Decir soy fanático del blues
esto es mejor que nada, o
mejor que todo
a mí no me gusta otra cosa
yo nada más escucho el blues; eso
es una grandísima locura, un crimen
pasional.
Defender con el oído la postura de
quien lo hace.
El blues no se delata.
Es omnicomprensivo.
Él es la vida. Después de él
tiene que haber otras cosas, otros
gustos, otros valores.
Si no, sería como negar al hombre.
Otros cultos, o al menos otras
tolerancias.
Lo mismo es un crimen ser intolerante
al blues y que desde niño te cuelguen
un cartel en el círculo.
El blues es omnipresente, es la omnipresencia.
Ese reclamo, ese dolor se hizo manifiesto
en el hombre, ese desgarre.
Ese llanto alcanzó dimensiones humanas.
Tiene que haber la vida después
del blues.
El blues es como un dios, o un
diablo muy grande en altura
quiero decir. Muy dominativo.
Es un hombre en todo su dolor y
en todo su orgullo defendiéndose como tigre.
O como gallo, gallina o cocodrilo.
O cosas. Cosas que negaron y para siempre
las tantas formas de la tierra en el
pensamiento. Los terroncitos, los
retoños de ____________.
Y fueron motivo de inspiración
sustituidas. Lo sustituido fue blues.
Lo sustituto. Aquello que cambió la
imagen, que trajo la nueva imagen
después de la esclavitud, aquella
sustitución terrible.
Aquella segunda imagen de mi entraña.
No tengo cómo agradecer el haber sido salvo.
Y después vino el blues. Con el verduguillo.
La cuchilla que cantaba como carusso
en una jícara con ceniza.
El blues es la reafirmación del
hombre sobre la tierra.
Como un hecho natural.
No tiene importancia ser lo
que se ha perdido,
o lo que se ha encontrado.
Yo le canto a esa tristeza.
O a esa alegría.
Soy alegre. La tristeza
no tiene fin.
La alegría es pelear y defenderse.
Hay un reconocimiento ancestral en el
blues por la alegría.
De donde podemos partir
arrastrando nuestra vieja cadena.
Fuerza para vencer, con esta canción
te pido.
Privado de cruzar por el
nombre de un árbol
retenido en una imagen
confirmado en una fotografía.
Sin quererlo ese árbol se hizo
amistad distanciada, afecto
que no se visita, que no vuelve
a latir, o a temblar como
un espeso órgano, como una
espesa linfa. Sancocho.
Pulpa.
Olvidar es salir en tu busca.
Era importante como árbol un
retoño cualquiera, un árbol
cualquiera.
Ese, específicamente.
Que me fue revelado por ti
un viejo amigo queriendo
distanciarse, equivocado
con la amistad;
marcando un imperio.
Quédate la localización de
las pocas plantas que
en la ciudad pugnan
por vivir.
Quédate esos eclipsados bosques
asfaltados bosques de ceibas y laureles, esa
visión de cantero.
El monte es grande. Es infinito.
Me basta pensar que mi memoria estuvo
presente.
Era el paso salir y olvidar.
Conocer sin nombre, que también
es importante la palabra no enturbie
donde la vista se posa, para seguir
de largo.
No hay utilidad en saber dónde
vive lo que nos salvaría un día
la vida y pasar y recordárselo.
Me gustan las asistencias sin nombre,
espontáneas. De alguna manera todos
velamos para ayudar y por ayuda
también velamos.
Un árbol cualquiera, como tántos.
Es bueno que la palabra ubique, luego olvide
a través de los años y se tome su tiempo
y su necesidad de nombrar.
Ahí no solo hay reafirmación, sino respeto.
La vida tendrá que cuidarse. Esa pobre
vida vegetal, tan desamparada y tan
frágil.
Mejor si el nombre lo trae la
memoria, el sueño, de pronto
como una iluminación. Como
un recuerdo.
Yo pintaba garabatos.
Mi amigo detractaba de
los barcos.
Llenaba expedientes.
Componía obituarios.
Inspirados epitafios
artes de losa común, a veces
ni con la fecha, nada más
que el nombre.
Hacía labores de traductor.
De médium.
Desayunaba café con leche y
pan con mantequilla.
Mi amigo nada más que una
lata con cocimiento de yagruma.
Esa era su vajilla.
Por eso le pegó la porcelana,
le iba tan bien la porcelana.
Tomé la jícara de mi abuela. Que
tenía un rostro grabado.
Desde entonces cambiaron mis medidas.
Alguien dejó los archivos a la intemperie.
Los expedientes a la intemperie.
A la vista de todos la enciclopedia
de lo que éramos como nación.
Antes de recoger la lágrima
en una copa.
el gran poder
invocado.
Ni sé qué ha sido
de mi casa.
ya ese capítulo está vencido
pero no regresó el nombre de la
hoja
aquella grande hoja, espontánea
parecida al tabaco
que comen los bichos de retoño
pero logra darse, crecer
como un frondoso árbol
porque es un árbol
tenía destinada ser árbol
no voy a ser como tú
voy a escuchar tu voz
voy a aprender cuanto me
enseñes
del mundo
pero no voy a dejar de ser yo
Sabré dejar en su lugar
lo que no me pertenece
lo que no ha de servirme
Y diré esto tampoco es de mi amigo
No le dejes creer que tiene dominio porque
cree conocerte
Los viejos nos volvemos un poco estúpidos
a veces
Por eso el pago del derecho
la licencia, el contentar o animar
con los antepasados en recuento
Yo soy lo que me enseñaron las brujas
aquello que me defendió inconciente y
que ahora puede ser una decisión errónea
transgredir o desobedecer.
En lo íntimo sigo las
tradiciones de mi madre
Siempre me pregunto antes de obedecer.
Cuento conmigo o con esa conciencia
oscura que devino en mis familiares
y seres queridos
mis antepasados.
Sin embargo apareció otro árbol
con la misma característica que
creímos privativo en aquel
lanzar las semillas bajo su sombra
para que formen una colonia, donde
después de retoñados pugnarán por
vivir unas comiéndose a las otras
hasta quedar una sola, que es
la que se dará.
Es un árbol muy viejo, que debe
estar al morir. Que debe saber
que está al morir.
No hay árboles como él a su alrededor.
Solo esa semilla que resulte la
sobreviviente.
Ese árbol se llama Laurel.
Y fue el continuador de aquella historia
que se detuvo por años de un árbol pulpo
único en el monte.