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Juanvi: Una diva de victrola de los años 50

Juanvi junto a Silverio, director de El Mejunje
Juanvi junto a Silverio, director de El Mejunje

Me abre la puerta casi enseguida y lo primero que capta mi atención en esta sala pequeña es la imagen del Sagrado Corazón de Jesús construida con hilos de estambre sobre tela de saco, en un trabajo que recuerda los mosaicos bizantinos.

La persona que voy a entrevistar aprendió desde su niñez, y siempre por cuenta propia, a hacer estas manualidades, a bordar manteles, ropa de canastilla, confeccionar batas de canevá. También en su infancia tomó la decisión de asistir por primera vez a misa y continuar haciéndolo domingo tras domingo, y otras que ya me contará y que marcarían su vida.

Apenas terminó el sexto grado comenzó a laborar en una tabaquería, aunque ya no recuerda como torcer un tabaco. Tras el triunfo de la Revolución y la intervención de su centro de trabajo, pasó a laborar en el cine del pueblo y allí se mantuvo hasta su jubilación.

A sus noventa y tres años, contar su vida puede carecer de cualquier aliciente más allá de su longevidad y la plenitud de sus capacidades físicas y mentales que le permiten desarrollar los quehaceres domésticos y sus labores manuales con hilos. Pero el mulato achinado que me recibe esta noche no es solamente el anciano Juan Vicente Garabito, Juanvi, posible aspirante a sumarse al club de los ciento veinte años. Alguna que otra noche, sin mediación de brujas o aquelarres, su aspecto cambia y sobre cualquier escenario aparece el más antiguo de los transformistas cubanos, una diva de la canción de victrola de los años cincuenta: Doris Del Mar.

Juan Vicente Garabito,  el transformista más longevo de Cuba
Hoy, con 93 años, Juan Vicente Garabito es el transformista más longevo de Cuba.

Juanvi, ¿cuándo surge el deseo de vestirse de mujer?

Si te refieres a edad, yo desde niño ya me paraba frente al espejo del segundo cuarto de mi casa y allí, sin que me viera mi familia, empezaba a gesticular. Ponía el radio y doblaba las canciones. Tenía entonces diez o doce años.

¿Y a qué cantantes imitaba?

Imitar no imité nunca a ninguna. Solo cogía la voz de la cantante; los gestos los ponía yo según los sentía, no como los hacía la cantante.

Pero, ¿conocía los nombres de las cantantes? ¿Sabía quiénes eran?

Sí, sí. Por ejemplo, me gustaba mucho Rosita Fornés, que por entonces empezaba su carrera, Libertad Lamarque, Olga Chorens, artistas que solía escuchar en la radio y trataba de hacer sus voces.

Me dice que esta representación ante el espejo la hacía a escondidas. ¿Se sentía mal consigo mismo por hacerlo?

No, pero me daba pena con mi familia que me vieran haciendo gestos de mujer, aunque nunca me reprendieron ni me reprocharon nada, porque muchas veces me sorprendían, como es lógico, y nunca me llamaron la atención ni me dijeron nada.

¿Nunca sintió el rechazo familiar?

Jamás en la vida. Yo por esa parte soy la persona más feliz del mundo, porque ni mis padres, ni mis tíos, tías, abuelos, hermanos, primos, jamás me discriminaron. Nunca tuve un contratiempo en mi familia por mi “problema”, nunca, nunca, nunca.

Usted lo llama “problema”, ¿por qué?

Ya me lo preguntaron en una entrevista anterior. Es que yo lo veo como un problema, como algo que no es “normal”.

Porque en su juventud no se hablaba de estos temas de preferencias sexuales, identidad de género.

Claro, eso es lo que pasaba, por entonces nada de eso existía. Eso era negado totalmente.

Entonces, ¿cómo evoluciona del deseo de vestirse de mujer a convertirse en Doris Del Mar?

Como te decía, de muchacho hacía esas boberías ante el espejo. Pasado el tiempo y siendo ya un hombre, en el año cincuenta y ocho, si mal no recuerdo, un señor del pueblo de apellido Peña, que tenía inquietudes artísticas, montaba “obritas” en un teatro que existía por entonces. Y me entero de que van a preparar allí un espectáculo para recaudar fondos a beneficio de la Sociedad de Personas de Color (no recuerdo si ese era exactamente el nombre). Peña estaba formando el cuadro artístico, yo me enteré y fui y hablé con él, y le conté que quería aparecer en escena haciendo mis doblajes vestido de mujer, como si fuera una artista. Él tuvo dudas, me dijo que era un poco difícil, pero insistí, insistí, y un buen día parece que lo cansé y me dijo que iba a ir a mi casa a ver primero lo que yo hacía y, si le gustaba, podría ser parte del programa. Efectivamente, fue a mi casa y le puse en el tocadiscos una canción de Olga Guillot, que era la mejor cantante de Cuba en aquellos tiempos, y la doblé, hice los gestos.

¿Y cómo preparó el vestuario?

Lo compré. En aquel entonces las telas eran muy baratas y se compraban fácilmente.

Entonces lo compró expresamente para esa presentación.

Para eso. Pues… a Peña le gustó lo que vio y me dijo que siguiera preparándome; y seguí ensayando, fui a la tienda, compré la tela. Una vecina mía que se llamaba Olga me hizo el vestido y yo me hice el cuerpo postizo.

¿Usted mismo?

Sí, yo mismo. Cogí un pantalón viejo, lo piqué, le hice dos bolsitas a los lados formando las caderas. Compré un ajustador, lo rellené con algodón, y después que me puse el pantalón me coloqué una faja y luego el vestido. Quedó de lo más bonito el vestido. Creo que todavía tengo por ahí el programa de aquella noche. Me anunciaron como Doris Del Mar, una cantante…

¿Y de dónde surgió el nombre? ¿Lo sugirió usted? ¿Se le ocurrió a alguien?

Yo tenía una amiga en La Habana que fue muy buena conmigo, muy buena. Era muy linda y se llamaba Doris, Doris González y yo empecé a buscar un nombre y me acordé de ella y dije “voy a ponerme Doris” y me salió así, Doris Del Mar, y así me pusieron en el programa.

Hice mi representación. Yo pensaba quitarme la peluca al terminar para que el pueblo viera que era yo, pero la peluca se cayó antes de tiempo. Al final de la canción hice un gesto y la peluca cayó al piso. Fue espantoso y maravilloso a la vez, porque la gente empezó a aplaudir, y se pusieron de pie. Tuve que repetir la canción porque yo había llevado una sola.

¿No tenía montado ningún otro número?

No, porque tenía miedo a que no fuera a caer bien, al rechazo, y preparé una sola canción. La tuve que repetir dos veces. A partir de entonces, cada vez que había cualquier representación o una fiestecita me llamaban: “Oye, ¿tú puedes hacer esto?” y yo respondía que “Sí, cómo no”, y así fue sucediendo. Siempre aquí, en Zulueta.

Entonces puede decirse que para crear a Doris Del Mar se inspiró en las grandes divas de la canción cubana de los años cincuenta.

Sí, me gustaban mucho esas voces bonitas como la de Olga Guillot.

¿Y también el temperamento?

Sí, el temperamento, porque era una mulata que tenía mucho temperamento y le daba un tono muy bonito a la canción, y las primeras canciones que yo doblé en público fueron de ella. Por cierto, esa primera función fue en verano y recuerdo que al otro día un policía me llamó en la calle para felicitarme.

Triunfa la Revolución y en los años sesenta llega la época de las persecuciones a los homosexuales, la creación de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción, UMAP. ¿Le afectó aquello de alguna manera?

Mira, a mí como tal no me afectaron, pero tenía un amigo homosexual mucho más joven que sí se lo llevaron para la UMAP.

¿Y traían alguna orden judicial, un documento oficial?

No, se lo llevaron y ya. A mí aquello me afectó mucho, me subió la presión. Tenía miedo de que también me pasara a mí.

¿Y en cuanto a sus presentaciones?

A ver, al principio de la Revolución seguía haciendo los mismos papeles, pero luego me llaman de Remedios, de Cultura Municipal, y me dicen que no podía seguir haciendo papeles de mujer, que tenía que dedicarme a la comedia, y a mí no me gustaba la idea. Entonces les dije que estaba bien y empecé a doblar a Luis Carbonell. La verdad es que me quedaba muy bien porque incluso físicamente nos parecíamos mucho. Así, hacía doblajes de Luis Carbonel y de Luis Gardey, un cantante español que me gustaba mucho y estuve un tiempo haciendo esos personajes. Después, empieza a salir en la televisión Margot, el personaje de Doimeadiós y entonces me dije: “Juanvi, ya puedes volver a tu personaje” y regresé a hacer a Doris Del Mar hasta ahora.

Usted cita a Doimeadiós, ¿qué cree del transformismo desarrollado por hombres heterosexuales? ¿Le parece bien?

Claro que sí. Doimeadiós es un hombre “normal” y está el que hace de Mariconchi.

Manrufo.

Eso no tiene nada que ver. Me parece bien que lo hagan porque se han de sentir bien como yo, seguro que es así. Aunque te aclaro que yo no soy travesti, yo soy transformista, porque yo me visto de mujer en escena. Saliendo de la escena soy una persona “normal”. Yo fui transformista, no travesti.

¿Había alguien más en Zulueta que se dedicara al transformismo?

No, nadie más, esos surgieron después.

¿Tuvo contacto con personas que en otros lugares se dedicaran al transformismo?

Con nadie, nadie. Yo solo lo sentí y solo lo expresé.

¿Autodidacta?

Exactamente. Nadie me enseñó nunca a hacer nada, ni me indicó nada, ni me dijo así debe ser. Nunca conocí a nadie que hiciera transformismo. 

¿Y cómo combina usted el transformismo con su vida “normal”? ¿Es Doris Del Mar una manifestación de otra personalidad que cohabita en usted?

En realidad no creo que sean dos personalidades.

Entonces, ¿no ve a Doris Del Mar como su alter ego, como otra parte de sí mismo?

No, para nada. Yo soy Doris Del Mar en el momento en que estoy en el teatro, en el momento en que estoy actuando. Salgo de ahí y soy Juanvi. Incluso, no me gusta que me llamen por el nombre del personaje en la calle. Yo soy Juanvi.

¿No le gustaría ser Doris Del Mar en su vida diaria?

No y te repito que nunca le he permitido a nadie que me llame así en la calle, solo en el teatro.

Cuando en nuestro pueblo se habla de homosexualidad, identidad de género, siempre se pone como ejemplo, casi como estereotipo, a Juanvi y se habla de respeto, ¿qué puede decirme al respecto?

Te voy a decir dos cosas. Yo siempre he respetado mucho a todo el mundo y he hecho que todo el mundo me respete.

¿Nunca tuvo contratiempos en alguna presentación?

Nunca, nunca. Nunca un chiflido, una grosería, nada. En eso no me puedo quejar.

¿Qué cree de los movimientos LBGTI?

Te voy a ser sincero. Yo estoy de acuerdo en que desaparezca el rechazo a los homosexuales en los centros de trabajo y de estudio. Estoy de acuerdo en que puedan acceder a los puestos de trabajo o estudio que quieran, que la sociedad los considere personas “normales”, como todo el mundo. Con lo que no estoy de acuerdo es con que los hombres se vistan de mujer en la calle. No lo critico, pero no me gusta.

Otro tema delicado sobre el que quería conversar es respecto a su fe. Usted siempre ha sido un católico practicante, sin embargo, no podía acceder a un sacramento como la comunión. ¿Se sentía excluido o discriminado por ello?

No, yo nunca tuve ningún tipo de problema.

No se veía diferente dentro de la comunidad.

No, no me sentí diferente porque todos me trataban muy bien. Yo sabía que no podía acceder a la comunión, que estaba pecando. Entonces pasó el tiempo y el tiempo, hasta que siendo ya muy mayor hice una buena confesión con el padre Samuel. Él me tenía mucho afecto y me dijo que me iba a confesar porque yo tenía que comulgar, que siempre había vivido en la iglesia y que dónde quería hacer la confesión, si en mi casa o en la iglesia. Yo le dije que prefería hacerlo en mi casa. Fue muy bueno. Nos sentamos en esta misma sala y le hice una confesión prácticamente desde que nací hasta ese momento, y desde entonces mi vida cambió.

¿Dejó de tener cualquier tipo de relación íntima?

Ningún tipo de relación. Yo, como pensaba siempre algún día comulgar y confesarme para poder hacerlo, dejé un tiempo…

O sea, antes de esta confesión llevaba un tiempo sin tener este tipo de relaciones.

Cinco años sin tener relaciones sexuales. Y ahora han pasado otros cinco años más sin tener ningún tipo de relación.

Hablamos de relaciones. ¿Cómo han sido las relaciones de Juanvi? ¿Se ha sentido culpable por mantener estas relaciones homosexuales?

Cuando tenía una relación sexual, casi siempre cada vez que terminaba le pedía perdón a Dios, siempre lo hice. Pero decía también: “Me has mandado así, ¿qué puedo hacer? Otra cosa no me gusta, no puedo hacer otra cosa”. Pero le pedía perdón. Siempre le pedí perdón a Dios.

¿Le preocupaba cómo podría ver la sociedad a sus parejas? ¿Eran estas relaciones ocultas, secretas?

Secretas tenían que ser. Tanto que la gente a veces me dice: “Yo quisiera saber, yo nunca supe nada”. Y yo les contesto: “Tú no tienes que saber nada, porque eso yo no lo hago público”. Siempre pensé que ese tipo de relaciones debían ser secretas, no divulgadas.

¿Y alguna vez se vistió de mujer en esos encuentros sexuales?

No, nunca quise. En una ocasión me lo pidieron y dije que no, que yo no hacía esas cosas.

¿Pensó que de alguna manera debía proteger a sus parejas de la sospecha pública?

Sí, claro, eso siempre lo cuidé mucho.

¿Usted sabía que sus parejas tenían “vidas paralelas” con esposas, hijos, familia? ¿Respetó eso?

Siempre respeté. Mi última relación fue de veinticinco años y en ese tiempo esa persona se casó. Me lo comunicó y yo le dije que hacía bien, porque conmigo no se podía casar. Yo respetaré a tu mujer como si fuera mi hermana, le aseguré. Entonces él me dijo que eso era lo que quería saber y que todo seguiría igual entre nosotros si yo podía, y siguió “normal”.

Usted ha hecho referencia a que no se podían casar. En la actualidad el llamado matrimonio gay o matrimonio igualitario existe en muchos países. ¿Le parecería bien que se aprobara en Cuba?

No, yo no lo haría nunca.

Usted no lo haría, pero, ¿le parecería bien que lo hicieran personas más jóvenes?

No lo critico, vaya, no lo critico, pero no estoy de acuerdo, porque yo entiendo que eso es una falta de respeto hacia uno mismo.

¿Para usted solo puede hablarse de matrimonio cuando se trata de la unión de un hombre y una mujer?

Para mí otra cosa es una falta de respeto. Yo no me atrevería a decirle nunca a otra persona: “Mira, él es mi pareja, mi esposo”. No lo haría nunca en la vida. Tal vez porque me crié en otra época en la que había más respeto y más recogimiento. Los homosexuales vivíamos más recogidos, por la presión de la sociedad. Yo te digo, estoy de acuerdo en el reconocimiento de sus derechos, pero no en el matrimonio.

Volvamos a Doris Del Mar. ¿Qué siente cuando se sube a un escenario?

Me siento muy feliz, muy realizado. Me siento que soy único en escena.

¿Se siente una diva?

Exactamente. Me siento una diva, sí. Allí no soy Juanvi, allí soy Doris.

¿Le hubiera gustado tener el transformismo como profesión toda la vida?

Sí, como no.

Y qué representa para usted que al cabo de tantos años el proyecto cultural El Mejunje lo rescate y se le rinda homenaje en su propio pueblo, recibiendo tantos aplausos, reconocimiento, que incluso personas de otros países se interesen por conocer su historia?

Bueno, antes de contestarte esa pregunta quiero explicarte como llegué a vincularme con El Mejunje, porque yo antes nunca quise ir allí.

¿Por qué?

Nunca quise ir. Tenía como mala impresión, como…

¿Prejuicios?

Tenía prejuicios porque me parecía que era una cosa “desbaratada”, fea, que no me iba a gustar, no me iba a sentir bien.

¿Y cómo se decide a ir?

Me decido porque en el 2017 El Mejunje vino a Zulueta a hacer una presentación en el cine y, como a mí me gusta, fui.

El cine y la iglesia de Zulueta
El cine y la iglesia de Zulueta. En el primero, Juanvi trabajó toda su vida, mientras en esta Iglesia tuvo que esperar décadas antes de poder tomar la comunión.

¿Como espectador?

Sí, como espectador. Juan Carlos Jiménez, un compañero que falleció recientemente, atendía estos “asuntos” culturales y era amigo de Silverio. Entonces, Fefa Capestany, una amiga mía, le cuenta mi historia y que nunca había recibido ningún reconocimiento y que si podía hablarlo con Silverio. Termina la función y me paro a conversar frente al portal de Fefa y una persona me dice que me llaman de adentro, que vaya a sentarme en un bar de tapas que ella tiene allí. Yo voy y me siento y me cuentan que Silverio va a venir a hablar conmigo y les digo que no, que por nada de la vida, pero me dicen que sí, que ya está aquí y, efectivamente, llega Silverio con Juan Carlos y nos ponemos a conversar y me pregunta cómo me había formado en aquella época, si no había sufrido rechazo. Yo le expliqué en pocas palabras que no y entonces me invita a ir a El Mejunje, o sea, me pregunta si me atrevía a actuar en un escenario y yo, de fresco, le digo que sí y entonces me invita. Yo le explico que no tenía una ropa adecuada y me contesta que no importa, que ellos tienen vestidos, zapatos, pelucas, joyas, que lo único que necesita es que lleve la canción. Yo le digo, bueno, si es así, acepto y se lo conté a todas mis amistades. Silverio me fijó la fecha de presentación y preparé mi número. Uno solo, como la primera vez, por si acaso. Ellos vinieron a buscarme y allá me vistieron y maquillaron. Este muchacho que hace de Cintia, Javier, me hizo una presentación muy bonita y dijo que yo era el transformista más antiguo de Cuba con mis noventa y tres años.

¿Y había mucho público?

Llenito estaba, llenito de público. Y yo salí de lo más dispuesto. Hice mi canción y me aplaudieron muchísimo. Esa noche me echaron dieciséis CUC en el vestido, pero para mí lo más importante es que cada vez que alguien lo hacía me decía “Dios la bendiga”. Lo que pasó aquella noche y luego la otra noche aquí en Zulueta es para mí un regocijo, una felicidad muy grande. Nunca esperé ese reconocimiento. Sabía que la gente me aceptaba, que se sentía bien con mis actuaciones, pero nunca pensé llegar a esto.

 

Juanvi calla. Durante la entrevista, una señora ha venido a preguntar cuándo salía en el telecentro provincial la nota sobre el homenaje a Doris Del Mar, y al saber que su amigo estaba siendo entrevistado ha regresado poco después con un refresco para el entrevistador. Para Juanvi, es una muestra más de cuanto lo quieren los hombres y mujeres de Zulueta, esos que siempre se han preocupado cuando ha tenido un problema o ha estado enfermo, aquellos a quienes aquella noche de homenajes aseguró, tras interpretar temas de Gina León, que quería que sus restos mortales se depositaran en el cementerio local.

Juanvi, que me ha mostrado sus talentos como creador de figuras sobre manteles o la basta tela de saco; que en eso que llamamos vida real sigue siendo él mismo, un mulato achinado que no cree haber sido discriminado nunca ni por su raza ni por su preferencia sexual, a la que llama “problema”; que tiene sus propios criterios sobre lo que es “normal” y aquellos temas que han de permanecer “ocultos”. Juanvi que aboga por el respeto al mundo gay y sus derechos, pero que pone límites a estos. Alguien que a sus noventa y tres años disfruta el poder asistir a misa y comulgar, que guarda recuerdos de las más de cuarenta carrozas parranderas en las que fue japonés, tailandés, chino, siempre en papeles masculinos. Un hombre que, ya casi centenario, sigue soñando con ese escenario en el que, sin artificios de brujas ni aquelarres, se transforma en una diva de la canción de victrola de los años cincuenta: Doris Del Mar.

 

Alejandro Langape

Alejandro Langape periodista

Ingeniero. Narrador y ensayista. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Reside en Villa Clara.

Comentarios:


Maggie Mas (no verificado) | Mar, 24/07/2018 - 04:33

Que el universo bendiga al Sr. Juanvi. Salud, paz y poesia le deseo distinguido artista.

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