Pasar al contenido principal

¡Anaquillé, cómo baila el muñeco!

Muñeca hundida en el fango
Imagen: Yuri Limonte

En el puente entre los siglos XIX y XX sobresale con luz propia un escritor cubano muy singular, Emilio Bobadilla (1862-1921), más conocido en el mundo de las letras hispánicas por el seudónimo de Fray Candil.

Corrosivo y zumbón, Fray Candil arrancó a Cintio Vitier la siguiente opinión: “tuvo indudable talento y efectiva, quizás mejor diríamos obsesiva, vocación literaria, no sólo de cronista crítico y satírico, sino también de poeta y novelista”. Añádase que también cultivó el teatro, pero no hay dudas de que lo mejor de su producción descansa en la crítica literaria y el periodismo.

Autor de una profusa obra, fue colaborador asiduo de la prensa de nuestro país, pero igualmente en publicaciones de Madrid, París, Londres, Viena y Panamá. Viajero sempiterno, vivió en Estados Unidos, México, España y Francia. En esta última nación lo sorprendió la muerte cuando se desempeñaba como cónsul de Cuba en la ciudad veraniega de Biarritz.

En una de sus estancias en la patria, Bobadilla difundió en la prensa unas consideraciones suyas sobre nuestro carácter nacional, que se sumaban a otras muchas que se sucedieron en esos años alboreares de la nación.

Si se hace un rápido recuento del primer cuarto de siglo de la República, el interesado se topará con no pocos textos que intentan develar los rasgos de la psicología social cubana, entre los que apuntaremos, a vuela pluma, los siguientes: Alrededor de nuestra psicología de Manuel Márquez Sterling (1906), La convulsión cubana de Roque E. Garrigó (1906), Cuba y su evolución colonial de Francisco Figueras (1907), Entre cubanos… Psicología tropical de Fernando Ortiz (1913), Manual del perfecto fulanista de José Antonio Ramos (1916) hasta rematar en el clásico ensayo de Jorge Mañach, Indagación del choteo (1928), el que tuvo su primicia en una conferencia en la Institución Hispanocubana de Cultura y también una versión abreviada en la revista Carteles, ese propio año.

Todo esto sin desdeñar los varios trabajos periodísticos sobre el tópico, donde resalta la revista Cuba Contemporánea (1913-1927) que dio a conocer artículos medulares como “El pesimismo cubano” de José Sixto de Sola, “Aspectos censurables del carácter cubano” de Mario Guiral Moreno y “Nuestra indisciplina” de Enrique José Varona, o el sugerente “Psicología de las multitudes cubanas”, del criminólogo Israel Castellanos, en Vida Nueva (1915).

Y no deseamos obviar, en este rápido listado, los apuntes del ya mentado Fernando Ortiz (1908-1912), que fueron ordenados y publicados como libro solamente en 1997, con el título El pueblo cubano, y también El carácter cubano, escrito por el minorista Calixto Masó en 1922, pero que no fue impreso hasta 1941.

No era de extrañar que Fray Candil se sintiera tentado a tocar un tema que estaba en el candelero de la vida nacional, y así en sus colaboraciones en El Fígaro, prestigiosa revista habanera, hace llegar a los lectores, el 17 de julio de 1910, un artículo provocador. Allí expresará algunas lindezas: 

El criollo no está acostumbrado a obedecer. Por eso no sabe mandar. Quiere imponerse, no por la lógica y la justicia, sino caprichosamente, según su humor. Entre nosotros no hay sanción pública. A nuestra falta de voluntad (de una voluntad sostenida) tal vez responda el incremento que toma a veces en Cuba la vulgaridad ambiciosa. 

(…)

Estos vicios arrancan del temperamento, sin perjuicio de ser a la vez un producto de los períodos sucedáneos a las grandes convulsiones políticas.

Más adelante emite un juicio que no tiene desperdicio, sobre todo si lo traemos a la actualidad:

“Una sabia educación puede mucho. Basta comparar al cubano que ha sufrido estrecheces en el extranjero, que ha vivido largos años en otro medio social, con el criollo que nunca salió del terruño. El primero es respetuoso, comedido, disciplinado. El segundo… ¡Anaquillé, como baila el muñeco!” (sic).

Transcurrido más de un siglo de estas polémicas aseveraciones, que concuerdan en varios aspectos con las de otros autores de la época, huelga preguntarse: ¿Ha superado el cubano ya, y la cubana desde luego, estos escollos del carácter nacional? Hum… Pero observemos, con Fray Candil, esta última afirmación que salva nuestra honrilla: “Lo cual no impide que me sea simpático”. Vale.

José Gabriel Quintas

José Gabriel Quintas. Foto en revista Árbol Invertido

(Ciego de Ávila, Cuba, 1951). Historiador. Fundador y director de la revista católica Imago (1996-2013). Ha publicado los libros Historia anticuaria de alucinados, fantasmas y bandidos (Ed. Ávila, 1999) y El que de miedo se muere (En coautoría con Manuel Toledo Alejo. Ed. Ávila, 2006). Tiene a su cargo la sección “Gacetillas Avileñas” en la revista cultural Videncia, donde publica sus crónicas. Ha colaborado en otras publicaciones, como el Índice Histórico de la Provincia Ciego de Ávila (1988), la Historia local de la provincia Ciego de Ávila (1988) y, en colaboración con Manuel Toledo Alejo, las Gacetillas avileñas (1991).

Añadir nuevo comentario

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.