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La máquina antisistema

El escritor José Alberto Velázquez fumando
José Alberto Velázquez

José Alberto Velázquez es un escritor incómodo. Su obra es su manera de resistir los desajustes del sistema. No es casual que su más reciente libro, La máquina de fallar, sea un bofetón a la cara ríspida de la realidad.

Despojado de todo tipo de maquillaje, el autor le devuelve el golpe a quien lo ha sembrado en un lugar tan anónimo como Las Parras. No es la primera vez que escribe un libro polémico. Toda su obra levanta ronchas. De ahí que sea vista como rara avis en Cuba. Pero, ¿por qué tanto silencio con un escritor que domina los recursos del lenguaje que otros apenas soportan? La razón es sencilla: José Alberto Velázquez pertenece a un grupo que se cansó de hacer el ridículo. Por eso aparece y desaparece con la misma rapidez que sus publicaciones. No necesita de migajas para entregarnos textos profundos y desgarradores como los que integran este volumen publicado por Ediciones Holguín y que fuera ganador del premio Adelaida del Mármol en 2016.

Las verdades, por duras que sean, hacen que una obra resista los embates del tiempo. En el caso del libro que nos ocupa estamos en presencia de un discurso fuerte, bien articulado y que se aleja de la rabia desde la contemplación. Aquí el poeta describe el ambiente marginal y deprimente de los municipios. Su capacidad para (de)mostrar las grietas de un país hacen que no sea bien recibido. Sin embargo, asume ese riesgo y continúa.

Desde que comenzó su carrera de fondo y con obstáculos, José estaba consciente que ser visceral conlleva que su obra permanezca en la periferia del circuito de eventos, promociones y viajes. Sin embargo, no le interesa. Para él es más importante mantener la paz interior de escribir y leer como único oficio.

El poemario marca diferencia con volúmenes anteriores. Aquí demuestra mayor concentración, un poder de síntesis que le permite ser más certero a la hora de mover las imágenes. La máquina de fallar es un manifiesto de los excluidos, un viaje a la desidia, a la extraña condición de criatura infeliz.

“Vinieron a verme unos amigos del noventa y ocho.

Hacen muecas porque escribo apoyado

sobre un zinc mohoso.”

Quien conoce la obra de José Alberto Velázquez sabe de antemano que todo cuanto escribe es el resultado de miles de lecturas y no pocos tropiezos en su aldea sitiada. Su devoción por Kafka, Rimbaud, Proust, Bolaño y muchos más, transita perfectamente por las páginas del libro.

Admiro al poeta que asume su papel, que no le teme al silencio porque sabe que el silencio es metáfora cuando se asume con dignidad. Y José Alberto lo asume cuando no tiene nada que decir. Pero cuando lo quiebra, hay que escuchar el poder que emana de sus textos, de su música (que no es lamento) eN grito, concentración, desafío.

Cada entrega lo reafirma como una voz diferente y necesaria. Los premios no hacen al poeta. Pero cuando vienen acompañados por títulos tan sugerentes como este, hacen que la mirada del lector gire y lo encuentre entre tanta hojarasca esparcida sobre Cuba.

Estoy pudriéndome. La tarde municipal huele a pescado.

En tanto la urraca del alcohol posa en mi úlcera.”

Como dice el poeta José Luis serrano en las palabras de contracubierta: “La poesía de José Alberto Velázquez no es para todos los estómagos. Aquellos que decidan exponerse a su expresión no saldrán ilesos. [...] La máquina de fallar es una obra contraindicada para quienes, huérfanos de utopías, busquen en la literatura una plenitud (o un consuelo) que hace mucho las palabras dejaron de ofrecer.”

Pero, ¿qué puede decirse de un autor que no renuncia a molestar? Su mecanismo de defensa fraguó un poemario que hace frente a las carencias, al ritual de ver al país como una franja cada vez más pálida, más triste. Demuestra que la patria no es la asociación de símbolos fríos cada vez más lejanos.

El sujeto lírico asume que está rodeado. Pero tiene que vivir, salir afuera y buscar los fragmentos de país y armarlo desde su experiencia y su dolor de hombre al que intentan arrancar la fe.

“Esto de que soy la patria comienza a confundirme.”

Con anterioridad había publicado textos como La burbuja heroica y Ghetto. Comenzaba su tránsito por el enrevesado panorama poético insular con el anonimato de los que escriben sin hacer concesiones. Por supuesto, sus libros pasaron inadvertidos, ¡vaya casualidad! Salvo alguna que otra referencia en reseñas, y palmadas en el hombro, permaneció oculto de catálogos y del circuito que sólo conoce por referencias ajenas.

Quien se planta y trae consigo la llama de los inmortales, no puede quedar suspendido en el vacío. De ninguna manera. El lector tiene que adentrarse en las páginas del más reciente libro de poesía publicado por el escritor que ¿vive? de sus palabras, de sus viajes al inframundo en un pueblo llamado Las Parras y que escribe para no reventar.

Desde hace tiempo en Cuba (no conozco otro país por razones obvias) se promociona a autores neutros, tranquilos, que no ofrecen peligro al tránsito uniforme y matemático. Entonces llega José Alberto Velázquez y se lanza al ruedo con mucho que decir, con poemas estremecedores. Sabe que no apostaron por él, pero escribe y se vuelve piedra en zapatos de dioses, y ve que es bueno y continúa.

La poesía es el género del que no se puede desprender. No hay forma de arrancar la necesidad, de exorcizar el demonio de la pobreza. Por más que se lo proponga, es imposible. Tiene que regresar a los versos y esquivar la depresión con estos poemas nacidos por necesidad.

No escribo, hace meses que no escribo.

Me siento bien. La ciénaga avanza, el mundo se rompe.

(Hoy he comido frijoles, Leí bestsellers y ahora voy a la cama).

Siento una tristeza de muerte.”

Creo en la poesía de José Alberto. Creo en su mundo porque me veo reflejado y después de leer La máquina de fallar me convenzo de que hacía falta un título así. Basta de mostrar un país de azúcar. Hay mucho que decir sin tanta farsa. Este ser indomable se llama José Alberto Velázquez:

Él lleva la Ilíada para combatir

y la Odisea

para regresar

a casa.”

Frank Castell

Poeta Frank Castell, revista cultural cubana independiente Árbol invertido

(Las Tunas, Cuba, 1976). Poeta, narrador y dramaturgo. Licenciado en Español y Literatura. Miembro de la UNEAC. Egresado del segundo curso del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en el año 2000. Realiza la revista Quijotes de pensamiento cultural. Es director de programas de televisión en el telecentro Canal Azul, de Puerto Padre. Ha publicado los poemarios: El suave ruido de las sombras (Ed. Sanlope, 2000), Confesiones a la eternidad (Ed. Sanlope, 2002),  Corazón de Barco (Ed. Letras Cubanas, 2006), Final del Día (Ed. Sanlope, 2012) y Salmos Oscuros (Ed. Oriente, 2013).

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