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Cine cubano | Nicolás Marcial Guillén Landrián. ¿Está usted dispuesto a ser analizado por esta asamblea?

Guillén Landrián durante el rodaje del cortometraje documental "Ociel del Toa"

Oficialmente se ha ido el verano. Ya oscurece y los días son más cortos. Bajo a buscar el metro con una amiga. Qué locura, le digo: ahora vivimos aquí, metro en la hora pico, salario mínimo. Le digo que de repente he sido consciente de que es irreversible, de que nos quedamos. Me dice que le ocurren a menudo esos golpes de conciencia, sobre todo cuando baja a buscar el metro.

Veremos "Landrián", el documental de Ernesto Daranas que ha estado proyectándose en el cine Embajadores de Madrid los días 10, 11 y 12 de septiembre. Llegamos unos minutos tarde, nos escabullimos frente de la pantalla hasta la segunda fila. Un vistazo rápido al auditorio: la mayoría son cubanos, personas ligadas de una forma u otra al cine. Nos han dicho que este documental se ha proyectado en el Festival de Cine de La Habana. Pensar que algo ha sucedido allá y luego aquí conecta a ambas comunidades, o a la misma fragmentada. Estas proyecciones han funcionado como un censo, una no puede evitar preguntarse: si todos estos realizadores han emigrado, ¿Quiénes quedan haciendo cine en la isla?

Es bueno que esto lo vean en La Habana: 

“Landrián” es el retrato descarnado de un cineasta de culto y una historia de represión que comienza con la primera citación que recibió antes de formar parte del ICAIC. El testimonio de su viuda, Gretel Alfonso nos conduce por los 14 años que pasó Landrián entre cárceles y sanatorios, atado por una fuerza inexplicable al calvario de hacer cine en la isla. Se trata del perfecto antagonista de un régimen totalitario como el cubano: un artista negro, coherente con su concepción de la libertad tanto en su obra, como en sus afectos. Además de develar material fotográfico inédito y mucha información documental facilitada por colegas, amigos y familiares, el documental tiene otra encomienda: restaurar parte de su filmografía.

Es difícil, para un espectador ajeno a las dinámicas de la censura en Cuba, comprender que, la misma institución cómplice en la represión de un artista ahora colabore en la obra que rescata su legado. Una intención por enmendar o rectificar errores históricos que sólo visibiliza la violencia implícita en la política cultural cubana desde 1959, y el ocultismo que prevalece sobre la historia de tantos artistas y escritores parametrados, reprimidos o forzados a emigrar. 

Presionado por la justicia poética que el tiempo ha ejercido sobre la figura de Landrián o por el coloso de su obra documental, el ICAIC decidió figurar entre los colaboradores de este proyecto.

A Ernesto Daranas le interesan los antihéroes, los sujetos que expresan su disenso con una sociedad o un poder: allí está la figura del chulo Yarini en “Los Dioses rotos” (2008) el niño Chala de “Conducta” (2014) revelando la ineficacia de un sistema educativo y político, o la resistencia en la fe y el misterio de Natalia Bolívar. Daranas no está interesado solamente en construir una estética o asentar su firma como director. De hecho, se deshace del ego implícito en el oficio para colocarse al servicio de la historia, así encuentra casi siempre, el lugar correcto donde colocar la cámara. Puede que esa haya sido su clave para dialogar con varias generaciones de cubanos: encontrar una biografía con la que conectar con el inconsciente colectivo como enSergio & Serguéi” (2017) la suerte de dos hombres sobrepasada por una coyuntura política: la caída del campo socialista.

Ernesto Daranas (La Habana,1961) Director y guionista cubano

El documental de Landrián se enfrentaba a un reto: contar su historia más allá de la agonía su biografía sin dejar escapar la sensación de refugio y gozo que encontraba en la realización de sus documentales. En palabras del fotógrafo Livio Delgado “el género documental se arruinó cuando parecieron las entrevistas” sin embargo, desde una postura de facilitador de la verdad, Daranas consigue captar la reacción del fotógrafo y de Ociel Romero, ante las copias restauradas de “En un barrio viejo” y “Ociel del Toa”. 

Hay un daño irreversible en la vida de uno de los directores más importantes de la cinematografía cubana, por negro, por hacerse preguntas como creador que, para el poder en Cuba, resultaron desestabilizadoras. Es imposible enmendar ese dolor, restaurarlo como a las cintas de los films, sin embargo, hay una intención marcada en la última década en el audiovisual cubano: contraponer a los relatos oficiales, las historias de las personas, desenterrar la verdad, poco a poco.

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Elena Llovet

Elena Llovet en Árbol Invertido

(La Habana, 1997) Es performer y crítica de arte. En su obra manipula el archivo para desmontar narrativas de violencia política o de género. Su obra “El Hit” aborda la implicación de Diego A. Maradona en una red de explotación sexual en la isla. Es Máster en Performance y Cultural visual por el Museo-Centro de Arte Reina Sofía y egresada de la carrera de Teatrología del el Instituto Superior de Arte. Sus obras han sido exhibidas en México, Perú, Alemania y España.

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