A veces peco de ingenuo, algo que, en estos tiempos, es pecado capital. Hace unos tres años vi Canción de Barrio y no hubo forma de sacarme aquellas imágenes de la cabeza en varios días. Luego de una temporada ausente de Cuba, pensé que había llegado tarde al reconocimiento público de esa obra de Alejandro Ramírez y su equipo de trabajo, pero me alegró profundamente por él, su honestidad, y la necesidad de un testimonio así para la nación, cuando fue difundido en su momento.
Pero la revelación viene ahora: ¡Nadie había visto nada! ¡El documental fue engavetado por alguna bochornosa comisión después de su estreno! Siete años después, ante las lágrimas y la estupefacción de un público engañado durante tanto tiempo, la televisión nacional exhibe el doloroso testimonio de cubanos que viven en condiciones de pobreza extrema, abandonados a su suerte por la desidia burocrática y administrativa. ¡El Hombre Nuevo salió a relucir de debajo de un manto sórdido de marginación y sobrevivencia, casi asfixiado por la miseria y el tiempo de censura! El cuestionamiento concatenante que sigue a la visión del filme, cuando sabemos fue estrenado hace más de un lustro, es: ¿cómo estará la situación actual de esos, nuestros conciudadanos, cuando la situación deprimente del país no parece tener más fondo?
Aunque las imágenes son de sobra elocuentes, superando cualquier necesidad de desenhebrar asuntos técnicos o conceptuales —pues se trata de una obra de arte rigurosa y estéticamente hibridada con una denuncia descarnada, sin tapujos melodramáticos—, quise hablar con su realizador, Alejandro Ramírez. Hacía tiempo que no bajábamos muela, y esta es una excelente oportunidad para hacerlo.
Una vez tuve un libro durmiendo en un colchón editorial por cinco años, hasta que —¿intervención divina?—, de entre todas esas columnas de papeles polvorientos, alguien se fijó en él. Los casos son bien diferentes, pero, con la presumible ingenuidad que pueda contener la pregunta, ¿qué crees que causó el absurdo y diabólico retraso de siete años para exhibir Canción de Barrio en el único medio de difusión televisiva nacional? ¿Por qué la exhiben ahora?
No es raro que en Cuba se engaveten materiales audiovisuales. Canción de Barrio no es el único, hay una extraña costumbre de esconder estos materiales que salen y que miran de frente a la realidad, como si escondiéndolos, negándolos, las cosas se fueran a mejorar; o tal vez bajo la desgastada creencia de que lo que no se muestra no existe, y por lo tanto no tienen que hacer nada por resolverlo.
Pero lo cierto es que las causas de la pobreza, como no se resuelven, y llevan ahí muchos años, más de lo que censuraron el documental, más incluso que los años en los que se filmó, se acumulan. Los de afuera no lo notan y no lo sufren, pues están muy alejados de esa realidad, pero los de adentro explotan como una olla de presión.
Como desde la oficialidad estuvieron tanto tiempo ajenos, no lo entienden, y juzgan con términos indebidos a la gente, se les acusa, se les encierra, se buscan causas foráneas. Pero la realidad es mucho más simple: la gente está cansada.
No sé si fue a petición de algunos intelectuales, del propio Silvio, la cosa es que lo proyectan y la gente no está acostumbrada a ver un material así en la televisión. Entonces ese simple hecho toma otra connotación, hay asombros, interrogantes, “caídas de la mata”, y por lo tanto disímiles lecturas. Eso es normal, lo único que no me gusta es que se manipule y no se acepte públicamente el error, que se hable como si fuera algo normal exhibir la realidad después de tantos años, y que se use como propaganda. Ojalá entiendan que se necesitan procesos de reparación muy extendidos.
Leí en una declaración de Silvio que fue él quien te contactó para registrar sus giras por barrios desfavorecidos de La Habana, y que esa elección partió de una realización anterior, Hombres sobre cubierta. Ese documental me pareció, desde el punto de vista testimonial, una vívida ilustración de su trance disciplinario por presumible descarriamiento ideológico. A pesar de las distancias temáticas y el tiempo transcurrido, ¿qué puntos de contacto encuentras entre tu primer acercamiento con el músico y “Canción de Barrio”? ¿Hubo desde el inicio una idea tan clara de llegar al resultado de este último trabajo?
Son trabajos completamente distintos en cuanto a proceso y en cuanto a resultado. Hombres sobre cubierta es codirigido con Ernesto Pérez Zambrano, y desde el principio lo concebimos tal cual el resultado: teníamos muy claro los cuestionarios, hicimos un trabajo de investigación concreto, filmamos en dos días y el material filmado, casi en su totalidad, está en el documental. Canción de barrio fue rodado en 34 conciertos durante dos años. Fue un proceso de sorpresas, descubrimientos y aprendizaje total. Acumulamos 200 horas de filmación y editamos en un año y tanto.
Lo común en ambos es la presencia del trovador; una como protagonista de una historia de antaño, y la segunda como forjador de un proceso cultural sin precedentes. Otra cosa que es una similitud fue el respeto de Silvio ante lo que hacíamos, con sugerencias, armonía, pero sin intervenciones, y mucho menos imposiciones.
Tomando como referente una línea del cancionero de Silvio: “hacer leña con todo y la palma”, ¿qué opinión te merecen los urgentes y radicales cambios que necesita la realidad sociopolítica y económica cubana?
Continuidad no significa hacer lo mismo, yo lo veo como rescatar lo valido que se ha hecho, pero seguir revolucionando y trasformando la sociedad. Hay que dejar viejos mecanismos y lazos que limitan, acabar con el clientelismo y el burocratismo, hay que combatir verdaderamente la corrupción. No se debió permitir que la brecha de desigualdad creciera tanto, hay que ser mucho más inclusivos, hay que aprender a escuchar y saber darse cuenta lo que está sintiendo el pueblo, hay que dejar hacer y pensar a las nuevas generaciones, aceptar y aprender a vivir con la pluralidad.
Vi una conferencia on-line sobre los sucesos del 11 de julio, en la que los participantes cubanos, Ailynn Torres Santana y Julio Cesar Guanche, —obviamente más próximos a los pormenores nacionales, amén de sus profesiones—, descollaron ante las endebles intervenciones de dos militantes de la izquierda tradicional latinoamericana. Recomendaría este debate. Pero el punto es que Guanche esgrime ahí a Canción de barrio como documento elocuente de algunas de las causas del estallido social. ¿Pensaste alguna vez que ese lacerante registro documental sirviera como punta de lanza para evidenciar los viscerales trastornos que deben ser resueltos en Cuba?
Guanche mencionó Canción de barrio, como lo mencionaron varios intelectuales de diferentes espacios, tal vez porque conocían de su existencia. Pero hay, producidos en la Isla, otros materiales que fueron llamados de atención, silenciados y negados. Pudo ser cualquiera. Las causas están presentes en los barrios hace mucho, en las comunidades, en los pueblos. Hay que ser ciego para no darse cuenta y darles la espalda. Creo que nunca se imaginó que algo como el 11J fuera a pasar, entonces hubo desconcierto y no se supo cómo actuar. Las decisiones tomadas no son la solución, pues las causas no se resolverán silenciando, reprimiendo, desinformando. La única solución posible es mirar los problemas, aceptarlos y cambiar la política que genera la desigualdad.
No me estoy tranquilo dejando referentes sin conexión, por eso creo que, entre deMOLER, Monteros y Canción de Barrio, que son los que he visto, hay en ti una inquietud latente por las cuestiones de fondo, en este caso de la sociedad cubana, bien sea desde una plataforma etnográfica, económica, o sociológica, que ineludiblemente acaban por señalar a la política como desencadenante de estas miserias. Desde tu experiencia profesional en otros contextos regionales (pienso en Resistencia), ¿crees que las ideologías hacen alguna diferencia ante el mal manejo de las administraciones públicas y la justicia social?
Creo que las ideologías, cuando se hacen dogmáticas y rígidas, se enfrascan más en mantenerse bajo cualquier circunstancia, se olvidan de principios éticos fundamentales o de agendas que una vez fueron importantes, y se concentran en conservar las estructuras creadas, sobre todo porque en esas estructuras hay prebendas de poder, de privilegios que no se quieren perder. Cuando los funcionarios cumplan con su función de servidores públicos, y eso no les dé derecho a estar por encima de nadie ni de tener privilegios sobre los demás, y los puestos sean justamente rotativos, por capacidad, y no por confianza clientelar, entonces podemos hablar de justicia social. No es un mito, ni es una utopía, ya Mujica demostró que se puede ser así.
Me hubiera complacido que esta conversación se pareciera a la que tuvimos hace trece años, creo que se publicó en La Jiribilla Digital; pero las cosas han cambiado mucho. Recuerdo las veces que coincidimos en diferentes espacios naturales de Cuba, en la meseta de El Padre, en Madruga, o en la península de Guanahacabibes, y sé que eres fan de la convivencia entre naturaleza y humanos. En Resistencia abordas el tema de la defensa de los valores medioambientales por comunidades centroamericanas. ¿Cómo ves el futuro inmediato de la humanidad, perennemente abocada a conflictos sociopolíticos, dejando atrás aspectos de insoslayable prioridad ecológica?
Creo que tenemos un hermoso planeta y que como especie no somos empáticos con él. También creo que será muy difícil tomar conciencia, entre las ambiciones de pocos y las necesidades de muchos, llegaremos a desastres entonces. Solo entonces veremos cómo remediar y readaptarnos, y tal vez ahí pensemos colectivamente en mejores mecanismos de producción y distribución de riqueza a niveles macro, y te juro que no tengo una visión apocalíptica. Como muchos, pensé: cuando sea mayor y ya no tenga nada que hacer me iré a vivir al campo como especie de retiro, pero la realidad de la pandemia fue brutal para mí, y tome la decisión pensada para la vejez antes de tiempo. Ahora vivo la mayor parte del tiempo en una finca haciendo agroecología con métodos amigables con el medio ambiente, me alimento sanamente y me he salido bastante de los grandes circuitos de consumo. Creo que, si uno quiere ser parte de la reparación del planeta, debemos empezar a hacer acciones que nos involucren concretamente, y te aseguro, porque ahora lo sé, que en mi caso se puede hacer cine, fotografía y tener una agricultura familiar.