Transcurridos veinte y tres años del mediometraje Madagascar, su director, Fernando Pérez, sigue aportando su especial “lírica” dentro de los sucesos de la Cuba inmediata; en un país que en estos momentos se encuentra en un proceso de cambios, aunque para los menos afortunados, sea un país plano, cercado de púas, injusticias e iniquidades.
Este director ha dado pruebas de reflejar los deseos y sueños de los ciudadanos, desde Clandestinos, Hello Hemingway, La vida es silbar, Suite Habana, El ojo del canario y La pared de las palabras. En cada una de estas producciones Pérez aporta su cuota de inspiración, ello se refleja en el guión, las imágenes, en el uso de la banda sonora, ysu atino al escoger al elenco actoral. El resultado se traduce en premios internacionales, amén del acercamiento con su público, que agradece y archiva sus películas como “diferentes”.
Su profesionalidad no se divorcia ni se esquematiza, incluye además unaparticular sensibilidad para llegarle a la gente y decir las verdades, aunque su modo no sea el más ordinario.
En el filme Últimos días en La Habana, estrenado este verano en el circuito capitalino, nos demuestra que las historias de amistad aún conmueven al espectador, a un espectador que es bombardeado constantemente por la producción mal llamada del género de acción, donde prevalecen la violencia física y la aventura de un héroe que lucha contra todos y sale vencedor.
Contrariamente, su cine de autor, apuesta por los personajes marginados, los olvidados sin éxito ni recursos para destacarse en un entorno hostil que tiende a juzgarlos de manera despiadada. Aquí, en Últimos días..., el homosexualismo de Diego, uno de sus protagónicos, resulta la fruta malograda, que sin proponérselo nos dice de su exclusión: es maricón y tiene Sida.Su contrapartida (equilibrando el discurso), es un amigo que lo cuida sin reservas, a pesar de sus dispares caracteres, un lavaplatos que tiene un solo propósito: emigrar hacia los Estados Unidos.
La huida —del uno hacia la muerte, y del otro en busca de una tierra con mejores posibilidades económicas— signa ambos destinos, aunque confluyen en la misma disconformidad social.
El público puede reír con el actor Jorge Martínez, o conmoverse con Patricio Wood, igualados en memorables actuaciones.Con una fotografía que desborda realismo, estefilme llega a parecerse al retrato de muchos cubanos, donde los límites marcan las vías de escape en aras de sobrevivir.Una sociedad es perfectible con grandes transformaciones, pero eso conlleva reemplazar las mentalidades: la inclusión y la disparidad de ideas, también forman parte de los cimientos de una nación, donde nadie debe ser ajeno.
Poesía y realidad nutren la ética de Fernando Pérez, que muchos dicen que llegó tarde al cine cubano; no obstante, sus méritos, y su sencillez para reconocer las imperfecciones de su obra, lo hacen más humano y creíble como la vida misma.