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Biblioteca Anticomunista | Milovan Djilas: "La nueva clase. Análisis del régimen comunista"

"Los hijos de la clase obrera son los miembros más resueltos de la nueva clase. El destino de los esclavos ha consistido siempre en proporcionar a sus amos los representantes más inteligentes y capaces". 

"El bolchevique" de Boris Kustodiev (1920).
"El bolchevique" de Boris Kustodiev (1920).

LA NUEVA CLASE. ANÁLISIS DEL RÉGIMEN COMUNISTA

El libro La nueva clase. Análisis del régimen comunista, de Milovan Djilas, fue publicado por primera vez en 1957, en inglés, por Frederick A. Praeger (Nueva York), para burlar la censura de la Yugoslavia comunista. Por primera vez en la historia, un alto dirigente comunista denunció a la élite de poder corrupta e inmune al control que mandaba en el entonces poderoso bloque soviético. Traducido a decenas de lenguas, con millones de ejemplares vendidos, fue prohibido en los países socialistas, y le costó diez años de cárcel a su autor. Goza de un estatus mítico entre los pensadores anticomunistas, pues también resultó una de las primeras exposiciones sistemáticas de la naturaleza burocrática del poder comunista.

1. Ascenso de los bolcheviques al poder

En la Unión Soviética y otros países comunistas ha sucedido todo de una manera distinta de como pronosticaron sus dirigentes, inclusive algunos tan prominentes como Lenin, Stalin, Trotsky y Bukharin. Éstos esperaban que el Estado desapareciera rápidamente y se fortaleciera la democracia. Ha sucedido lo contrario. Esperaban un rápido mejoramiento del nivel de vida, y a este respecto apenas se ha producido cambio alguno, y en los países subyugados de la Europa oriental ese nivel inclusive ha empeorado. En todos los casos, el nivel de vida no se ha elevado en proporción con la velocidad de la industrialización, que ha sido mucho más rápida. Se creía que las diferencias entre las ciudades y las aldeas, entre el trabajo físico y el intelectual, desaparecerían lentamente, y en cambio han aumentado esas diferencias. Las esperanzas comunistas en otros aspectos, inclusive las relacionadas con acontecimientos en el mundo no comunista, no se han materializado.

La mayor ilusión era la industrialización y colectivización en la Unión Soviética y la destrucción de la propiedad capitalista que traería consigo una sociedad sin clases. En 1936, cuando se promulgó la nueva Constitución, Stalin anunció que la "clase explotadora" había dejado de existir. La clase capitalista y las otras de antiguo origen habían sido destruidas realmente, pero se había formado una clase nueva hasta entonces desconocida en la historia.

Es incomprensible que esta clase, como las anteriores a ella, creyera que el establecimiento de su poder traería consigo la felicidad y la libertad para todos los hombres. La única diferencia entre ésta y las otras clases consistía en que ésta trataba más crudamente la demora en la realización de sus ilusiones. Afirmaba que su poder era más completo que el de cualquier otra clase anterior de la historia y sus ilusiones y prejuicios de clase eran proporcionalmente mayores.

Milovan Djilas (izquierda) y Josip Broz Tito (derecha).
Milovan Djilas (izquierda) y Josip Broz Tito (derecha).

Esta clase nueva, la burocracia, o más exactamente la burocracia política, posee todas las características de las anteriores, así como algunas nuevas propias. Su origen tiene también sus características especiales, aunque en esencia ha sido semejante a los comienzos de otras clases.

También otras clases obtuvieron su fuerza y su poder mediante el método revolucionario, destruyendo los órdenes político, social y los otros que encontraron en su camino. Sin embargo, casi sin excepción, esas clases consiguieron el poder después de haber tomado forma en la sociedad vieja nuevas normas económicas. Con la nueva clase de los sistemas comunistas sucedió lo contrario. No llegó al poder para completar un nuevo orden económico, sino para establecer el suyo propio, y, al hacer eso, imponer su poder a la sociedad.

En épocas anteriores la llegada al poder de una clase, parte de una clase o un partido era el acontecimiento final resultante de su formación y de su desarrollo. En la Unión Soviética sucedió lo contrario. Allí la clase nueva se formó definitivamente después de alcanzar el poder. Tuvo que desarrollar su conciencia en vista de sus poderes económicos y físicos, porque no estaba arraigada en la vida de la nación. Esta clase contemplaba su papel en relación con el mundo desde un punto de vista idealista. Eso no disminuía sus posibilidades prácticas. A pesar de sus ilusiones, representaba una tendencia objetiva hacia la industrialización. Su inclinación práctica emanaba de esa tendencia. La promesa de un mundo ideal aumentaba la fe en las filas de la nueva clase y sembraba ilusiones entre las masas. Al mismo tiempo inspiraba empresas físicas gigantescas.

Como esta clase nueva no había sido formada como parte de la vida económica y social antes de su llegada al poder, sólo podía ser creada en una organización de un tipo especial, que se distinguía por una disciplina especial basada en las opiniones filosóficas e ideológicas idénticas de sus miembros. Una unidad de doctrina y una disciplina de hierro eran necesarias para superar sus debilidades.

Las raíces de la clase nueva se hallaban en un partido especial de tipo bolchevique. Lenin tenía razón al opinar que su partido era una excepción en la historia de la sociedad humana, aunque no sospechaba que sería el comienzo de una clase nueva.

Para ser más precisos diremos que los iniciadores de la nueva clase no se encuentran en el partido de tipo bolchevique en general, sino en el estrato de los revolucionarios profesionales que formaban su núcleo antes de llegar al poder. Lenin no afirmó por casualidad después del fracaso de la revolución de 1905 que sólo los revolucionarios profesionales —hombres cuya única profesión era la actividad revolucionaria— podían organizar un partido nuevo de tipo bolchevique. Era todavía menos casual que Stalin, el futuro creador de la nueva clase, fuese el ejemplo más destacado de ese revolucionario profesional. La nueva clase gobernante ha ido surgiendo poco a poco de ese estrato muy reducido de revolucionarios. Esos revolucionarios constituyeron su núcleo durante largo tiempo. Trotsky
advirtió que en los revolucionarios profesionales anteriores a la revolución estaba el origen del futuro burócrata estalinista. Lo que no advirtió fue la creación de una nueva clase de propietarios y explotadores.

Esto no quiere decir que el nuevo partido y la clase nueva sean idénticos. Sin embargo, el partido es el núcleo de esa clase y su base. Es muy difícil, quizá imposible, definir los límites de la nueva clase e identificar a sus miembros. Puede decirse que la nueva clase está formada por aquellos que poseen privilegios especiales y preferencias económicas a causa del monopolio administrativo que ejercen.

Puesto que la administración es inevitable en la sociedad, las funciones administrativas necesarias pueden coexistir con funciones parásitas en la misma persona. No todos los miembros del partido son miembros de la nueva clase, como tampoco eran burgueses todos los artesanos ni todos los habitantes de una ciudad.

"El partido hace la clase, pero la clase se desarrolla y utiliza al partido como base".

En términos generales, a medida que la clase nueva se va haciendo más fuerte y adquiere una fisonomía más perceptible, el papel del partido disminuye. El núcleo y la base de la clase nueva se crean en el partido y en su cima, así como en los órganos políticos del Estado. El partido en otro tiempo vivo, compacto y lleno de iniciativa desaparece para transformarse en la oligarquía tradicional de la nueva clase, que atrae irresistiblemente a sus filas a quienes aspiran a ingresar en la clase nueva y a reprimir a quienes tienen ideales.

El partido hace la clase, pero la clase se desarrolla como consecuencia y utiliza al partido como base. La clase se hace más fuerte, en tanto que el partido se debilita. Tal es el destino inevitable de todo partido comunista en el poder. Si no se interesara materialmente por la producción o si no tuviera dentro de sí mismo las potencialidades para la creación de una clase nueva, ningún partido podría actuar de una manera tan temeraria moral e ideológicamente, y mucho menos permanecer en el poder largo tiempo. Stalin declaró, después de la terminación del primer Plan Quinquenal: "Si no hubiéramos creado el aparato habríamos fracasado". Si hubiera sustituido la palabra "aparato" por "clase nueva" todo habría sido más claro.

Parece extraordinario que un partido político pueda ser el comienzo de una clase nueva. Los partidos son generalmente el producto de clases y estratos que se han hecho fuertes intelectual y económicamente. Sin embargo, si se tienen en cuenta las verdaderas condiciones en la Rusia prerrevolucionaria y en otros países en los que el comunismo se impuso a las fuerzas nacionales, resultará evidente que un partido de este tipo es el producto de oportunidades peculiares y que no hay en ello nada extraordinario ni accidental. Aunque las raíces del bolcheviquismo penetran muy profundamente en la historia rusa, el partido es en parte el producto del único sistema de relaciones internacionales en que se encontró Rusia a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Rusia ya no podía vivir en el mundo moderno como una monarquía absoluta, y el capitalismo ruso era demasiado débil y demasiado dependiente de los intereses de las potencias extranjeras para que le fuera posible realizar una revolución industrial. Esta revolución sólo podía ser llevada a cabo por una clase nueva, o por un cambio en el orden social. Hasta entonces no existía semejante clase.

En la historia lo único que importa es, no quién realiza un proceso, sino que se realice ese proceso. Tal era el caso en Rusia y los otros países en los que se produjeron revoluciones comunistas. La revolución creó las fuerzas, los dirigentes, las organizaciones y las ideas que se necesitaban para ello. La nueva clase nació por razones objetivas y por el deseo, el talento y la acción de sus dirigentes.

2. Los hijos privilegiados de la clase obrera

El origen social de la nueva clase se halla en el proletariado, así como la aristocracia surgió en una sociedad campesina y la burguesía en una sociedad de comerciantes y artesanos. Hay excepciones que dependen de las condiciones nacionales, pero el proletariado de los países económicamente poco desarrollados, por estar atrasado, constituye la materia prima de la que sale la nueva clase.

Existen otras razones para que la nueva clase actúe siempre como la defensora de la clase trabajadora. Esa nueva clase es anticapitalista y, por consiguiente, depende lógicamente de los estratos obreros. La apoyan la lucha proletaria y la fe tradicional del proletariado en una sociedad socialista o comunista en la que no exista una explotación brutal. Es vitalmente importante para la nueva clase asegurar una corriente de producción normal, y de ahí que no pueda perder su conexión con el proletariado. Y lo que es más importante, la clase nueva no puede conseguir la industrialización y consolidar su poder sin la ayuda de la clase trabajadora. Por otra parte, la clase trabajadora ve en la industria creciente la salvación de su pobreza y desesperación. Durante un largo período de tiempo coinciden y se unen los intereses, las ideas, la fe y las esperanzas de la nueva clase, partes de la clase obrera y los campesinos pobres. Esas combinaciones se han producido en el pasado entre otras clases muy diferentes. ¿Acaso la burguesía no representó a los campesinos en la lucha contra los señores feudales?

El avance de la nueva clase hacia el poder se produce como consecuencia de los esfuerzos del proletariado y de los pobres. Es en las masas en las que tiene que apoyarse el partido o la clase nueva, y es con sus intereses con los que está más estrechamente aliada. Esto es cierto hasta que la clase nueva establece por fin su poder y su autoridad. Además, la nueva clase se interesa por el proletariado y los pobres sólo en la medida necesaria para el desarrollo de la producción y para mantener subyugadas a las fuerzas sociales más agresivas y rebeldes. El monopolio que la nueva clase establece en nombre de la clase trabajadora sobre toda la sociedad es, ante todo, un monopolio sobre la clase trabajadora misma. Este monopolio es en primer término intelectual, sobre el llamado proletariado de avant-garde, y luego sobre todo el proletariado. Esta es la mayor decepción que puede causar la nueva clase, pero pone de manifiesto que su fuerza y su interés radican principalmente en la industria. Sin industria la nueva clase no puede consolidar su posición o autoridad.

Los hijos de la clase obrera son los miembros más resueltos de la nueva clase. El destino de los esclavos ha consistido siempre en proporcionar a sus amos los representantes más inteligentes y capaces. En este caso ha nacido de la clase explotada una nueva clase explotadora y gobernante.

Monumento a las víctimas del Comunismo en el Desierto de Mojave, en California.

5 FRASES ANTICOMUNISTAS. ¿CUÁL TE PARECE MEJOR?

“Para nosotros en Rusia, el comunismo es un perro muerto; mientras que, para muchos en Occidente, sigue siendo un león vivo.”
—ALEKSANDR SOLZHENITSYN, emisión de la BBC (15-02-1979)

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"El comunismo es una doctrina que se alimenta de pobreza, odio y lucha."
—BERTRAND RUSSELL (Reino Unido, 1872-1970): ¿Por qué no soy comunista?

67% (2 votos)
"Es una religión, es la religión del 'no ser'. Parece que hay sustancia, parece que hay naturaleza. Grave error. No hay nada. Es la nada lo que reina."
—ANTONIO ESCOHOTADO (España, 1941-2021).

33% (1 voto)
"El comunismo es la explotación del fuerte por el débil. En el comunismo la desigualdad se forma al poner lo mediocre al lado de lo excelente."
—PIERRE JOSEPH PROUDHON (Francia, 1809-1865): Qué es la propiedad (1840).

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“El comunismo es intrínsecamente malo.
—PÍO XI (Italia, 1857-1939): encíclica Divini Redemptoris (1937)

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Total de votos: 3

Desde que Marx publicó "El Capital" (1867), la ideología, y sobre todo los experimentos de implantar el COMUNISMO en muchas partes del mundo, han provocado consecuencias y frases igual de "duras". Te invitamos a reflexionar.


3. La dictadura de la burocracia 

Cuando se analiza críticamente los sistemas comunistas se considera que su distinción fundamental reside en el hecho de que gobierna al pueblo una burocracia organizada en un estrato especial. Esto es cierto en general. Sin embargo, un análisis más minucioso mostrará que sólo un estrato especial de burócratas, los que no son funcionarios administrativos, forman el núcleo de la burocracia gobernante, o, según mi terminología, de la clase nueva. Esta es en realidad una burocracia partidaria o política. Los otros funcionarios son sólo el aparato que maneja la nueva clase. Ese aparato puede ser tosco y lento, pero como quiera que sea, tiene que existir en toda sociedad socialista. Es sociológicamente posible trazar la línea divisoria entre los diferentes tipos de funcionarios, pero en la práctica son indistinguibles. Esto es cierto no sólo porque el sistema comunista, por su naturaleza misma, es burocrático, sino también porque los comunistas manejan las diversas funciones administrativas importantes. Además, el estrato de burócratas políticos no puede disfrutar de sus privilegios si no arroja las migajas de su mesa a las otras categorías burocráticas.

Es importante que se tengan en cuenta las diferencias fundamentales que existen entre las burocracias políticas mencionadas aquí y las que surgen con cada centralización de la economía moderna, especialmente las centralizaciones que llevan a formas colectivas de propiedad, como los monopolios, las compañías y la propiedad estatal. El número de empleados aumenta constantemente en los monopolios capitalistas y también en las industrias nacionalizadas del Occidente. En Las relaciones humanas en la administración (Prentice-Hall, Nueva York, 1951), R. Dubin dice que los funcionarios oficiales relacionados con la economía se están convirtiendo en un estrato especial de la sociedad.

Los funcionarios poseen la sensación de que todos los que trabajan juntos tienen un destino común. Comparten los mismos intereses, sobre todo porque existe una competencia relativamente pequeña en la medida en que los ascensos se realizan de acuerdo con la antigüedad. La agresión en grupo queda así reducida al mínimo y en consecuencia se considera que este sistema es positivamente beneficioso para la burocracia. Sin embargo, el esprit de corps y la organización social irregular que se producen típicamente en esas situaciones llevan con frecuencia a que el personal defienda sus intereses atrincherados más bien que a que ayude a su clientela y a los altos funcionarios elegidos.

Aunque esos funcionarios tienen mucho en común con los burócratas comunistas, especialmente en lo que respecta al esprit de corps, no son idénticos. Si bien los burócratas del gobierno y de otras clases de los sistemas no comunistas forman un estrato especial, no ejercen la autoridad como los comunistas. Los burócratas de un Estado no comunista tienen amos políticos, generalmente electos, o propietarios que ejercen la autoridad sobre ellos, en tanto que los comunistas no tienen amos ni propietarios que los manden. Los burócratas de un Estado no comunista son funcionarios en una economía capitalista moderna en tanto que los comunistas son algo diferente y nuevo: una clase nueva.

Como sucede con otras clases poseedoras, la prueba de que se trata de una clase especial se halla en su propiedad y en sus relaciones especiales con las otras clases. Del mismo modo, la clase a que pertenece un miembro es indicada por los privilegios materiales y de otros géneros que le proporciona la propiedad. Tal como la define el derecho romano, la propiedad constituye el uso, el disfrute y la disposición de bienes materiales. La burocracia política comunista usa, disfruta y dispone de la propiedad nacionalizada.

Si damos por supuesto que la calidad de miembro de esta burocracia o nueva clase propietaria, se basa en el uso de privilegios inherentes en la propiedad —en este caso de bienes materiales nacionalizados—, entonces la calidad de miembro de la nueva clase partidaria o burocracia política, se refleja en una obtención de bienes materiales y de privilegios mayor que la que la sociedad concedería normalmente por esas funciones. En la práctica, el privilegio de propiedad de la nueva clase se manifiesta como un derecho exclusivo a que la burocracia política distribuya la renta nacional, fije los salarios, dirija el desarrollo económico y disponga de la propiedad nacionalizada y la otra. Así es como se presenta ante el hombre corriente, quien considera al funcionario comunista como un hombre muy rico y que no tiene que trabajar.

La propiedad privada ha demostrado ser, por numerosas razones, desfavorable para el establecimiento de la nueva autoridad de clase. Además, la destrucción de la propiedad privada era necesaria para la transformación económica de las naciones. La nueva clase obtiene su poder, sus privilegios, su ideología y sus costumbres de una forma de propiedad peculiar: la propiedad colectiva, que la clase administra y distribuye en nombre de la nación y de la sociedad.

"Despojar a los comunistas de sus derechos de propiedad sería suprimirlos como clase".

La nueva clase sostiene que la propiedad se deriva de una relación social designada. Es la relación entre los monopolistas de la administración, que constituyen un estrato estrecho y cerrado, y la masa de productores (labradores, obreros e intelectuales) que carece de derechos. Pero esa relación no es válida, puesto que la burocracia comunista goza del monopolio en la distribución de bienes materiales.

Todo cambio fundamental en la relación social entre quienes monopolizan la administración y quienes trabajan se refleja inevitablemente en la relación de propiedad. Las relaciones sociales y políticas y la propiedad —el totalitarismo del gobierno y el monopolio de la autoridad— se ponen más completamente de acuerdo en el comunismo que en cualquier otro sistema particular. 

Despojar a los comunistas de sus derechos de propiedad sería suprimirlos como clase. Obligarles a renunciar a sus otros poderes sociales, para que los obreros puedan participar en los beneficios de su trabajo —lo que los capitalistas han tenido que permitir como consecuencia de las huelgas y de la acción parlamentaria— significaría privarles de su monopolio sobre la propiedad, la ideología y el gobierno. Eso sería el comienzo de la democracia y la libertad en el comunismo, el fin del monopolismo y el totalitarismo comunistas. Hasta que suceda eso no puede haber indicios de que se producen cambios importantes, fundamentales en los sistemas comunistas, por lo menos a los ojos de los hombres que piensan seriamente en el progreso social.

Los privilegios de propiedad de la nueva clase y el ingreso en esa clase son los privilegios de la administración. Esos privilegios se extienden desde la administración del Estado y de las empresas económicas hasta la de los deportes y los organismos humanitarios. La dirección política, partidaria o "general" está a cargo del núcleo central. Esa posición directiva trae consigo privilegios. En su Staline au pouvoir, publicado en París en 1951, [Alexander] Orlov afirma que el sueldo medio de un obrero en la Unión Soviética en 1935 era de 1.800 rublos anuales, en tanto que el sueldo y las asignaciones del secretario de una comisión de radio ascendían a 45.000 rublos anuales. La situación ha cambiado desde entonces tanto para los obreros como para los funcionarios del partido, pero la esencia sigue siendo la misma. Otros autores han llegado a las mismas conclusiones. Las diferencias entre el sueldo de los obreros y el de los funcionarios del partido son extremas, lo que no podía ocultarse a las personas que visitaban la Unión Soviética o los otros países comunistas durante los últimos años.

Autores clásicos del AntiComunismo publicados en la Antología "Biblioteca Anticomunista. Selección de lecturas" de Árbol Invertido.

También otros sistemas cuentan con sus políticos profesionales. Uno puede pensar bien o mal de ellos, pero su existencia es necesaria. La sociedad no puede vivir sin un Estado o un gobierno, y por lo tanto no puede vivir sin aquellos que lo defienden. 

Sin embargo, hay diferencias fundamentales entre los políticos profesionales de otros sistemas y los del sistema comunista. En casos extremos, los políticos de otros sistemas utilizan al gobierno para asegurarse privilegios para ellos mismos y sus partidarios, o para favorecer los intereses económicos de un estrato social u otro. La situación es diferente en el sistema comunista, en el que el poder y el gobierno se identifican con el uso, el disfrute y la disposición de casi todos los bienes nacionales. Quien se apodera del poder se apodera de los privilegios e indirectamente de la propiedad. En consecuencia, en el comunismo el poder o la política como profesión constituye el ideal de quienes desean o tienen la probabilidad de vivir a expensas de los demás.

El ingreso en el Partido Comunista antes de la revolución significaba un sacrificio. Ser un revolucionario profesional era uno de los honores más altos. Ahora que el Partido ha consolidado su poder la afiliación al mismo significa que uno pertenece a una clase privilegiada. Y en el núcleo del partido figuran los explotadores y amos todopoderosos.

La revolución comunista y el sistema comunista han estado ocultando durante mucho tiempo su verdadera naturaleza. La aparición de la nueva clase ha quedado oculta bajo la fraseología socialista y, lo que es más importante, bajo las nuevas formas colectivas de la propiedad. La llamada propiedad socialista es un disfraz de la verdadera propiedad de la burocracia política. Y al comienzo esa burocracia se apresuraba a realizar la industrialización y ocultaba bajo ella su composición de clase.


Notas

Antes de publicar La nueva clase. Análisis del régimen comunista, Milovan Djilas ostentaba una destacada hoja de servicios a su país y luego al régimen comunista yugoslavo liderado por Josip Broz Tito. Durante la II Guerra Mundial combatió a los nazis, y después escaló en la jerarquía política hasta ostentar en 1953 los cargos de Vicepresidente de Yugoslavia y Presidente de la Asamblea Nacional. 

Fue el segundo hombre al mando de la extinta nación, hasta que advirtió que el ideal de una sociedad socialista igualitaria había sido traicionado en todo el bloque soviético: la supuesta abolición de clases resultaba una ficción, sustituida por una nueva jerarquía todopoderosa, un nuevo despotismo absolutista.

Sus continuas críticas al elitismo de los militantes comunistas a mediados de la década de 1950 llegaron a la prensa oficial yugoslava,​ y perdió todos sus cargos. Fue expulsado del partido en 1954, y encarcelado en 1956 al no retractarse de su postura.​ El manuscrito de La nueva clase fue contrabandeado a Estados Unidos, y tras su publicación en 1957 en Occidente, su condena se incrementó en diez años.​ Fue amnistiado en 1966. En el prólogo del libro reflexiona y confiesa:

Este relato puede parecer extraño a quienes viven en el mundo no comunista, pero no puede parecer inusitado a quienes viven en el comunista. No pretendo un mérito o una distinción exclusivos por el cuadro que presento de ese mundo ni por las ideas que expongo a su respecto. Son sencillamente el cuadro y las ideas del mundo en que vivo. Soy un producto de ese mundo, he contribuido a crearlo y ahora soy uno de sus críticos. 

Albert Gates, periodista estadounidense de la izquierda trotskista, reconoció en un artículo publicado en 1958 en The New York Times que:

El libro es, ante todo, una valiosa acusación contra el movimiento comunista posterior a la Revolución, del mismo modo que el propio Djilas es la acusación viviente del estalinismo y de su nueva sociedad, tanto en su variante rusa como en su versión yugoslava. Escribir el manuscrito en la cárcel y luego sacarlo clandestinamente para que pudiera publicarse en Estados Unidos requirió un enorme valor personal y una profunda dedicación a lo que él denomina “la idea del socialismo democrático".

El escritor y ensayista británico David Pryce-Jones apuntó en 1999:

Sensacional en su momento y ahora un clásico, La Nueva Clase sigue siendo una crítica constante al comunismo. Su argumento es directo, y la condición de Djilas como mano derecha de Tito lo hacía aún más convincente: el comunismo no era el sistema social justo e igualitario que afirmaba ser, sino un acaparamiento de despojos y privilegios por parte de un pequeño grupo de personas sin escrúpulos. Quienes controlaban el partido y el Estado disfrutaban y exhibían poderes y ambiciones dinásticas aún más arrogantemente absolutos que los monarcas y aristócratas a los que habían desposeído. Pasarían veinticinco años más antes de que un ruso, Michael Voslensky, en su libro Nomenklatura (1980), corroborara la opinión de que el comunismo en la Unión Soviética, desde su fundación, había pretendido un idealismo que en la práctica no era más que corrupción organizada, y que esto era perfectamente aceptado y controlado por quienes se beneficiaban personalmente de él.

 

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Milovan Djilas

Milovan Djilas

(Podbišće, Montenegro, 1911 – Belgrado, 1995) Fue un político, revolucionario y escritor yugoslavo, una de las voces críticas más influyentes surgidas del interior del propio socialismo real. Militante comunista desde joven, participó en el movimiento partisano de Tito durante la Segunda Guerra Mundial y ocupó después altas responsabilidades en el nuevo Estado yugoslavo, llegando a ser miembro del Politburó y vicepresidente del país. Su ruptura con el régimen comenzó al denunciar el surgimiento de una élite burocrática privilegiada, crítica que cristalizó en obras como La Nueva Clase, por la que fue expulsado del partido, procesado y encarcelado en varias ocasiones. Tras su amnistía continuó escribiendo desde Belgrado, combinando el ensayo político, las memorias y la reflexión histórica en títulos como Tierra sin justicia, Conversaciones con Stalin o su biografía crítica de Tito. Hasta el final de su vida mantuvo una posición incómoda: marxista heterodoxo, crítico del autoritarismo comunista y también del nacionalismo agresivo que acompañó la desintegración de Yugoslavia.

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