2014).

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