Fomentar el contacto directo con la naturaleza desde las primeras edades contribuye a despertar y desarrollar la conciencia ambiental de forma natural, progresiva y orgánica. En un mundo en el que contamos con disímiles recursos electrónicos o virtuales que facilitan la vida, e incluso pueden ser apoyo en la crianza de las nuevas generaciones, es necesario tampoco olvidar las interacciones más simples, esas que nos mantienen anclados a la realidad primera.
La manera en que nos alimentamos, el contacto directo y libre con los diferentes elementos del medio ambiente, el intercambio con otros seres vivos, el desarrollo de habilidades a través de un aprendizaje interactivo y libre, y la meditación, son algunas propuestas que permiten que la conciencia ambiental aflore de forma espontánea. Te las resumo en cinco aspectos que a partir de mi experiencia trabajando con niños en edades de 0 a 9 años, y como doula con mujeres antes, durante y después del embarazo, han sido soluciones oportunas al estrés o la sobre-estimulación, e incluso tratamientos alternativos para todo tipo de afecciones.
1- ¿Cómo comemos?
El proceso de alimentación no es solamente llevarse algo a la boca y tragarlo, aun cuando tenga un sabor agradable y nos satisfaga el hambre… La alimentación comienza mucho antes al oler, tocar, saborear y elegir los alimentos. Hay un instinto nato en nuestro cuerpo que nos ayuda a saber qué es mejor comer para nosotros en cada momento, los bebés especialmente, y los niños en general, suelen estar más conectados con estos impulsos. Sin embargo, a cualquier edad, es posible retomarlo o desarrollarlo.
Optar por comida “viva”, más fresca (sería ideal si puedes tomarla directamente de la planta o árbol), es muy diferente a comer comidas procesadas, congeladas, etc., ya que incluso las frutas y vegetales orgánicos no pueden evitar que a la vez que son cortados comiencen sus procesos de oxidación y pérdida de propiedades... Si este no es un ritual con el que podamos contar siempre, cuando la oportunidad se presente es algo para no despreciar. En el caso de niños pequeños es una manera de aprendizaje interactivo sobre su nutrición.
Luego, que participen en la cocción de los alimentos, en la medida que el desarrollo de sus habilidades lo permitan y con supervisión, los implica de forma más directa y real en su alimentación. Otra vez, no es algo que quizás hagamos siempre, pero es importante que participen al menos alguna vez en este proceso. Mientras, puedes explicarles la importancia de los diferentes ingredientes, por ejemplo: “la sal potencia el sabor”, “el azúcar aporta lo dulce pero es mejor comerlo de fuentes naturales, como las frutas, que en caramelos”.
Estas prácticas exigen fomentar el estudio de la nutrición y mejores hábitos en los adultos, previamente.
2- Caminar descalzos, tomar el sol
Caminar descalzos, siempre que las condiciones climáticas lo permitan, afianza la fundamental conexión con la tierra que tenemos como humanos. Poner los pies en la tierra equilibra los flujos energéticos en el cuerpo, es una manera natural de suavizar el estrés y previene en los niños deformaciones en los pies como el común “pie plano”.
Poner los pies en la tierra directamente cuando son solo bebés le aporta tranquilidad y estabilidad a nivel psicológico. Esto se traduce también en estabilidad física ya que las estructuras musculares del cuerpo que sustentan la columna, por ejemplo, para su desarrollo y fortalecimiento necesitan superficies sólidas. Así pueden ganar más rápidamente equilibrio; además, con supervisión y en espacios que no representen un peligro real para el niño, las caídas le ayudarán rápidamente a ganar en reflejos y resistencia física y emocional desde la confrontación del miedo.
Tomar el sol directamente (recomendable el de la mañana o la tarde) es una fuente de nutrición primaria y fundamental para la salud en todas las edades. Previene los resfriados y, en el caso de estar resfriados, es la mejor y más efectiva manera de curarlo. Fortalece la piel dándole resistencia y previene la depresión.
3- Interactuar con otras especies
La interacción con otros seres vivos también es fundamental a cualquier edad. Tanto la interacción social con otros seres humanos (en el caso de los niños necesitan especialmente interactuar con otros niños para desarrollar habilidades sociales y emocionales), como la interacción con otros animales, plantas y los diferentes elementos de la naturaleza, es sinónimo de salud.
En este sentido, los zoológicos, acuarios y cualquier tipo de establecimientos donde los animales se encuentren encerrados o en condiciones de explotación, como algunos circos, no son para nada la recomendación. Los niños aprenden muy rápido y por repetición, antes de llevarlos a ver un animal en estas condiciones puedes preguntarte primero si te parece correcto el mensaje que se llevarán sobre la interacción con otras especies…
Mi recomendación en este sentido es una interacción lo más natural posible, quizás por el lugar donde vives nunca veas un león en su hábitat natural pero puedes aprender sobre él en libros, videos documentales, etc. sin necesidad de mantenerlos encerrados para nuestra curiosidad. Por el contrario, la curiosidad y el cuidado del mundo vivo puede fomentarse desde la observación de un insecto, o las aves de tu localidad. Esta conciencia sobre el medio ambiente que te rodea ayudaría a fomentar su cuidado y preservación.
Estas interacciones, en condiciones naturales y sin maltrato o explotación de por medio, deben estar basadas en la propia curiosidad del niño. Permite que su espontaneidad o sus miedos lo ayuden a acercarse o alejarse según lo sienta. Bajo la supervisión adulta, pero con la libertad que permita cada caso, el niño podría comunicarse desde sus instintos y desarrollar la compasión por la vida a su alrededor.
4- El juego en espacios abiertos
Fomentar el desarrollo de habilidades físicas a partir del juego libre, en espacios abiertos, no debe obviarse a pesar de todo el entretenimiento que puedan encontrar en casa con videojuegos, dibujos animados, juguetes, etc. El ejercicio activo del niño mediante el juego es su forma primaria para interactuar y desarrollar sus capacidades.
Respirar aire puro, correr libremente, subir un árbol, tocar el agua, el fango, recolectar piedras, hojas, y todo lo que un niño pueda hacer cuando se encuentra libre y se siente seguro, contribuirá a su desarrollo, también cognitivo, a la vez que afianzará su salud desarrollando anticuerpos, reflejos físicos sólidos y su intuición.
5- La meditación en la infancia
Si la madre practica meditación durante el embarazo, estará ensañando meditación al bebé de forma natural antes de nacer, además de los beneficios de salud que implicará. La meditación y otras prácticas similares para el desarrollo de la conciencia y lidiar con las emociones no tiene una edad específica para comenzar a practicarse. En los niños puede prevenir o tratar enfermedades mentales o trastornos del desarrollo, o ayudar a lidiar con los retos físicos y mentales en el caso de los niños con capacidades especiales.
Menos estrés, mejor sueño, mayor conexión con las señales del cuerpo como saber identificar el hambre o el dolor con claridad… son algunos beneficios de la meditación en los niños. Su desarrollo del aprendizaje también estará directamente afectado, permitiéndole mayores niveles de concentración, en el caso de niños en edades escolares. En el caso de los bebés, bastará simplemente que los padres practiquen meditación con ellos en el regazo, cargados, sentados en las piernas o cualquier postura o posición que ayude a la compenetración con el niño a un nivel más sutil, justo como su edad requiere.
Estas son solo propuestas que pueden ayudar a una vida más saludable y armoniosa con el medio ambiente. Con estas prácticas no se trata de contarles a los niños datos científicos sobre la capa de ozono o el calentamiento global, sino permitirles que la conciencia ambiental aflorare por si sola, de manera natural y espontánea como es nuestra conexión primaria con la Tierra.
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