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Escritores | Eduardo Pino: "Desde los bajos fondos sencillamente digo"

"En mi familia nadie nunca me enseñó un libro. Nunca tuve un temprano acercamiento a la literatura".

El poeta Eduardo Pino
Imagen: Ileana Álvarez

Acercarse a la obra de Eduardo Pino (Morón, 14 de noviembre de 1970) es hacerlo quizás a una de las voces más destacadas de la poesía cubana contemporánea. Aunque es esencialmente poeta, cultiva también la literatura infantil y la narrativa. Asimismo es graduado de Dirección de Radio, ha compuesto canciones y en la Asociación Hermanos Saíz de Ciego de Ávila, desde hace varios años, desempeña una notable labor de promoción cultural. Su obra poética ha experimentado un apreciable ascenso desde la aparición de su primer cuaderno publicado: La subasta del miedo (Ed. Ávila, 2013). Luego siguieron otros poemarios: Peces de bajo fondo (Ed. Ávila, 2007) y Puerto a la deriva (Ed. Ávila, 2007) con el que obtuvo el premio “Eliseo Diego”. Su obra literaria para niños incluye los títulos, de cuento y poesía respectivamente: No todos los príncipes son azules (Ed. Ávila, 2013) y Una mentira muy gorda y otra muy flaca (Ed. Ávila, 2015).

Me encontré con el poeta en La Turbina, lago ya símbolo de la ciudad avileña, el mismo lugar mágico en el que Eduardo Pino no deja de buscar refugio con frecuencia para escribir sus versos, y lo hace lo mismo sentado en el muro del malecón que al amparo de la sombra de un árbol, o en alguna de las casetas de los alrededores. Cuando llegó, puntual, lo saludé con unos versos de Lorca, del “Romance sonámbulo”. Ocurrió sobre las dos y cuarto de la tarde. De cuando en cuando aparecía una garza blanca. Estaba nublado el cielo como en los paisajes de la poesía romántica. Batió el viento incesante como en la Canción del pirata, de Espronceda. Próximas, como guardianes apostados en las orillas, varios plantones de cañas bravas me hicieron evocar los encuentros de Casal con la familia Borrero en Puentes Grandes. La naturaleza, sabia siempre, conspiró en nuestro favor para que nos sintiéramos a gusto. Era una ocasión perfecta para sentarnos a conversar. Y como lo que bien nace bien crece, he aquí los frutos de nuestro diálogo.

Algunos grandes poetas entre los que pudiéramos mencionar a Juan Ramón Jiménez, Nicolás Guillén, Carilda Oliver Labra y Nancy Morejón, han manifestado ciertas inconformidades, cierto arrepentimiento con la publicación de sus primeros libros de poesía. Incluso nuestro gran Eliseo Diego consideraba apresurados algunos de los poemas de En la Calzada de Jesús del Monte. ¿Te ocurrió lo mismo?

En La subasta del miedo pueden advertirse ciertas inmadureces, sin embargo no estoy arrepentido de su publicación, pues de no haber subastado aquellos miedos que me asaltaban cuando escribí ese poemario no hubiese continuado escribiendo ni fuera tampoco el poeta que ahora soy. Necesitaba mucho vender, subastar los miedos que padecía para poder continuar. Ver impreso aquel libro me permitió abrir una puerta, como una especie de autoexsorcismo, y ya de paso vencer los recuerdos de una infancia traumática. Releyéndolo hoy, al cabo de más de una década de publicado, me doy cuenta de lo imprescindible que fue para mi trayectoria. Vuelvo mucho sobre los poemas de La subasta del miedo y me satisface reconocer la inocencia que hay en ellos. Además, en sus páginas está el poema a mi padre, que considero emblemático dentro de mi obra. Con frecuencia siento la necesidad de leer algunos de los poemas de mi libro inicial en público. En mí la ingenuidad rompió barreras y me dio el impulso necesario, la firmeza para continuar creando y soñando. Poco antes de la publicación de La subasta del miedo, Francis Sánchez, a quien le estaré por siempre agradecido, incluyó unos poemas míos en su antología Arribos de la luz. Yo vivía en Morón, y recién mudado a la ciudad de Ciego de Ávila, Francis me pide los poemas para la antología. Años después manifestó públicamente, y me hizo sentir una gran alegría, que una de las razones por las que no se arrepentía de haber publicado Arribos de la luz era mi presencia en sus páginas, y porque a diferencia de otros autores antologados, que se diluyeron en el tiempo, yo no había dejado nunca de escribir.

¿Cuáles rasgos distintivos consideras que definen mejor tu poesía?

Soy un poeta que tiene poca academia. En mi familia nadie nunca me enseñó un libro. Nunca tuve un temprano acercamiento a la literatura. Ya de adulto fue que empecé a buscar, a leer los clásicos. Me defino como un poeta vivencial; las vivencias tienen un gran peso en mi poesía, también un gran sentimiento de humanismo. Quizás por la importancia que le concedo a lo vivencial es que prefiero tanto el teatro, porque al presenciar como espectador una obra teatral puedo interactuar con las vivencias de los personajes. Prima más en mis versos lo que se dice que la forma en la que se dice; pongo más atención en el contenido que en la forma, sin descuidar esta última. Soy un poeta que dialoga consigo mismo, que utiliza sus propios códigos, sus propios símbolos, los que muchas veces reinvento. Por tanto soy también un poeta intimista y, aunque parezca contradictorio con lo anterior, amo los espacios abiertos. Como soy un escritor por naturaleza, las palabras no me asustan. Escribo para los demás y al mismo tiempo no me importa mucho lo que pueda pensar el otro. Sencillamente digo. En cuanto a las formas puedo decirte que para mí las zonas de silencio juegan un papel fundamental. Es por eso que a la hora de conformar los versos, de estructurar las estrofas, juego con los espacios, uso muy pocos signos de puntuación. Con las mayúsculas me basta.

¿Te identificas con alguna tendencia poética en particular?

Me identifico mucho con los poetas de Orígenes, especialmente con Gastón Baquero. Por tal razón en mis versos puede respirarse cierto aliento origenista. Me hubiese gustado mucho vivir en aquella época y formar parte del grupo que conformaban los origenistas. Leo a Baquero y es como leerme. No creo en las generaciones literarias. No me gusta que me enmarquen, que me encasillen. No sé de qué generación soy ni me preocupo por eso siquiera.

¿Qué crees de las modas literarias y de su repercusión en la poesía cubana contemporánea?

Siempre han existido agrupaciones de poetas que siguen una vertiente parecida. No le llamaría moda, sino más bien afinidades. Yo no me afilio a ninguna agrupación, pues considero que lo más difícil para un auténtico poeta es lograr distinguirse y tener una voz propia. Cuando un poeta se une a un grupo o tendencia pierde la originalidad, la oportunidad de descubrir y defender su propia voz, su peculiaridad. A mí no me interesa llamar la atención, tiendo a ser conservador sin dejar por eso de decir lo que quiero. Hay a quienes le quedan bien las maniobras efectistas en el manejo del verso como mecanismo calculado para llamar la atención. En mi caso particular, si se dan tales maniobras efectistas son siempre espontáneas y no porque me lo haya propuesto.

Haciendo un repaso de tus poemarios publicados, se advierte con facilidad un enriquecimiento y una ascensión creciente, y nunca una ruptura con la voz que se encontró más plena a partir de tu segundo cuaderno. ¿Estoy en lo cierto?

Ocurre que casi siempre el poeta habla de acontecimientos del presente o del futuro. En mi caso es al revés. Con cada libro mío vuelvo a escribir acerca del pasado, nutriéndome de él. Uno de mis poemarios inéditos, Anagnesis, es un buen ejemplo. Constituye una especie de historia clínica donde las terapias son los propios poemas, y en cada uno el sujeto lírico se confiesa con su psicoanalista, le habla siempre de sucesos del pasado, de cosas que le pasaron en la niñez, por ejemplo. Si haces un repaso de mis libros de poemas publicados verás que los ojos del poeta se vuelven siempre a lo pretérito. En La subasta del miedo manifesté los miedos que sentía en ese momento, pero ya en mi segundo y tercer libro, Peces de bajo fondo y Puerto a la deriva, vuelvo la vista atrás, en una retrospección que se detiene en los recuerdos. El futuro es muy incierto y por eso prefiero alimentarme del pasado. Un poema del libro Peces de bajo fondo, dice: “Si de repente pierdo la memoria / qué hacer con la memoria que tenía”. Siento que mi vida está en las cosas que pasaron, en el constante ir a mis raíces, a mis inicios en cada cosa, en lo que fue. No me aterra la muerte, sino quedarme sin memoria, recordando a Eliseo Diego.

Jesús Orta Ruiz dice en los versos finales de uno de sus sonetos: “No me duele morir y que me olviden/ sino morir y no tener memoria”.

Igual me ocurre a mí. Me reconozco en el contenido de esos versos que pude muy bien haber escrito. Nunca pienso en lo que pueda o no ocurrir mañana, sino que me sumerjo a fondo en los rincones de la memoria. Hay otros versos del libro Peces de bajo fondo que tienen una gran relación con esto, y son aquellos que dicen: “Antes me lanzaba desde el puente./ Ahora soy el puente/ que espera que alguien/ salte/ desde/ mí”.

La poeta y ensayista Ileana Álvarez, quien le dedicó una reseña a Peces de bajo fondo, asegura de tus versos que son “Un grito desde lo bajo, lo marginal”. Habla también de una “conciencia de continuidad en la tradición barroca de la poesía cubana”. Asimismo de una “poesía cuya originalidad estriba en la misma autenticidad de lo que narra, de lo que quiere compartir en un intento desenfrenado por salvarse y quizás, con ello, también salvarnos”. ¿Qué apreciaciones te merecen esas palabras?

Le agradezco mucho a Francis Sánchez por haberme descubierto como poeta y también a Ileana Álvarez, que ha sido la editora de todos los poemarios que tengo publicados. Ileana ha interpretado mi poética de una forma muy certera. Nadie ha logrado captar las esencias de mi poesía como ella lo ha hecho. Ella aprehende muy bien lo que yo digo en mis versos. Aunque trate de disfrazar algo en mis poemas, ella siempre lo descubre. Lo barroco que ella advierte me llega sobre todo por mi afinidad espiritual con la obra de los origenistas a la que te hice referencia. Insisto en que lo más importante para mí es lo que digo y no la forma en que lo hago.

¿Cuáles son tu poemas más queridos?

Los poemas que más amo están en los libros que he publicado. Ellos son, de La subasta del miedo, “El inevitable rostro del vacío”; de Peces de bajo fondo, “Exhumación”, y de Puerto a la deriva, “Al centro de ti, al centro de mí, al centro”.

A quiénes reconoces como los fantasmas que te rondan e iluminan durante el quehacer literario.

A Walt Whitman, cuyos versos fueron los primeros que leí con emoción. También a Reina María Rodríguez, con quien me identifico mucho. Al brasileño Carlos Drumond de Andrade, que he sentido siempre tan cercano, al punto de haber andado días y días con un libro de poemas suyos de un lado para otro, releyéndolo. A Rilke y Alejandra Pizarnik. También, y de forma muy especial, a Laura Ruiz, poeta a la que considero que no se le ha dado la atención que merece. No han sido muy justos con ella. Es una mujer cuyo grito se hace siempre muy fuerte para mis ojos. Es una voz latiendo siempre desde la sombra, y en mí hace presencia constante.

Siempre me ha parecido, como lector, que tus versos le deben más a la llamada poesía cubana contemporánea que a los clásicos. ¿Esto es así?

Sin abandonar la lectura de los clásicos, me he mantenido más atento a la poesía de los poetas cubanos contemporáneos. Aunque soy bastante conservador en cuanto al manejo de las formas en la escritura de la poesía. No me gusta mucho la llamada poesía experimental; soy más apegado a la tradición.

Una zona sustancial de tus poemas exhibe un marcado aliento homoerótico, a tal punto que algunos de ellos no debieran faltar en cualquier selección o antología de poesía homoerótica cubana. ¿En qué medida lo homoerótico, y la devoción por la belleza, repercute en los horizontes de tu poesía?

El homoerotismo está presente en toda mi obra. Fíjate si es así, y no tengo ningún miedo en contártelo, que varias veces me han escuchado leer en público mis poemas personas que no son del mundo literario, y luego han dicho: “¿Quién es la muchacha que escribió el poema que acaban de leer?” Eso ha pasado porque el lenguaje con que están escritos mis versos es un lenguaje femenino. Siempre trato cada tema con y desde una percepción femenina, con suavidad, y sobre todo con una elevada sensibilidad. Me conmueve lo que pasa inadvertido, me preocupo mucho por el otro, por eso le canto al loco, al mendigo, al desvalido, a los marginados, a los inaceptados por la sociedad. Ellos son los que más acaparan mi atención. Y cuando le canto a los seres marginales, de forma muy especial, le canto a los gays. Lo homoerótico está también en mi manera de decir las cosas, a tal punto que quien no me conozca puede llegar a pensar que quien escribió el poema es una mujer. Predomina en mí una visión femenina, visión que es manejada con sutileza a la hora de plasmarla en el papel, lo cual es opuesto a la visión del hombre, más burda, más directa. Como podrás apreciar, lo homoerótico en mí se encuentra tanto en la forma como en el contenido de los poemas que escribo. Ahí tienes como el mejor ejemplo dentro de mi obra a Peces de bajo fondo, el poemario que más quiero, donde lo marginal es un grito. En los poemas de ese libro es donde soy más yo. Fui especialmente sincero. Es permanente mi preocupación por la oscuridad, lo marginal, la sombra.

A diferencia de otros poetas avileños, eres un autor prolífero. Hay autores como Dulce María Loynaz que opinaba que en materia de creación poética debía destruirse más de lo que debía salvarse. También hablaba de la creación del poema como un parto, lo cual implica paciencia, esfuerzo y dolor. Juan Ramón Jiménez por su parte, dice en uno de sus versos “No le toques ya más, que así es la rosa”. Aunque tus poemas lucen pulidos y limpios de hojarasca, hasta qué punto tocas o dejas de tocar la rosa...

Trato siempre de que no se pierda la gracia, la frescura de cada poema, es decir, toco la rosa solo lo necesario para que siga siendo rosa en toda su plenitud. En cuanto a las formas, si es necesario que haya asonancias en el poema, pues entonces dejo las asonancias. Si son imprescindibles varios adjetivos, pues entonces los mantengo. En otras palabras, lo que más me importa salvar es el contenido del poema, aunque la forma es importante el poeta no debe dejar nunca que por buscar la perfección en las formas vaya a resultar dañado el contenido el poema. La forma ha de subordinarse al contenido, y no al revés. Si desgajar el poema implica que este pierda su esencia, es mejor dejarlo como está. Pongo el ejemplo de un gran poeta, Eliseo Diego, cuya poesía es pródiga en adjetivaciones y asonancias. Sin embargo, prueba a quitarle un solo adjetivo, a eliminarle una sola asonancia, y ahí mismo queda arruinada la maravilla, la genialidad de sus poemas.

Además de la poesía para adultos, cosechas también la poesía y narrativa para niños y jóvenes. ¿Cuál es el motivo de que te dedicaras también a esa otra zona de la literatura?

Yo fui un niño que casi no tuvo infancia, que casi no se relacionaba, que siempre andaba solo, que no jugaba con nadie. En mi expediente escolar puede leerse: “Niño que anda solo, que se relaciona poco con los demás niños”. Por esa razón, escribir poesía y narrativa para niños es una forma que he encontrado de recuperar la infancia perdida, todo aquello que me faltó, de recrear las cosas que me divierten y que cuando era niño no me divertían. Asimismo pongo a hacer a mis personajes aquellas cosas que no me atreví a hacer en la niñez, lo que hubiera querido que sucediera y no sucedió. Escribir para niños fue una fórmula que probé y me resultó divertida, a diferencia de la poesía, cuya escritura es tan desgarradora. La literatura infantil me fluye bien, me hace reír y me permite ser el niño que no fui. Me llena un vacío porque no recuerdo haber tenido una infancia como cualquier niño; mis preocupaciones en la niñez eran propias de los adultos. Por eso viene mi envejecimiento, es un envejecimiento espiritual, no carnal, que ya se manifestaba en mí desde tan temprano. Te digo que fui un niño temeroso, lleno de miedos, muy acomplejado. Cuando escribo para niños me remonto a un viaje al origen.

¿Te parece que las actuales generaciones de niños y jóvenes, en consonancia con las circunstancias de nuestro tiempo, exigen un tratamiento más desenfadado y directo?

Los niños y las niñas de hoy día tienen mucha más información. Considero que cuando se escribe para ellos debe emplearse un lenguaje sencillo, que no por sencillo es menos valioso o más fácil. No creo que existan temas difíciles. La literatura infantil siempre ha tratado temas agresivos, hasta en los clásicos: ahí tienes a Hansel y Gretel, a quienes una bruja los alimentaba para engordarlos y entonces comérselos, y a la abuelita de la Caperucita Roja tragada por el lobo, al que después el leñador le abre la barriga de un hachazo, sin embargo esas escenas están manejadas de forma tal que divierten a los niños y no les causan terror o espanto. Escenas similares encontramos también en algunas canciones infantiles. Por eso insisto en que todo está en la forma en que se trate el tema, en el contexto en que se ubique. No hay temas difíciles, todo está en la forma en que el escritor lo maneje. Además de la sencillez en el lenguaje, no deben faltar lo ameno, el divertimiento. Los personajes de la narrativa para niños tienen que convertirse en héroes para sus lectores. Si el autor no consigue esto, no resulta su libro exitoso. Y los protagonistas de las historias tienen que decir las cosas como son, sin camuflarlas.

Otro de tus quehaceres, no menos significativo, es la composición musical, la cual te ha valido incluso varios premios, ¿es que quisieras ser también músico?

Hace ya algunos años me entusiasmé con la convocatoria del concurso de composición musical Federico Sariol Céspedes y escribí de un tirón una canción a la que le puse por título En Si Mayor. Ese año gané el Gran Premio del concurso. Sin embargo, no me considero un compositor musical; no tengo conocimientos ni estudios de música. A pesar de ello compongo, y como puedes ver es algo que llegó a mi vida por sorpresa. Luego empecé a enamorarme de la composición musical, de todo el proceso por el que transita lo que uno compone hasta que se obtiene el resultado final; es decir, desde el surgimiento del texto escrito, de la melodía, del arreglo orquestal... Uno siente que va creciendo junto con la obra, y ese crecimiento es algo que reconforta mucho. Aprovecho también para decirte que padezco una frustración: no sé tocar piano. De haber aprendido a tocar piano entonces sí me consideraría un verdadero compositor. Solo me atreví un día a componer y acabé enamorándome de la composición musical, aún sin ser músico, pero es otra forma de la que dispongo para canalizar dolores y alegrías. Aunque no olvidemos nunca que la poesía es también música, y que lo es desde sus orígenes.

¿Cómo aprecias los derroteros, luces y sombras de la literatura cubana contemporánea, en especial de la poesía?

Encuentro que en algunos de los jóvenes poetas contemporáneos no existe una voz lo suficientemente sincera, y cuando el poeta no dice lo que de verdad siente y piensa, cae en un enmascaramiento estéril. Eso ocurre porque se concentran más en la perfección formal del texto, y entonces se encuentra uno con poemas técnicamente muy logrados pero que en el fondo están sencillamente vacíos; les falta la verdad. Hasta cuando miente el poeta debe dejar el testimonio de la verdad. Recordemos a Baquero cuando afirma “Yo soy el mentiroso que siempre dice su verdad”. Sin esa verdad la poesía está condenada a la frustración. Hay que ser consecuente con lo que se escribe. No hay nada que te defina más, que te distinga mejor que la poesía. Ella te desnuda, te revela, más que la prosa. Es donde se es más uno mismo.

Concluyendo, permíteme ponerte en un aprieto con esta pregunta acerca de un gran misterio: ¿Cómo definirías la Poesía?

Es sensaciones, provocación, olor, sonido...

(Malecón de La Turbina, ciudad de Ciego de Ávila, 27 de octubre del 2016.)

Pedro Evelio Linares

Foto: escritor Pedro Evelio Linares, en revista Árbol Invertido

(Ciego de Ávila, 1983). Poeta e investigador. Licenciado en Estudios Socioculturales por la Universidad Máximo Gómez Báez de Ciego de Ávila (2009). Miembro de la Asociación hermanos Saíz (AHS). Poemas suyos aparecen en el dossier de poesía avileña de la revista Videncia (No. 10), y en antologías de varios números de la revista Norte del Frente de Afirmación Hispanista, México. Aparece incluido en la selección de poetas avileños Silencio anterior a todo ruido, compilación de Herbert Toranzo y Elías Enoc Permut (Ed. Ávila, 2008). Ha realizado investigaciones sobre arqueología aborigen y colonial cubana. Uno de estos trabajos investigativos, “La marca de la rosa”, apareció en la revista cultural Videncia, No. 17. Autor del libro Poemas para fundir contra el pecho del acróbata (Ed. Ávila, 2010).

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