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Opinión | Los cubanos y "la última de las libertades"

“Las fuerzas que escapan a tu control pueden quitarte todo lo que posees excepto una cosa, tu libertad de elegir cómo vas a responder a la situación”.

Edificios de La Habana, el mar al fondo.
"Cuba". | Imagen: Pixabay

La vida de los cubanos empora por días. Son 60 años de acumulación de sufrimientos, crisis y privación de la libertad. La situación se acerca a límites invivibles si no se encuentra una salida. La inmensa mayoría de los cubanos sabemos que esta salida es el cambio en paz hacia la democracia.

Al empeorar cada instante nuestra existencia, quiero hoy recordar algunos de los contenidos de uno de los libros que más ha marcado mi propia experiencia vital. Es una obra de Viktor Frankl (1905-1997), un reconocido psiquiatra, filósofo y neurólogo austriaco, fundador de la logoterapia y del análisis existencial. Sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau. Su obra cumbre es “El hombre en busca de sentido”, pequeño libro que recomiendo leer a todos los cubanos y que he regalado, en copias de fotocopiadora primero y en forma de PDF ahora.  

Hoy solo comentaré dos de las frases de esta obra que considero que son de gran utilidad y vigencia para ayudarnos a vivir este sinsentido de vida que estamos sufriendo.

Las fuerzas que escapan a tu control pueden quitarte todo lo que posees excepto una cosa, tu libertad de elegir cómo vas a responder a la situación.

Hoy en Cuba, hay un régimen cuya fuerza parece que escapa a nuestro control. Pareciera como que no queda margen para ser y hacer nada en Cuba. Muchos han creído y han acogido una de las mentiras más graves que se nos quiere imponer a los cubanos que tenemos derecho a vivir en libertad y en progreso en nuestra propia tierra. Nos quieren hacer creer que solo quedan estas dos actitudes: “O te adaptas al sistema o te largas del país”.

Estoy convencido que estamos en unas circunstancias, y también por lo que puede avecinarse, la posibilidad creciente de llevar a límites insospechados de represión, amenazas, peligros reales de violencia y muerte. Se habla que, en cierto sentido, se va pareciendo a aquellas circunstancias de los campos de concentración cuya versión la aplicó, por primera vez, Valeriano Weyler con los campesinos pinareños en 1896, a un año de haber comenzado la guerra de independencia de Cuba.

Cada vez los cubanos necesitamos buscarle sentido y propósito a nuestra existencia para permanecer en Cuba trabajando por la libertad, la justicia, la democracia y la paz. Por eso quisiera recordar, otra vez, lo que Viktor Frankl llama “la última de las libertades” de todo ser humano.

¿Cuál es la última de las libertades humanas?

Nos dice Frankl:

Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino.

Apliquemos a Cuba este concepto, no solo teórico, sino experimentado en situaciones límites por el psiquiatra austriaco:

1.     La primera opción es la de asumir la actitud de la ayuda persona a persona, compartiendo “el trozo de pan” o de libertad que nos queda a cada cubano con nuestros compatriotas. Ir de casa en casa, de grupo en grupo, consolando a los demás. Es una obra que inspira solidaridad y esperanza en que no todo está perdido. No importa que seamos pocos, que la mayoría se marche o se doblegue. Es creer en la fuerza de lo pequeño del gesto de animar y compartir con los demás “el mendrugo” de libertad o de esperanza, o de propuesta.

2.     Lo anterior no son gestos desesperados, pudieran parecer actitudes impotentes ante la descomunal fuerza que reprime. Al contrario, dice Frankl que son “pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas”.

3.     Por tanto, los cubanos podemos y deberíamos ejercer, mientras más duras sean las circunstancias, la última de las libertades humanas que es poder “elegir cómo vas a responder a la situación: te dejas aplastar o mantienes tu dignidad, tu libertad interior, tu postura, tu línea coherente de siempre.

4.     Te decides a abandonar el terreno o decides permanecer aunque parezca absurdo e inútil vivir en Cuba. Decides adaptarte ovejunamente, o decides ni adaptarte ni marcharte sino ejercer tu última de las libertades que es quedarte y dar testimonio de tu última de las libertades: ser tú mismo y no declinar tu postura.

5.     La última de las libertades que nadie ni nada nos podrá confiscar es “decidir tu propio camino”. Así que no consiste solo en una actitud interior, escondida, se trata de hacer camino al andar. Abrir caminos para la libertad y la democracia. Nadie exige la magnitud de lo que “hace” o “puede hacer” cada cubano, sino cuál es la actitud que asumimos ante la crisis y este estado terminal.

Además de compartir el “mendrugo” de la poca ayuda material que nos quede, debemos darle mucha, suprema importancia, a la actitud que cada cubano tomemos consciente y responsablemente, frente al peligro y la situación límite.

Estoy convencido de que solo asumiendo esta última de las libertades y dándola a conocer a los conocidos y en las redes, sería una gran inspiración para los desanimados, y si se asumirá entre muchos, bastaría para que las cosas cambien profundamente en Cuba.

Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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