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Emigraciones | La falsa paz del exilio cubano

Una crónica sobre el éxodo migratorio cubano de los últimos años y la ruptura con el mito de la Revolución.

Cubanos cruzando de Nicaragua a Honduras por la zona de El Guasaule, a comienzos de este año.
Cubanos cruzando de Nicaragua a Honduras por la zona de El Guasaule, a comienzos de 2022. | Imagen: Policía Nacional de Honduras

Es verano y Padre, Madre, Hermana y Adolescente se van de vacaciones a Varadero. Este es el momento en que Adolescente es, por edad, un adolescente. Luego, ya más grande, va a emigrar al DF, y después, un poco más grande aún, va a irse a Miami, pero en todo ese trayecto seguirá siendo Adolescente.

Carlos Manuel Álvarez



 

A veces me descubro preocupado por el desarraigo, por el peligro anti-romántico que entraña la miseria. La nostalgia es el hábito favorito de los seres incompletos; los recuerdos, todos y cada uno, también tienen fecha de vencimiento.

En nuestro imaginario social post-revolucionario, marcharse de Cuba siempre ha resultado un hecho excepcional, una suerte de anomalía cotidiana provista de cierta extravagancia snob. De chama, mis socios y yo protagonizábamos disputas deportivas o sencillamente lúdicas que, con mucha frecuencia, solían llegar precedidas por frases del tipo “el que gane se lleva un viaje para el Yuma”. Un premio, una meta, una utopía descarada que revelaba la posibilidad siempre latente de la emigración.

El pasado 17 de octubre asistí a un acontecimiento literario en Madrid. Carlos Manuel Álvarez clausuraba en la librería Tipos Infames de la capital española una gira europea que favoreció la promoción de su más reciente libro. Falsa guerra (Sexto Piso, 2021) narra una Cuba fragmentada y dispersa, cuyo vínculo fundamental se edifica sobre la base de un trauma común que sistematiza la articulación de nuestra nacionalidad. Gleyvis Coro Montanet, Eudris Planche Savón y Katherine Bisquet, autores que sostienen cierta relación (poética, existencial) con el asunto de la novela, también acudieron a la presentación.

El miedo, la angustia, el recelo causado por esta variante criolla de ostracismo no cesa ni se extingue. Una incertidumbre peregrina que, lejos de terminar mientras atraviesas el espacio que te separa del Boeing de turno, comienza cuando logras, finalmente, darte a la fuga. Todavía en la Isla-jaula, es muy probable que nunca puedas abandonarla, a pesar de la válvula de escape que ha significado ese millonario acuerdo de exportación humana entre La Habana y Managua. Una vez fuera de Cuba, debes cuidar tu vocabulario anti-castrista y disimular tu militancia disidente, pues, dependiendo de cuán incómodo le resultes al Gobierno, la entrada a tu país puede pender de un hilo.

Sobran los ejemplos. La Resolución No. 168 de 2010, esto es, “El reglamento disciplinario para los trabajadores civiles cubanos que prestan servicios en el exterior como colaboradores”, apunta que nuestros médicos y maestros deben mantener informados a sus superiores de los lugares que visitan, las personas con las que se relacionan y sus intenciones con respecto a retornar a la Isla después de concluida la Misión. “Desertar” conlleva, por supuesto, la imposibilidad del regreso.

Asimismo, el Código Penal tipifica como delito el “abandono de funciones” más allá de nuestras fronteras, recurso legal que legitima e institucionaliza al destierro arbitrario como procedimiento gubernamental. Esta infracción, exageradamente típica en el ámbito deportivo desde principios de 2020, ha sido replicada por cientos de peloteros durante las últimas décadas. Pese a todo esto, la Federación Cubana de Béisbol continúa monopolizando la conformación del equipo que asistirá al venidero Clásico Mundial, cuya nómina no contemplará a los deportistas antillanos con mejores números en ligas foráneas, sino a los que representen un “mal menor” para el régimen.

Este 2022, por su parte, registra un saldo de represión policial, opositores exiliados y presos políticos que parece prorrogar la tónica del año anterior. Acaso los más ruidosos dentro de (una parte de) la oposición cubana, los incidentes de Omara Ruiz Urquiola y Anamely Ramos González ilustran perfectamente la frágil sensibilidad de los censores revolucionarios. 

A estos casos se suma, además, la proscripción del propio Carlos Manuel Álvarez, quien sintetizó el hecho en una directa de Facebook, sistematizando así su experiencia ante la invalidación de su pasaje con destino a La Habana el 20 de noviembre pasado. Esta escandalosa “solución” del castrismo persigue la criminalización de la desobediencia ante el “incumplimiento” de un compromiso que, invariablemente, cada cubano debe mantener con ese Estado totalitario que nos renta nuestra nacionalidad. 

Sin duda, supimos poco del Lejano-Más-Allá. Los compañeros internacionalistas, los extranjeros y los comunitarios fueron, durante mucho tiempo, nuestro contacto más auténtico con esa realidad-otra que nos trascendía. De cierta manera, era todo lo que necesitábamos: Fidel siempre nos aseguró que vivíamos en la mejor de las islas posibles. Aun así, la actual crisis migratoria sigue engrosando sus estadísticas y, a diferencia de las tres anteriores, no parece existir una fecha que ponga coto a la estampida que tiene lugar a través de Centroamérica. 

Entre el 28 de septiembre y el 15 de noviembre de 1965, alrededor de cinco mil cubanos lograron escapar a través del puerto de Boca de Camarioca, en Matanzas. Años más tarde, desde el 15 de abril hasta el 31 de julio de 1980, se produjo el celebérrimo Éxodo del Mariel, durante el cual más de ciento veinticinco mil personas abandonaron la Isla. Ya en 1994, los hechos asociados al hundimiento del Remolcador 13 de marzo y al Maleconazo del 5 de agosto, desembocaron en la crisis de los balseros. El Gobierno, adiestrado en este tipo de situaciones, permitió la salida de casi treinta y tres mil ciudadanos por vía marítima, flotando muchos de ellos sobre “embarcaciones” de factura doméstica.

Hace poco más de un año, el 22 de noviembre de 2021, el hermano régimen de Daniel Ortega estableció libre visado para todos los cubanos que pretendieran ingresar a Nicaragua, con “el fin de promover el intercambio comercial, el turismo y la relación familiar humanitaria”. ¡Qué lindos los volcanes! En Cuba, por desgracia, no hay, como tampoco hay comida, corriente ni libertad, aunque la cúpula enguayaberada proclame lo contrario ante la comunidad internacional.

El escenario que nos ocupa, más estable de lo que podríamos sospechar, se ha extendido de tal manera en el tiempo que ya no sería prudente calificar nuestras condiciones de insólitas o distintivas. A semejanza de lo sucedido entre 1965 y 1973, cuando Fidel y Lyndon B. Johnson autorizaron la salida aérea y regulada de doscientos sesenta mil cubanos mediante los “Vuelos de la Libertad”, la actual travesía mesoamericana se ha inscrito en nuestro horizonte de expectativas como un objetivo asequible a mediano-largo plazo. 

Los cubanos trabajan (¿inventan?), ahorran y cuasi-regalan sus pertenencias con el fin de amontonar esos quince mil dólares que, según los que ya han cruzado, aseguran un viaje más o menos tranquilo hasta la frontera México-Estados Unidos. Hay prisa, porque el hambre cansa y te consume; pero no hay apuro, porque Ortega y Canel ya invirtieron en nuestra miseria y, por ahora, están facturando a lo grande. Nadie sabe cuánto más permanecerá esta alternativa nicaragüense, pero casi todos esperamos que sea por mucho tiempo, al menos hasta que solo queden ellos “para apagar el Morro”.

Retomando la trova del principio, sigo preocupado por el desarraigo. Mi generación creció alimentada, si bien a cuentagotas, por los residuos globalizadores que llegaban a Cuba de carambola. Ídolos universales de la pop culture arribaban a la Isla desde el cine, la música y el deporte profesional, ansiosos por contender con nuestra maltrecha fábrica de símbolos que, a duras penas, resistía los embates de la modernidad durante la primera década de este siglo. 

La iconografía revolucionaria hegemónica pasó del respeto a la desacralización. Muchos jóvenes contemporáneos ni siquiera recuerdan a Fidel, más allá de ciertas Reflexiones emitidas desde el letargo palaciego de Punto Cero. Este Gobierno, que nació con él, ha devenido en un meme. Su paupérrima gestión de nuestra economía (y de todo lo demás) ha posibilitado que los adolescentes de hoy no conozcan más que una Cuba deshecha y agrietada, contra las cuerdas, regida por mandatarios embusteros e insulsos. Así es imposible captar adeptos, ni políticos ni culturales. 

Con suerte, habiéndose largado de la Isla, muchos cubanos mantendrán un contacto relativamente activo con ella a través de actitudes disidentes; otros, más sensatos, se concentrarán en rescatar a su familia con la intención de que algún día puedan, asimismo, tragarse de un buche la Coca-Cola del olvido. Con respecto a mi posición, seguiré escribiendo estas muelas hasta (y sobre todo después de) que no me dejen abordar un vuelo hacia La Habana desde el Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Por mi parte, no hay más na’ que decir.

Senén Alonso Alum

(Pinar del Río, Cuba, 1997). Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana en 2020. Ejerció como investigador literario en el Centro de Estudios Martianos (CEM) desde su graduación hasta 2022. Ha publicado poemas y ensayos en el medio independiente La Jeringa, en el blog de cine En Raccord, en el Portal Digital del CEM, en el boletín de crítica y pensamiento Puntal, en las revistas Librínsula, El Caimán Barbudo, Opía Magazine, AM:PM, El Estornudo, Honda, Casa de Las Américas y Cine Cubano.

(Pinar del Río, Cuba, 1997). Miembro del staff de Árbol Invertido.

Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana en 2020. Ejerció como investigador literario en el Centro de Estudios Martianos (CEM) desde su graduación hasta 2022. Ha publicado poemas y ensayos en La Jeringa, en el blog de cine En Raccord, en el Portal Digital del CEM, en el sitio web del Centro Onelio Jorge Cardoso, en las revistas Librínsula, El Caimán Barbudo, Opía Magazine, AM:PM, El Estornudo, Cine Cubano, Honda, Casa de Las Américas y Rialta Magazine. Fue finalista en el concurso de narrativa “Portus Patris” (2021), auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz de Las Tunas. Es graduado del XXII Curso de Técnicas Narrativas que se impartió en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (2020-2022), donde resultó ganador de la Beca Caballo de Coral debido a su proyecto de novela Ucronías y otras verdades ficcionadas.

Comentarios:


Nivia Alum Dopico (no verificado) | Dom, 01/01/2023 - 17:19

Cuba duele...y duele mucho, las casas vacías, las familias separadas, y esta vez a lo grande!!!

Salma (no verificado) | Sáb, 07/01/2023 - 15:39

Así ves nada que añadir. 🤔

Yo misma (no verificado) | Sáb, 07/01/2023 - 15:41

Muy bueno!!

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